ANTOLOGIA DE DECALOGOS LITERARIOS

"Los Diez Mandamientos, considerados útiles reglas morales para vivir en sociedad, tienen un excelente uso literario. El escritor, al contar sus historias, debería hacer que sus personajes violen constantemente estos mandamientos, en conjunto o por partes. Mientras alguien robe, mate, mienta, fornique, blasfeme o desee a la mujer del prójimo tendremos un conflicto y en consecuencia una historia que contar. Por el contrario, si sus personajes se portan bien, no sucederá nada: todo será aburridísimo."
Fernando Ampuero


Uno de los más interesantes y que recoge más sabiduría, tiene un solo postulado. Se lo leí a Alejandro Quintana y dice:

"Porque en realidad ya se ha contado todo; lo novedoso es contarlo de forma interesante".

Es muy común que los escritores, cuando gozan de cierto reconocimiento, decidan organizar sus ideas en forma de recomendaciones que suelen enumerar en listas, generalmente en forma de decálogos, muy a manera de configurar una suerte de "Tablas de la Ley"o de "Diez Mandamientos" , en los que pontifican,-con razón o sin ella, en concordancia con su prestigio y sabiduría o apenas haciendo gala de una vana pretensión un tanto ególatra- sobre sus verdades decantadas acerca del oficio de escribir.

Unos condensan verdaderas sentencias, otras son apenas esbozos que naufragan en su propia babosería; unos son un compendio de ingenio, otros verdaderos destellos de humor, mientras algunos apenas sí resbalan como peligroso chascarrillo en el reino del lugar común.

De todas maneras, en esta página recopilamos algunos de ellos, como elemento para el análisis y estudio de los interesados en el ejercicio de escribir. Muy recomendado para aprendices y aficionados, para lectores desprevenidos, para alumnos de talleres literarios y para todos los que se deleitan del bello arte de la Literatura.

Al final citamos los más ingeniosos, clásicos, reconocidos o polémicos.

Lo que comenzó como un divertimento, pasó a ser una disciplina que permite enriquecer la teoría de la creación literaria, en la voz de los maestros. La idea original parte de la página www.emiliorestrepo.blogspot.com
Comentarios y aportes, favor remitirlos a emiliorestrepo@gmail.com

domingo, 25 de julio de 2021

Instrucciones para escribir un cuento (hablan los argentinos)

 Arte y Letras, Literatura

Instrucciones para escribir un cuento

Publicado por 

Tomado de: https://www.jotdown.es/2021/07/instrucciones-para-escribir-un-cuento/

Desde que llegó a la bandeja el correo con la fecha límite de entrega para este artículo, se despertó en mí, puesto que la temática argentina invita a ello, la necesidad de plantear una suerte de cuento que glosara los encantos de, como dijo Sabina, el culo más bonito del mundo. Pero, como quiera que yo me afano y me desvelo por parecer que tengo de cuentista la gracia que no quiso darme el cielo, la necesidad que entonces volvió a despertarse aquí adentro fue la de plantear un cuento que explicase cómo escribir un cuento. No es tarea fácil, amigo lector, porque a este lado del Atlántico nunca se ha llevado este modelo narrativo, pero me lo ponía mucho más fácil la temática general de la revista: ¿qué es Argentina sino eso, un manual de instrucciones para escribir un cuento? Así que de este modo se lanza a la aventura el artículo, con las ínfulas inevitables de quien intenta rozar con los dedos esa narrativa hispanoamericana que convirtió las cinco mil palabras en un género a la altura del más prestigioso.

escribir un cuento

Borges y Cortázar

Lo primero que hago —no por evidente deja de ser necesario— es dirigir el timón hacia Jorge Luis Borges. Si la cordillera de la literatura hispánica tiene cuatro o cinco cimas inalcanzables, Borges es una de ellas. En uno de los famosos diálogos con Osvaldo Ferrari, el maestro explica cómo se desarrollaba sobre sus cuartillas la vida eterna a la que se ven condenados todos sus cuentos. No parece cosa fácil. Principalmente porque, para Borges, el primer paso que ha de dar toda narración es un milagro: el inicio y el final son una revelación divina. Es decir, según Borges, el punto de partida y la meta no son escritos por él, no son ideados por él, sino que le vienen dados por una suerte de confesión celestial. Después quedan por resolver dos variables mucho más pedestres: primero, si utilizará la primera o la tercera persona; por último, la época en que se desarrollará la trama. Y con esa receta, corta pero imposible, el autor argentino (o suizo, qué más da) tejió, probablemente, los mejores cuentos que se han escrito nunca en castellano.

