Decálogo
del cinéfilo
Andrés
Burgos
Uno.
Si la película es rusa y en blanco y negro, no hay que comprar
crispetas a la entrada.
Dos.
Resulta conveniente evadir las películas latinoamericanas donde
salen prostitutas intelectuales, que declaman o sueltan datos
enciclopédicos. Existe allí una alta posibilidad de que también
aparezca una gallina caminando sobre una mesa o algún personaje haga
el chiste sobre la contradicción de la inteligencia militar.
Tres.
Los susurros resultan más importantes en las películas de acción
que en las intimistas.
Cuatro.
La cámara como protagonista equivale al lenguaje como protagonista
en un libro. Juzgue usted.
Cinco.
Amo profundamente las películas orientales, en especial las
coreanas. Pero eso de saberse muchos directores, teniendo claro cuál
es el nombre y cuál el apellido, es francamente no tener nada más
que hacer.
Seis.
Que la cámara se levante, en un movimiento de grúa, mientras un
personaje grita adolorido al cielo es una imagen que ya solamente se
puede permitir la comedia. No importa que Clint Eastwood lo haya
hecho en Mystic River.
Sete.
El talento de un director mucho le debe a la capacidad de rodearse de
la gente adecuada.
Ocho.
La posibilidad de que el cine gringo salga con una escena erótica
memorable está en proporción directa con la eventualidad de que los
franceses logren una de comedia.
Nueve.
Si a uno le dicen que una película hay que verla leyendo su
contexto, la cosa no pinta nada bien.
Diez.
Vade retro a quien no le gustó Toy Story.
Aparte tomado de:
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