Sobre los relatos policíacos,
anotaciones de G.K. Chesterton
Cómo escribir relatos policíacos es una excelente recopilación de
textos de Chesterton relativos a los relatos policíacos —formada por artículos de prensa sobre todo, pero también por prólogos, reseñas y dos extractos de
libros—, que incluye varios no publicados hasta el momento.
El título
del libro, que corresponde a uno de los ensayos, puede confundir pues
Chesterton no sólo habla de cómo escribir relatos policíacos, sino que también
explica cuáles son sus méritos y su valor, qué rasgos hacen que una historia
detectivesca sea buena y cuáles la estropean, y cómo influyen esos relatos en
la sociedad en la que vivimos. Además, hace aclaraciones jugosas acerca del
origen del género, cita y comenta los relatos que consideraba los mejores, y
analiza los puntos fuertes y los débiles de varios autores. En conjunto, es
todo un manual que ningún aficionado al género debería perderse y que, a
quienes no lo sean, puede hacerles descubrir el interés que tienen las novelas
policiales. Decía Borges que si el género policial desapareciese sólo
permanecerían algunos relatos de Chesterton.
El escritor
inglés quería dotar a los relatos de crímenes de una naturalidad alejada de los
artificios, desviarla de enrevesados planteamientos con el fin de llegar a
todos los lectores y elevarla así a los altares de la buena literatura. Porque
como él mismo afirmó una vez, "[el creador de Sherlock Holmes] escribió
una obra muy buena en forma popular y descubrió que, precisamente, por ser
buena era también popular".
Algunas
recomendaciones:
"En una
novela larga, la verdad parece a menudo un anticlimax cuando habría sido ágil y
brillante en un relato corto". Fuera complicaciones. La misión es siempre
ir al grano del asunto.
"El
relato de detectives se distingue de otro en que el lector solo está satisfecho
si se siente un tonto (...) La brusca transición desde la ignorancia a la
sabiduría puede ser buena para su humildad". Por eso, Chesterton se aleja
de los escritores que juegan con el anticlímax: "El lector quiere que le
lleves hasta el final y no le dejes tirado en una zanja".
Chesterton
compara al género policíaco con el de aventuras para afirmar que es mucho más
complicado dedicarse al primero: "Planificar una especie de carreras con
emboscadas para que el protagonista esté en constante peligro es tan fácil de
escribir como de leer. Pero concebir una trampa sin que los expertos reparen en
una trampa es harina de otro costal".
"La
novela de crímenes son la parte más moral de la ficción moderna. Cualquier tipo
de literatura que represente la vida de un modo tan peligroso es más verdadera
que cualquier otro que la represente de forma lánguida. La vida es una lucha y
no una conversación".
—Un
«principio preliminar: la clave de una historia de misterio radica en que el
secreto debe ser simple».
—«La
cualidad específica de esta clase de relatos es estrictamente eso que llamamos
ingenio; es necesario que tengan inventiva, que estén bien construidos y posean
agudeza, igual que un chiste en un periódico satírico».
—«Un buen
relato de misterio debería limitar sus círculos como un águila que está a punto
de lanzarse en picado. La espiral debería curvarse hacia dentro y no hacia
fuera».
—«Para que
el novelista pueda matar a alguien, antes tiene que insuflarle vida».
—«Un mal
relato de misterio se va haciendo más y más misterioso; uno bueno, es
misterioso y cada vez lo va siendo menos».
—«La novela
de detectives es, después de todo, un drama de máscaras y no de rostros.
Depende más de las personalidades falsas de los protagonistas que de las
reales. El autor no puede contarnos lo más interesante de los personajes que
más nos atraen hasta el último capítulo. Es un baile de máscaras en el que todo
el mundo va disfrazado de otra persona y nadie tiene realmente ningún interés
hasta que el reloj da las doce. Eso significa, como he dicho, que no podemos
entrar en la psicología, la filosofía, la moral y la religión del caso hasta
que hayamos leído el último capítulo. Por lo tanto, creo que es mejor que el
último capítulo sea también el primero. La longitud del relato breve es la
longitud legítima para este peculiar drama de confusión de los hechos».