No parece viable que en las instrucciones para escribir cualquier cosa se incluya un milagro, salvo que te llames Borges, así que dejo atrás a un santo para vestir entes más humanos. Convendrá usted, lector, conmigo en que Cortázar es un espíritu más terrenal, más cercano. Para él, la novela es al cine lo que el cuento es a la fotografía. Esto es, que del mismo modo que con una ficción de quinientas páginas o con un largometraje de hora y media el clímax se alcanza tras una sucesión de pequeñas partes de un todo; en un cuento o en una foto ese orgasmo está ahí, condensado, como un boxeador que desde el primer golpe busca el knock-out. Con esa premisa clara, añade Cortázar, lo imprescindible es que haya una alteración de la normalidad. Es decir, que surja un movimiento que altere el régimen de la rutina, y que este suceso fantástico se inserte en las reglas cotidianas de las que nunca debió salir. No hay otro secreto para un buen cuento que buscar esa fantasía.

escribir un cuento

Quiroga, Storni, Lugones

Salgo de Cortázar para entrar en Horacio Quiroga. El escalofrío inicial que me sobreviene, como siempre que me fijo en este genio, se produce al echar un vistazo a su tenebrosa biografía: su padre, su padrastro, su mujer, sus dos mejores amigos —a los que más tarde me acercaré— y él mismo eligieron la puerta del suicidio para abandonar este mundo. No es tampoco cosa baladí. Por todos es sabido que la biografía y la obra se tocan en un punto, así que me agarro a la silla mientras escribo estas líneas. No obstante, le pierdo el miedo a Horacio cuando me topo con su decálogo para el buen cuentista. Le ahorraré a usted ocho de los diez preceptos, ya que solo con dos todo se despeja. El primer consejo, dice Quiroga, es que debe buscar el cuentista un maestro, y creer en él como en Dios mismo. Sugiere Horacio cuatro tutores, cuatro deidades por las que dejarse guiar a pies juntillas: PoeMaupassantKipling y Chéjov. Faros que alumbran el paso de la literatura universal. El segundo consejo es mucho más claro: no escriba usted bajo el imperio de la emoción.

Así que me despojo de dicha emoción para acudir a los dos amigos a los que me referí renglones atrás, esos que, como Horacio, no soportaron el peso de la vida y acabaron despeñándose por el abismo del suicidio. La primera de ellos es Alfonsina Storni, mujer decimonónica pese a no haber pisado prácticamente el siglo, que cultivó el cuento de manera minoritaria, aunque sea un elemento esencial para comprender su estallido como escritora. Resulta que, allá por los primeros años de la década de los veinte, Alfonsina quiso dedicarse a esto de la escritura publicando algunos relatos cortos en la revista Mundo Argentino, con pseudónimo y otras precauciones, pese a las cuales fue descubierta por los gerentes de la empresa para la que trabajaba, que no dudó en despedirla. Hoy Alfonsina es un mito, pero para llegar a eso tuvo que ser ninguneada y pisoteada antes de que sus cuentos se enderezasen. Esta actitud sirve para dejarnos una muesca más en el revólver de nuestro listado: sé valiente.

El otro de los dos amigos suicidas es Leopoldo Lugones, que como cuentista tiene en su haber un mérito excepcional: fue el impulsor de los microcuentos, fenómenos que hoy, en la época de las redes sociales y del tiro corto, juegan un papel fundamental en la narrativa imperante. Y precisamente en ese arte de innovar se halla el consejo para cuentistas que nos deja Lugones: él pasa por ser un innovador de primer orden. Se anticipa al modernismo, es el creador de la literatura de ciencia ficción en el país, introdujo la ciencia a la manera positivista en la novela y, tras ingerir cianuro por desamor, su muerte es hoy celebrada como el Día del Escritor en Argentina. Pero principalmente queda en el regazo de este texto la invención del microrrelato, que nos recuerda que, si quieres destacar en el mundo del cuento, has de salir por la tangente. Descubrir, reformar, concebir. No pise lugares comunes. Invente.

escribir un cuento

Bioy, Pizarnik y Piglia

La vocación. Sostiene Bioy Casares que a él le hubiera gustado ser boxeador, pero que, inexplicablemente, cada vez que algo le conmovía construía un relato. Esa vocación le llevó a escribir un cuento para una prima a la que amaba, y otros tantos para amigos a los que pretendía impresionar. Esta emoción natural puesta en el contexto del tiempo y de la experiencia construye una mente procesadora de relatos, donde el cerebro discrimina qué hay en la vida cotidiana por lo que merezca exclamar: aquí hay un cuento. Por tanto, no sé si puede pasar por instrucción, pero Casares nos sugiere que, si usted, amigo lector, siente esa vocación, anímese a despertarla.

