Las diez características de los escritores altamente efectivos
Si hace poco os hablé de mis libros de escritura favoritos en castellano, hoy quiero hablaros de mi autor de libros de escritura preferido en inglés (por desgracia, sus obras no han sido traducidas a nuestro idioma, todavía).
Se trata del escritor estadounidense James Scott Bell, con más de una docena de libros escritos sobre este maravilloso oficio, entre los que se encuentran joyas como The Art of War for Writers, Plot & Structure o Just Write, uno de sus últimos lanzamientos que he aprovechado para leer este verano.
Aunque reconozco que el libro en sí no me ha sorprendido mucho, ya que se trata de un repaso general a todas las teorías del autor sobre las técnicas y recursos de la escritura, y cuando ya has leído sus libros anteriores parece más de lo mismo (eso sí, si no has leído nada del autor, puede ser un buen punto de partida).
Sin embargo, en el libro me he encontrado con un decálogo interesante con las diez características que el autor considera imprescindibles para un escritor altamente efectivo, y he pensado en traducirlas y compartirlas con vosotros, a ver qué os parecen:
1. Deseo
Si quieres convertirte en escritor —y con ello quiero decir lograr un grado de éxito que implica ganancia monetaria, así como el cumplimiento del trabajo— hay que desearlo. No a medias. Como dijo Phylips Whitney: «Debes quererlo lo suficiente. Lo suficiente como para aceptar todos los rechazos, lo suficiente para pagar el precio de la decepción y el desánimo mientras aprendes. Como cualquier otro artista, debes aprender el oficio y después añadirle el genio que te gusta».
¿Estás escribiendo algo que puedes imaginar no hacer? Si es así, no lo escribas. Lawrence Block dijo una vez: «Si quieres escribir ficción, lo mejor que puedes hacer es tomarte dos aspirinas, tumbarte en una habitación oscura y esperar a que se te pase. Si persiste, probablemente deberías escribir una novela». Revisa tus tripas, tu corazón y tu cabeza. Si los tres se alinean y te dicen que escribas, hazlo.
2. Perseverancia
Tu cuñado te dice que lo olvides, que no eres lo suficientemente bueno para ser escritor. Dice que ya hay demasiados ahí fuera y que tus posibilidades de conseguirlo son las mismas de que te conviertas en telonero de Justin Bieber. A ese pensamiento Andre Dubus responde: «No te rindas. Es muy fácil rendirse durante los primeros diez años».
3. Disciplina
De acuerdo, tienes el deseo de escribir. Yo tenía el deseo de jugar al baloncesto en la universidad, así que no podía sentarme y beber cerveza todo el día y luego aparecer para mi primer entrenamiento. Tuve que renunciar a cosas y trabajar duro, todos los días. Hay una disciplina que los gobierna a todos, como ese anillo único de la historia, ese que lleva el tipejo bajito de los pies peludos.
Tu única disciplina es producir palabras. Estoy hablando de una cuota. Y no, no puedes salirte de ella. En el pasado reciente he oído voces de protesta contra esta idea. «No, no tienes que ceñirte a una cuota. Es demasiado oneroso. Te chupará la vida. Después de todo, eres un artista. ¡No tienes que ser disciplinado! Solo enamorarte. Sí, enamorarte».
La disciplina en la escritura, incluso cuando no te sientes con ganas de hacerlo, es la marca del profesional. Profesional, sí, como esa gente que consigue dinero por su trabajo. Si quieres ganar dinero, produce palabras. Eso es lo que aconsejo en mis talleres. Revisa tu horario semanal. Fíjate en cuántas horas tienes que dedicar a tu escritura. Determina cuántas palabras puedes escribir de manera cómoda en el promedio de una semana. Ahora súbele un diez por ciento. También necesitas aprender la disciplina del estiramiento. Así que esa es tu cuota semanal. Divide esa cuota en días. Trata de cumplir el número de palabras diarias, pero si te saltas un día, no te preocupes. Reparte la cuota entre el resto de los días.
Lleva un registro de tus palabras totales diarias en una hoja de cálculo. Establece una fórmula para sumar tus palabras por día y por semana. Lo digo en serio. He seguido esta técnica durante más de diez años y puedo decirte cuántas palabras escribí en cualquier proyecto cualquier día de cualquiera de esos años. Puedo decirte cuántas palabras totales por año escribí.
¡Ah, sí! Tómate un día libre a la semana. Un Sabbath de la escritura. Incluso Dios se tomó un día de descanso. Te ayudará a recargar las baterías, y baterías es lo que necesitas para escribir esa cuota cada semana.
4. Estudia el oficio
También he oído unas cuantas voces clamando que no necesitan aprender —algunos incluso dicen que no pueden aprender— las reglas de la escritura. No les gustan las reglas. Prefieren pasar el rato con otros escritores que no escriben una cuota y fingir que todo va a llegar fluyendo de forma natural, como una huelga de petróleo —sin perforaciones, por supuesto—. Algunos odian la idea de que alguien les sugiera que hay reglas. «¡No para los artistas!», claman. «Somos rebeldes. Nacidos para ser libres. Como peces en el mar».
Solía haber un nombre para tales escritores: «inéditos». Ahora hay una expresión nueva, ya que pueden autopublicarse: «sin ventas». Yo camino detrás del éxito literario como un pobre hombre con una pica y una oportunidad para extraer el oro de la mina. Trabajo cada día. Lo hago porque me dijeron hace años que no podía aprender a escribir, que uno tenía que nacer escritor. Me lo creí, hasta que no pude soportar la idea de no darme una oportunidad.
