12 lecciones para el ensayista
contemporáneo. Andrés Malamud
Una buena
idea puede malograrse en un texto pantanoso, poco claro. Y una idea simple
puede brillar si el texto está bien resuelto. El politólogo Andrés Malamud se
ha convertido en un experto en el arte del ensayo breve y polémico. Hace poco
le pidieron el secreto de su método y lo sistematizó en un decálogo que, como
todo buen decálogo, contiene más de diez lecciones.
“¿Cómo
escribís una nota?” – me preguntó Juan Pablo Varsky al aire. Varias veces le
había dado vueltas al tema, pero la respuesta salió medio improvisada. Decidí
que tenía que pensarlo mejor.
La ocasión
surgió en el Congreso Nacional de Ciencia Política, a principios de agosto de
2017. En un panel sobre periodismo y ciencia política, el mismo Juan Pablo,
María O’Donnell, Esperanza Casullo y yo reflexionamos en voz alta y con el
público. María tiene la virtud de ser periodista con título de politóloga; Esperanza,
el talento para ser politóloga con título de comunicóloga. Para satisfacción de
los cuatro, el auditorio estaba lleno, intrigado y entusiasta. Transcribo acá
lo que dije entonces, una suerte de decálogo que resume mi experiencia como
politólogo que procrastina en los medios. Espero que sea de utilidad para
quienes, además del trabajo académico, deciden dedicar su tiempo a la
divulgación científica o el análisis político.
1. Prioridad. Los médicos tienen un lema: primum
non nocere – lo primero es no dañar. Si pueden, curan; si no, al menos no
empeoran. Salvando las distancias, la comunicación de ideas debería
parafrasearlos: primum non abhorrere, lo primero es no aburrir. El mejor
argumento es estéril si la audiencia cambia de canal.
2. Tema. Para elegir el contenido no hay
reglas: puede responder a un pedido del editor, a un tema candente, a una
antigua obsesión. Pero el supremo estimulante son las ganas de ganar una
discusión, de demostrar que el otro está equivocado. Los argumentos mejoran
cuando tienen rivales.
3. Objetivo. Aunque la motivación sea ganar una
discusión, la finalidad es ayudar a entender al que la mira de afuera. Un
artículo cumple su función no cuando el público aclama sino cuando exclama:
“ahhh…”.
4. Foco. Pensar, decía Borges, es olvidar
diferencias. No sirve de nada el mapa cuando tiene el mismo tamaño que el
territorio. Hay que identificar lo esencial y relegar lo accesorio. Los matices
son importantes, pero el detallismo y los firuletes juegan para el rival.
5. Secuencia. Los mejores artículos de opinión o
difusión siguen la fórmula de The Economist: entender, simplificar, exagerar.
6. Estilo. La clave de la buena escritura es
KISS: Keep It Short and Simple. Frases cortas y sin miedo al punto y aparte. Ni
cero ni dos: una idea fuerte por párrafo. Limitar las enumeraciones y los
adjetivos. Minimizar las oraciones subordinadas. Riqueza de vocabulario sí,
jerga no.
7. Conceptualización. Hace falta definir los conceptos,
sobre todo cuando el uso cotidiano es ambiguo o disputado. Pero puede hacérselo
mediante metáforas, que denotan menos pero connotan más. El truco es convertir
al lector en cómplice, y no en víctima, del texto.
8. Datos. Las opiniones son como las narices:
todos tenemos una, y sólo nos sirve a nosotros. Los argumentos se defienden con
evidencia, no con impresiones. No pretendamos que el lector crea en nuestra
palabra sólo porque es nuestra: a la brigada de los sin datos se la combate
mostrando aquello que más detestan.
9. Fuentes. Una nota periodística no es un
paper: hay que evitar el tono y la forma del académico. Pero tampoco hay que
robar. Cuando una idea tiene autor, es cortés recordarlo. Y también es útil: el
lector curioso (o desconfiado) puede así chequear nuestras afirmaciones y, si
lo desea, ir más allá y ampliar sus lecturas. La presentación conjunta de datos
y fuentes contribuye a tornar una columna de análisis política en una de
divulgación científica.
10. Encuadramiento. ¿Nuestro tema es un caso de qué? ¿A
qué reino, familia, género y especie pertenece? Es crucial distinguir si
tratamos de una regularidad histórica o una coyuntura crítica, de tiempos
normales o excepcionales, de un estado, un gobierno o un régimen. Si hay dudas,
las respuestas están en El Príncipe, El 18 Brumario, El político y el
científico o cualquier trabajo de Giovanni Sartori.
11. Comparación. A partir de un caso es imposible
generalizar, ¡pero también es imposible individualizar! ¿Cómo saber que algo es
único si no miramos otra cosa? Quien solo conoce su país no conoce ningún país.
Y así con todo.
12. Humor. Un chiste contribuye a no aburrir,
pero además cumple otra función: enfriar. El humor obliga a tomar distancia y
da perspectiva. Porque un ciudadano indignado es un buen ciudadano, pero un
analista indignado es un mal analista.