Estas instrucciones empiezan a difuminarse el 16 de octubre de 1968. Alejandra Pizarnik estaba garabateando una carta en su escritorio de Buenos Aires. Pese a que su pareja, una fotógrafa argentina, le proporcionaba algo de paz, la reciente muerte de su padre y la adicción a las pastillas la acercaban cada vez más al precipicio. Pero sigue creyendo en sus relatos. La receptora de la carta es Ivonne Bordelois, y en ella escribe: «Ando escriturando un cuentito: una niña ve a un hombrecillo de antifaz azul, la sigue, cae en un pozo (y esto es lo principal: qué piensa ella al caer) y en el fondo la espera un colchón». Este cuento no verá la luz hasta fines del año 1972. Es decir, Alejandra invierte cuatro años en tallar un cuento de apenas tres mil palabras. Tres mil palabras pulimentadas, abrillantadas y engarzadas perfectamente en el corpus de su prosa. Pizarnik, que pasó a la historia como una escritora maldita que vive del impulso, nos recuerda una nueva lección: si quieres un cuento, trabaja.

Al último maestro que habremos de acudir para diseccionar el proceso creativo de la narrativa corta es ni más ni menos que Ricardo Piglia. El escritor del Gran Buenos Aires cuenta cómo, en uno de sus cuadernos de notas, Chéjov dejó registrado este relato: «Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida». Piglia cree que las formas clásicas del cuento están condensadas en el alma de ese relato, pese a no haber sido nunca publicado. La paradoja entre el triunfo y la muerte, el contraste frente a la secuencia lógica (perder y suicidarse) es lo que para Piglia da sentido a cualquier narración. Es decir, lo que Piglia ve necesario a la hora de dar forma a cualquier relato, necesidad de la que hacen acopio nuestras instrucciones para escribir un cuento, obviamente, es desafiar las reglas de la lógica. 

En este sentido, Piglia nos traslada a usted y a mí al inicio de este texto, al maestro común Jorge Luis Borges. Porque el cuento, como Argentina, rivaliza con el desarrollo normal de los acontecimientos, desafía la ley narrativa, impone reglas individuales y acota un lugar propio, ajeno, mágico. Un género imprevisible para una región imprevisible. Literatura, amigo lector, para un país de cuento.

sábado, 24 de julio de 2021

GABRIEL GARCIA MARQUEZ, entrevista para The Paris Review

 

Gabriel García Márquez , El arte de la ficción No. 69

Entrevistado por Peter Stone

The Paris Review  NÚMERO 82, INVIERNO DE 1981

Tomado de: https://www.theparisreview.org/interviews/3196/the-art-of-fiction-no-69-gabriel-garcia-marquez

 

 


 

Gabriel García Márquez fue entrevistado en su estudio / oficina ubicado justo detrás de su casa en San Angel Inn, una sección antigua y hermosa, llena de las flores espectacularmente coloridas de la Ciudad de México. El estudio está a pocos pasos de la casa principal. Un edificio bajo y alargado, parece haber sido diseñado originalmente como una casa de huéspedes. En el interior, en un extremo, hay un sofá, dos sillones y una barra improvisada: un pequeño frigorífico blanco con un suministro de agua mineral en la parte superior.

 

La característica más llamativa de la habitación es una gran fotografía ampliada sobre el sofá de García Márquez solo, con una elegante capa y de pie en una vista azotada por el viento que se parece un poco a Anthony Quinn.

 

García Márquez estaba sentado en su escritorio en el otro extremo del estudio. Vino a saludarme, caminando enérgicamente con paso ligero. Es un hombre de complexión sólida, de sólo un metro setenta y cinco o nueve de estatura, que parece un buen boxeador de peso mediano: de pecho ancho, pero quizás un poco delgado de piernas. Iba vestido de manera informal con pantalones de pana con un suéter ligero de cuello alto y botas de cuero negro. Su cabello es castaño oscuro y rizado y usa un gran bigote.

 

La entrevista tuvo lugar en el transcurso de tres reuniones vespertinas de aproximadamente dos horas cada una. Aunque su inglés es bastante bueno, García Márquez habló principalmente en español y sus dos hijos compartieron la traducción. Cuando García Márquez habla, su cuerpo a menudo se balancea hacia adelante y hacia atrás. Sus manos también están a menudo en movimiento haciendo pequeños pero decisivos gestos para enfatizar un punto o para indicar un cambio de dirección en su pensamiento. Alterna entre inclinarse hacia su oyente y sentarse muy atrás con las piernas cruzadas cuando habla reflexivamente.

 

 

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo se siente al usar la grabadora?