En la escuela de leyes aprendí la disciplina del estudio concentrado. Estaba decidido a tomar clases y mostrar a mis opositores que podía hacerlo. Me suscribí a la revista Writer’s Digest y leí la columna de ficción de Larry Block cada mes como si fuera una página sagrada. Me uní al club de escritura de la revista y construí mi biblioteca. Leí y subrayé los libros, tomé notas de las cosas más importantes que aprendía. Y luego practiqué lo que había aprendido. Le mostré mi material a gente en la que confiaba y escuché lo que decían sobre qué era lo que no funcionaba, y luego retomé el trabajo y averigüé cómo hacerlo funcionar. Esto lo hacía prácticamente a diario. Y fue divertido. Aprender a mejorar lo que amaba nunca se me hizo pesado.
5. Ponte una piel de rinoceronte
En los “viejos tiempos” del negocio de la escritura —es decir, antes de 2008—, los escritores solo tenía una forma de alcanzar una carrera exitosa: convencer a unos editores para que les pagasen por escribir para ellos, y luego escribir para ellos de tal manera que les hiciera ganar dinero y ellos pudieran pagarle una parte de ese dinero. La única manera de conseguir que un editor hiciera eso, generalmente, era a través de un agente. Con lo cual había dos posibilidades de rechazo: el rechazo de los agentes y el rechazo de los editores.
Supongamos que conseguías atravesar esas barreras. Entonces quedaba el rechazo de los críticos y después el rechazo de los lectores. Y si los lectores rechazaban tu libro, el editor podría rechazar tu próxima obra y entonces tu agente volverse menos entusiasta y rechazar tu envío de manuscritos. Cada rechazo era como una flecha en el corazón, por eso los escritores tenían que desarrollar una piel de rinoceronte.
La novelista Octavia E. Butler lo expresó bien cuando dijo: «Deja que el rechazo duela durante media hora, no más. Luego vuelve a tu procesador de textos». Ahora es posible eliminar ese rechazo tradicional: se llama auto-publicación.
6. Establece metas
Las verdaderas metas son aquellas que pueden llevarse a cabo mediante acciones. «Quiero ser un éxito de ventas en la lista del New York Times» no es una meta, sino un sueño. No puedes pulsar un botón y hacer que ocurra. Lo que puedes hacer son cosas que te conviertan en un escritor mejor. Tú puedes determinar si pasas treinta minutos al día estudiando las técnicas del oficio y una hora a la semana generando ideas para proyectos. Y sobre todo, puedes determinar el número de palabras que escribes cada semana. Esas cosas sí pueden medirse y controlarse.
7. Consigue un mentor
Los mentores puedes encontrarlos en persona o impresos. Yo considero a Larry Block mi mentor, aunque nunca me ha instruido personalmente. ¿Por qué? Porque religiosamente he leído cada mes su columna en la revista Writer’s Digest y me he sentido como si me aconsejara cada vez que lo hacía. Tiene la habilidad de entrar en la mente del escritor, o al menos en la mía. Trato de modelar mis libros con sus consejos sobre técnicas narrativas. Un buen editor, de los cuales hay muchos por ahí afuera, puede proporcionarte consejos —normalmente a cambio de una tarifa, que es dinero bien gastado si el editor sabe lo que está haciendo—. Un buen compañero que te haga críticas se ajusta también a este papel.
8. Sé positivo
Según un artículo sobre los hábitos de éxito en los individuos ricos, estas personas tienen una perspectiva positiva de la vida, son optimistas y felices, y agradecidos por lo que tienen. Algunos de los resultados específicos fueron los siguientes: el noventa y cuatro por ciento son optimistas y felices en términos de sus perspectivas de vida; el noventa y ocho por ciento cree en las posibilidades y oportunidades ilimitadas; el noventa y cuatro por ciento disfrutaban de la carrera que habían elegido.
Los escritores también deben estar agradecidos por tener la habilidad de escribir y por su oportunidad de publicar. Cree en tus opciones ilimitadas. Nutre el amor por la escritura que tenías cuando empezaste.
9. Registra tus progresos
El artículo que citaba antes también encontró que las personas ricas eran meticulosas sobre sus progresos: el sesenta y siete por ciento llevaba a cabo listas de tareas; el noventa y cuatro ajustaba su cuenta bancaria cada mes; el cincuenta y siete contaba las calorías que consumía; el sesenta y dos por ciento se marcaba metas y registraba si estaba o no en camino de alcanzarlas.
¿Recuerdas lo que te dije de llevar un registro de las sesiones de escritura en la hoja de cálculo? He estado haciendo esto desde el 2001 y tú debes hacer lo mismo. De esta manera sabrás cuántas palabras gastas en cada proyecto, día tras semana, tras mes, tras año.
10. Asóciate con personas afines
Dedica treinta minutos al día a alimentar tus relaciones con otros escritores. Esto puede significar charlar, dar consejos o simplemente ser un compañero útil. Si construyes y nutres relaciones de confianza, es posible que estas se vuelvan recíprocas y estos escritores se conviertan en soportes valiosos. Los escritores son, en su mayoría, alentadores. Puedes encontrar lugares para pasar el rato con ellos a través de un blog con comentarios activos. Únete también a un grupo de escritores locales. Ve a buenas conferencias.
Diviértete, escribe, evalúa, mide, estudia, corrige; y luego diviértete otra vez, escribe… y nunca te rindas.
¿Qué os parecen estos consejos de James Scott Bell? ¿Estáis de acuerdo con ellos?