Primero,
unos consejos positivos:
—«La primera
regla fundamental es que el objetivo de un relato de misterio (…) no es la
oscuridad sino la luz. El relato se escribe pensando en el momento en que el
lector comprende, y no sólo en los muchos momentos preliminares en que no lo
hace».
—«El segundo
gran principio es que el alma de la ficción detectivesca no es la complejidad
sino la simplicidad».
—«En tercer
lugar, (…) el hecho o el personaje que lo explique todo debería ser un hecho o
un personaje familiar».
Segundo,
unos consejos negativos:
—«Es una
total pérdida de tiempo ver a la policía sospechando de alguien de quien
nosotros mismos no podemos sospechar».
—«Hay una
ley no escrita que obliga a que la historia avance hacia su solución, y no
debería incluir un largo bucle que pueda cortarse sin afectar al auténtico
nudo».
—Evitad
cualquier vasta organización criminal «no porque amenace vuestra vida, sino
porque amenaza vuestra alma literaria. Una vasta organización criminal es tan
aburrida como una vasta recopilación de estadísticas».
Tercero,
varios relativos a la relación especial entre autor y lector:
—«El relato
de detectives se distingue de cualquier otro tipo de relatos en que el lector
sólo está satisfecho si se siente un tonto».
—«El
verdadero objetivo de una novela de detectives inteligente no es confundir al
lector, sino iluminarlo de tal modo que cada fragmento sucesivo de la verdad
sea una sorpresa».
—«El relato
detectivesco no es más que un juego en el que en realidad el lector no compite
con el criminal sino con el autor».
—«El primer
valor esencial de las novelas de detectives radica en que son la primera y
única forma de literatura popular en que se expresa la poesía de la vida
moderna».
—«Un relato
detectivesco es, en un sentido especial, un relato espiritual, puesto que se
trata de un relato en el que se ponen en duda incluso las simpatías morales».
—«El arte
nunca es amoral, aunque pueda ser inmoral o, lo que viene a ser lo mismo,
moral, pero con una moralidad equivocada. La única emoción, incluso de una
vulgar novela de crímenes, tiene que ver con la conciencia y la voluntad, e
implica descubrir que las personas son mejores o peores de lo que parecen y que
lo son por propia elección».
—«Mientras
la constante tendencia del viejo Adán es rebelarse contra algo tan universal y
automático como la civilización, y predicar la independencia y la rebelión, la
novela policíaca tiene siempre presente el hecho de que la civilización en sí
misma es la mayor de las independencias y la más novelesca de las rebeliones.
(…) La novela policíaca es, por lo tanto, la novela del hombre. Se basa en el
hecho de que la moralidad es la más oscura y atrevida de las conspiraciones.
Nos recuerda que ese trabajo policial silencioso e imperceptible con el que nos
regimos y protegemos no es más que una triunfal caballería andante».
—«En todas
las épocas a la gente le influye más la ficción que la realidad», y eso es así
porque mientras cualquier tragedia concreta le ocurre a alguien, «podemos
afirmar que la tragedia de Estudio en escarlata le ha ocurrido a todo el mundo.
Le ha sucedido a todo el mundo como idea, y las ideas son cosas prácticas».
—«El
peculiar daño infligido por las novelas policíacas radica en que, al ser
ficticias, son mucho más puramente racionales que los sucesos detectivescos de
la vida real. (…) [En cambio] «la vida, en su sentido más agudo y severo, se
basa en atmósferas espirituales y en emociones innombrables e impalpables. Los
hombres prácticos siempre actúan basados en la imaginación: no tienen tiempo
para actuar según la sabiduría mundana. Cuando alguien recibe a un oficinista
en busca de empleo, ¿qué hace? ¿Le mide el cráneo? ¿Comprueba sus antecedentes
hereditarios? No: hace conjeturas. Como no sabemos y no podemos saber, se ve
obligado a saltar al vacío».
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