 

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

 

El problema es que en el momento en que sabes que se está grabando la entrevista, tu actitud cambia. En mi caso, de inmediato adopto una actitud defensiva. Como periodista, siento que todavía no hemos aprendido a usar una grabadora para hacer una entrevista. Creo que la mejor manera es tener una conversación larga sin que el periodista tome notas. Luego, debe recordar la conversación y escribirla como una impresión de lo que sintió, no necesariamente usando las palabras exactas expresadas. Otro método útil es tomar notas y luego interpretarlas con cierta lealtad hacia la persona entrevistada. Lo que te molesta de la cinta que graba todo es que no es leal a la persona que está siendo entrevistada, porque incluso registra y recuerda cuando te pones en ridículo. Por eso, cuando hay una grabadora, Soy consciente de que me están entrevistando; cuando no hay grabadora, hablo de forma inconsciente y completamente natural.

 

ENTREVISTADOR

 

Bueno, me hace sentir un poco culpable por usarlo, pero creo que para este tipo de entrevista probablemente lo necesitemos.

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

De todos modos, el propósito de lo que acabo de decir era ponerte a la defensiva.

 

 ENTREVISTADOR

 

Entonces, ¿nunca ha usado usted mismo una grabadora para una entrevista?

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

Como periodista, nunca lo uso. Tengo una grabadora muy buena, pero solo la uso para escuchar música. Pero claro, como periodista nunca he hecho una entrevista. He hecho reportajes, pero nunca una entrevista con preguntas y respuestas.

 

 ENTREVISTADOR

 

Escuché sobre una famosa entrevista con un marinero que había naufragado.

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

No fueron preguntas y respuestas. El marinero solo me contaba sus aventuras y yo las reescribía tratando de usar sus propias palabras y en primera persona, como si fuera él quien escribiera. Cuando la obra se publicó como una serie en un periódico, una parte cada día durante dos semanas, la firmaba el marinero, no yo. No fue hasta veinte años después que se volvió a publicar y la gente se enteró de que yo lo había escrito. Ningún editor se dio cuenta de que era bueno hasta después de haber escrito Cien años de soledad .

 

 ENTREVISTADOR

 

Desde que empezamos a hablar de periodismo, ¿cómo se siente volver a ser periodista, después de haber escrito novelas durante tanto tiempo? ¿Lo haces con una sensación diferente o con un ojo diferente?

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

Siempre he estado convencido de que mi verdadera profesión es la de periodista. Lo que antes no me gustaba del periodismo eran las condiciones laborales. Además, tuve que condicionar mis pensamientos e ideas a los intereses del periódico. Ahora, después de haber trabajado como novelista y haber logrado la independencia económica como novelista, realmente puedo elegir los temas que me interesan y corresponden a mis ideas. En cualquier caso, siempre disfruto mucho la oportunidad de hacer un gran periodismo.

 

 ENTREVISTADOR

 

¿Qué es un gran periodismo para ti?

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

Hiroshima de John Hersey fue una pieza excepcional.

 

 ENTREVISTADOR

 

¿Hay alguna historia hoy que le gustaría hacer especialmente?

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

Hay muchos, y de hecho he escrito varios. He escrito sobre Portugal, Cuba, Angola y Vietnam. Me gustaría mucho escribir sobre Polonia. Creo que si pudiera describir exactamente lo que está pasando ahora, sería una historia muy importante. Pero hace demasiado frío ahora en Polonia; Soy un periodista al que le gustan sus comodidades.

 

 ENTREVISTADOR

 

¿Crees que la novela puede hacer ciertas cosas que el periodismo no puede?

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

Nada. No creo que haya ninguna diferencia. Las fuentes son las mismas, el material es el mismo, los recursos y el idioma son los mismos. El Diario del año de la plaga de Daniel Defoe es una gran novela e Hiroshima es una gran obra de periodismo.

 

 ENTREVISTADOR

 

¿Tienen el periodista y el novelista responsabilidades diferentes a la hora de equilibrar la verdad con la imaginación?

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

En el periodismo un solo hecho es el falso prejuicio de toda la obra. Por el contrario, en la ficción un solo hecho verdadero da legitimidad a toda la obra. Esa es la única diferencia y radica en el compromiso del escritor. Un novelista puede hacer lo que quiera siempre que haga que la gente crea en ello.

 

 ENTREVISTADOR

 

En entrevistas de hace unos años, parecía que miraba hacia atrás y era un periodista con asombro por lo más rápido que era entonces.

 

 GARCÍA MÁRQUEZ

 

Me resulta más difícil escribir ahora que antes, tanto novelas como periodismo. Cuando trabajaba para los periódicos, no era muy consciente de cada palabra que escribía, mientras que ahora lo soy. Cuando trabajaba para El Espectador en Bogotá, solía hacer al menos tres historias a la semana, dos o tres notas editoriales todos los días y hacía reseñas de películas. Luego, por la noche, después de que todos se hubieran ido a casa, me quedaba escribiendo mis novelas. Me gustó el ruido de las máquinas Linotype, que sonaba como lluvia. Si paraban y me dejaban en silencio, no podría trabajar. Ahora, la producción es comparativamente pequeña. En un buen día de trabajo, desde las nueve de la mañana hasta las dos o tres de la tarde, lo máximo que puedo escribir es un breve párrafo de cuatro o cinco líneas, que suelo romper al día siguiente.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Este cambio se debe a que tus trabajos son tan elogiados o de algún tipo de compromiso político?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Es de ambos. Creo que la idea de que estoy escribiendo para muchas más personas de las que jamás imaginé ha creado una cierta responsabilidad general que es literaria y política. Incluso hay orgullo involucrado, en no querer quedarme corto en lo que hice antes.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo empezaste a escribir?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Dibujando. Dibujando caricaturas. Antes de que pudiera leer o escribir, solía dibujar cómics en la escuela y en casa. Lo curioso es que ahora me doy cuenta de que cuando estaba en el instituto tenía fama de escritor, aunque nunca escribí nada. Si había que escribir un panfleto o una carta de petición, yo era quien debía hacerlo porque supuestamente era el escritor. Cuando entré en la universidad, tenía una muy buena formación literaria en general, considerablemente por encima del promedio de mis amigos. En la universidad de Bogotá comencé a hacer nuevos amigos y conocidos, quienes me presentaron a escritores contemporáneos. Una noche, un amigo me prestó un libro de cuentos de Franz Kafka. Regresé a la pensión donde me hospedaba y comencé a leer La metamorfosis.. La primera línea casi me tira de la cama. Estuve muy sorprendido. La primera línea dice: “Cuando Gregor Samsa se despertó esa mañana de sueños incómodos, se encontró transformado en su cama en un insecto gigantesco. . . . " Cuando leí la línea pensé para mí mismo que no sabía que a nadie se le permitía escribir cosas así. Si lo hubiera sabido, habría empezado a escribir hace mucho tiempo. Así que inmediatamente comencé a escribir cuentos. Son cuentos totalmente intelectuales porque los escribía sobre la base de mi experiencia literaria y aún no había encontrado el vínculo entre la literatura y la vida. Los relatos fueron publicados en el suplemento literario del diario El Espectador.en Bogotá y tuvieron cierto éxito en ese momento, probablemente porque nadie en Colombia escribía cuentos intelectuales. Lo que se estaba escribiendo entonces trataba principalmente sobre la vida en el campo y la vida social. Cuando escribí mis primeros cuentos, me dijeron que tenían influencias joyceanas.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Habías leído a Joyce en ese momento?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Nunca había leído a Joyce, así que comencé a leer Ulises . Lo leí en la única edición en español disponible. Desde entonces, después de haber leído Ulises en inglés además de una muy buena traducción al francés, puedo ver que la traducción original al español era muy mala. Pero sí aprendí algo que me iba a ser muy útil en mi escritura futura: la técnica del monólogo interior. Más tarde encontré esto en Virginia Woolf, y me gusta la forma en que lo usa más que Joyce. Aunque después me di cuenta de que quien inventó este monólogo interior fue el escritor anónimo del Lazarillo de Tormes .

 

ENTREVISTADOR

 

¿Puedes nombrar algunas de tus primeras influencias?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Las personas que realmente me ayudaron a deshacerme de mi actitud intelectual hacia el cuento fueron los escritores de American Lost Generation. Me di cuenta de que su literatura tenía una relación con la vida que mis cuentos no tenían. Y luego tuvo lugar un evento que fue muy importante con respecto a esta actitud. Fue en el Bogotazo, el nueve de abril de 1948, cuando le dispararon a un líder político, Gaitán, y la gente de Bogotá se volvió loca en las calles. Estaba en mi pensión listo para almorzar cuando escuché la noticia. Corrí hacia el lugar, pero acababan de meter a Gaitán en un taxi y lo llevaban a un hospital. De regreso a la pensión, la gente ya había salido a las calles y se estaban manifestando, saqueando tiendas y quemando edificios. Me uní a ellos. Esa tarde y noche Me di cuenta del tipo de país en el que vivía y de lo poco que tenían que ver mis cuentos con todo eso. Cuando más tarde me vi obligado a regresar a Barranquilla en el Caribe, donde había pasado mi infancia, me di cuenta de que ese era el tipo de vida que había vivido, conocido y sobre el que quería escribir.

 

Alrededor de 1950 o del 51 ocurrió otro hecho que influyó en mis tendencias literarias. Mi madre me pidió que la acompañara a Aracataca, donde nací, y que vendiera la casa donde pasé mis primeros años. Cuando llegué allí, al principio fue bastante impactante porque ahora tenía veintidós años y no había estado allí desde los ocho. Nada había cambiado realmente, pero sentí que no estaba realmente mirando al pueblo, sino que estaba experimentandoes como si lo estuviera leyendo. Era como si todo lo que veía ya estuviera escrito, y todo lo que tenía que hacer era sentarme y copiar lo que ya estaba allí y lo que acababa de leer. A todos los efectos prácticos, todo se había convertido en literatura: las casas, la gente y los recuerdos. No estoy seguro de si ya había leído a Faulkner o no, pero ahora sé que solo una técnica como la de Faulkner podría haberme permitido escribir lo que estaba viendo. El ambiente, la decadencia, el calor en el pueblo eran aproximadamente los mismos que yo había sentido en Faulkner. Era una región de plantaciones de plátanos habitada por muchos estadounidenses de las empresas de frutas, lo que le dio el mismo tipo de atmósfera que había encontrado en los escritores del sur profundo. Los críticos han hablado de la influencia literaria de Faulkner, pero yo lo veo como una coincidencia:

 

De ese viaje al pueblo volví para escribir Leaf Storm , mi primera novela. Lo que realmente me pasó en ese viaje a Aracataca fue que me di cuenta de que todo lo ocurrido en mi infancia tenía un valor literario que recién ahora estaba apreciando. Desde el momento en que escribí Leaf Storm me di cuenta de que quería ser escritor y que nadie podía detenerme y que lo único que me quedaba por hacer era intentar ser el mejor escritor del mundo. Eso fue en 1953, pero no fue hasta 1967 que obtuve mis primeras regalías después de haber escrito cinco de mis ocho libros.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Crees que es común que los escritores jóvenes nieguen el valor de su propia infancia y experiencias e intelectualicen como lo hiciste inicialmente?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

No, el proceso suele ser al revés, pero si tuviera que darle un consejo a un joven escritor le diría que escriba sobre algo que le ha pasado; Siempre es fácil saber si un escritor está escribiendo sobre algo que le ha sucedido o algo que ha leído o le han contado. Pablo Neruda tiene una línea en un poema que dice "Dios me ayude a no inventar cuando canto". Siempre me divierte que el mayor elogio a mi trabajo venga de la imaginación, mientras que la verdad es que no hay una sola línea en todo mi trabajo que no tenga un fundamento en la realidad. El problema es que la realidad caribeña se parece a la imaginación más salvaje.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Para quién estaba escribiendo en este momento? ¿Quién era tu audiencia?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Leaf Storm fue escrito para mis amigos que me estaban ayudando y prestándome sus libros y estaban muy entusiasmados con mi trabajo. En general, creo que normalmente escribes para alguien. Cuando escribo, siempre soy consciente de que a este amigo le va a gustar esto, o que a otro amigo le va a gustar ese párrafo o capítulo, siempre pensando en personas específicas. Al final, todos los libros están escritos para tus amigos. El problema después de escribir Cien años de soledad fue que ahora ya no sé para quién de los millones de lectores estoy escribiendo; esto me trastorna y me inhibe. Es como si un millón de ojos te estuvieran mirando y realmente no supieras lo que piensan.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Qué pasa con la influencia del periodismo en tu ficción?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Creo que la influencia es recíproca. La ficción ha ayudado a mi periodismo porque le ha dado valor literario. El periodismo ha ayudado a mi ficción porque me ha mantenido en estrecha relación con la realidad.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo describiría la búsqueda de un estilo que atravesó después de Leaf Storm y antes de poder escribir Cien años de soledad ?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Después de haber escrito Leaf Storm , decidí que escribir sobre el pueblo y mi infancia era realmente un escape de tener que enfrentar y escribir sobre la realidad política del país. Tuve la falsa impresión de que me estaba escondiendo detrás de este tipo de nostalgia en lugar de enfrentarme a las cosas políticas que estaban sucediendo. Este fue el momento en que se discutió mucho sobre la relación entre literatura y política. Seguí intentando cerrar la brecha entre los dos. Mi influencia había sido Faulkner; ahora era Hemingway. Escribí No One Writes to the Colonel, In Evil Hour y Big Mama's Funeral , que se escribieron más o menos al mismo tiempo y tienen muchas cosas en común. Estas historias tienen lugar en una aldea diferente a aquella en la queOcurre una tormenta de hojas y cien años de soledad . Es un pueblo en el que no hay magia. Es una literatura periodística. Pero cuando terminé In Evil Hour , vi que todos mis puntos de vista estaban equivocados nuevamente. Llegué a ver que, de hecho, mis escritos sobre mi infancia eran más políticos y tenían más que ver con la realidad de mi país de lo que pensaba. Después de The Evil Hour no escribí nada durante cinco años. Tenía una idea de lo que siempre había querido hacer, pero faltaba algo y no estaba seguro de qué era hasta que un día descubrí el tono correcto, el tono que finalmente usé en Cien años de soledad.. Se basó en la forma en que mi abuela solía contar sus historias. Ella contaba cosas que sonaban sobrenaturales y fantásticas, pero las contaba con total naturalidad. Cuando finalmente descubrí el tono que tenía que usar, me senté durante dieciocho meses y trabajé todos los días.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo expresó lo "fantástico" con tanta naturalidad?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Lo más importante fue la expresión que tenía en su rostro. No cambió en absoluto su expresión al contar sus historias y todos se sorprendieron. En intentos anteriores de escribir Cien años de soledad , traté de contar la historia sin creer en ella. Descubrí que lo que tenía que hacer yo mismo era creer en ellos y escribirlos con la misma expresión con la que les decía mi abuela: con cara de ladrillo.

 

ENTREVISTADOR

 

También parece haber una cualidad periodística en esa técnica o tono. Describe eventos aparentemente fantásticos con un detalle tan minucioso que les da su propia realidad. ¿Es esto algo que ha aprendido del periodismo?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Es un truco periodístico que también puedes aplicar a la literatura. Por ejemplo, si dices que hay elefantes volando en el cielo, la gente no te va a creer. Pero si dices que hay cuatrocientos veinticinco elefantes volando en el cielo, la gente probablemente te creerá. Cien Años de Soledadestá lleno de ese tipo de cosas. Esa es exactamente la técnica que usó mi abuela. Recuerdo particularmente la historia del personaje que está rodeado de mariposas amarillas. Cuando era muy pequeña había un electricista que venía a la casa. Me dio mucha curiosidad porque llevaba un cinturón con el que solía colgarse de los postes eléctricos. Mi abuela solía decir que cada vez que este hombre venía, salía de la casa lleno de mariposas. Pero cuando estaba escribiendo esto, descubrí que si no dijera que las mariposas son amarillas, la gente no lo creería. Cuando estaba escribiendo el episodio de Remedios the Beauty yendo al cielo, me tomó mucho tiempo hacerlo creíble. Un día salí al jardín y vi a una mujer que venía a la casa a lavar la ropa y estaba poniendo las sábanas a secar y había mucho viento. Ella estaba discutiendo con el viento para que no se llevaran las sábanas. Descubrí que si usaba las sábanas para Remedios la Bella, ella ascendería. Así lo hice, para que fuera creíble. El problema de todo escritor es la credibilidad. Cualquiera puede escribir cualquier cosa siempre que se crea.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cuál fue el origen de la plaga del insomnio en Cien años de soledad ?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Empezando por Edipo, siempre me han interesado las plagas. He estudiado mucho sobre las plagas medievales. Uno de mis libros favoritos es The Journal of the Plague Year de Daniel Defoe, entre otras razones porque Defoe es un periodista que parece que lo que está diciendo es pura fantasía. Durante muchos años pensé que Defoe había escrito sobre la plaga de Londres mientras la observaba. Pero luego descubrí que era una novela, porque Defoe tenía menos de siete años cuando ocurrió la plaga en Londres. Las plagas siempre han sido uno de mis temas recurrentes, y en diferentes formas. En The Evil Hour , los panfletos son plagas. Durante muchos años pensé que la violencia política en Colombia tenía la misma metafísica que la peste. Antes de cien años de soledad, Había usado una plaga para matar a todos los pájaros en una historia llamada "Un día después del sábado". En Cien años de soledad utilicé la plaga del insomnio como una especie de truco literario, ya que es lo opuesto a la plaga durmiente. En definitiva, la literatura no es más que carpintería.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Puedes explicar esa analogía un poco más?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Ambos son un trabajo muy duro. Escribir algo es casi tan difícil como hacer una mesa. Con ambos se trabaja con la realidad, un material tan duro como la madera. Ambos están llenos de trucos y técnicas. Básicamente, se trata de muy poca magia y mucho trabajo duro. Y como Proust, creo, dijo, se necesita un diez por ciento de inspiración y un noventa por ciento de transpiración. Nunca he hecho carpintería, pero es el trabajo que más admiro, sobre todo porque nunca encuentras a nadie que lo haga por ti.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Qué pasa con la fiebre del plátano en Cien años de soledad ? ¿Cuánto de eso se basa en lo que hizo la United Fruit Company?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

La fiebre del plátano se basa en la realidad. Por supuesto, he usado trucos literarios en cosas que no han sido probadas históricamente. Por ejemplo, la masacre en la plaza es completamente cierta, pero aunque la escribí sobre la base de testimonios y documentos, nunca se supo exactamente cuántas personas murieron. Usé la cifra de tres mil, lo que obviamente es una exageración. Pero uno de los recuerdos de mi infancia fue ver un tren muy, muy largo salir de la plantación supuestamente llena de plátanos. Podría haber habido tres mil muertos en él, que eventualmente serían arrojados al mar. Lo realmente sorprendente es que ahora se habla con mucha naturalidad en el Congreso y en los periódicos de los “tres mil muertos”. Sospecho que la mitad de toda nuestra historia se hace de esta manera. En el otoño del patriarca, el dictador dice que no importa si no es verdad ahora, porque en algún momento del futuro será verdad. Tarde o temprano la gente cree en los escritores más que en el gobierno.

 

ENTREVISTADOR

 

Eso hace que el escritor sea bastante poderoso, ¿no?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Sí, y yo también puedo sentirlo. Me da un gran sentido de responsabilidad. Lo que realmente me gustaría hacer es un artículo periodístico que sea completamente verdadero y real, pero que suene tan fantástico como Cien años de soledad . Cuanto más vivo y recuerdo cosas del pasado, más creo que la literatura y el periodismo están íntimamente relacionados.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Qué pasa con un país que renuncia a su mar por su deuda externa, como en El otoño del patriarca ?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Sí, pero eso sucedió en realidad. Ha sucedido y sucederá muchas veces más. El otoño del patriarca es un libro completamente histórico. Encontrar probabilidades a partir de hechos reales es el trabajo del periodista y del novelista, y también es el trabajo del profeta. El problema es que mucha gente cree que soy un escritor de ficción fantástica, cuando en realidad soy una persona muy realista y escribo lo que creo que es el verdadero realismo socialista.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Es utópico?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

No estoy seguro de si la palabra utopía significa lo real o lo ideal. Pero creo que es real.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Los personajes de El otoño del patriarca , los dictadores, por ejemplo, siguen el modelo de personas reales? Parece haber similitudes con Franco, Perón y Trujillo.

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

En cada novela, el personaje es un collage: un collage de diferentes personajes que has conocido, escuchado o leído. Leí todo lo que pude encontrar sobre los dictadores latinoamericanos del siglo pasado y el comienzo de este. También hablé con mucha gente que había vivido bajo dictaduras. Hice eso durante al menos diez años. Y cuando tuve una idea clara de cómo iba a ser el personaje, hice un esfuerzo por olvidar todo lo que había leído y escuchado, para poder inventar, sin usar ninguna situación que hubiera ocurrido en la vida real. En un momento me di cuenta de que yo mismo no había vivido durante un período de tiempo bajo una dictadura, así que pensé que si escribía el libro en España, podría ver cómo era el ambiente al vivir en una dictadura establecida. Pero descubrí que el ambiente en España bajo Franco era muy diferente al de una dictadura caribeña. Así que el libro estuvo bloqueado durante un año. Faltaba algo y no estaba seguro de qué era. Luego, de la noche a la mañana, decidí que lo mejor era que volviéramos al Caribe. Entonces todos nos mudamos de regreso a Barranquilla en Colombia. Les hice una declaración a los periodistas que pensaron que era una broma. Dije que volvía porque me había olvidado a qué olía una guayaba. En verdad, era lo que realmente necesitaba para terminar mi libro. Hice un viaje por el Caribe. Mientras iba de isla en isla, encontré los elementos que eran los que faltaban en mi novela. Luego, de la noche a la mañana, decidí que lo mejor era que volviéramos al Caribe. Entonces todos nos mudamos de regreso a Barranquilla en Colombia. Les hice una declaración a los periodistas que pensaron que era una broma. Dije que volvía porque me había olvidado a qué olía una guayaba. En verdad, era lo que realmente necesitaba para terminar mi libro. Hice un viaje por el Caribe. Mientras iba de isla en isla, encontré los elementos que eran los que faltaban en mi novela. Luego, de la noche a la mañana, decidí que lo mejor era que volviéramos al Caribe. Entonces todos nos mudamos de regreso a Barranquilla en Colombia. Les hice una declaración a los periodistas que pensaron que era una broma. Dije que volvía porque me había olvidado a qué olía una guayaba. En verdad, era lo que realmente necesitaba para terminar mi libro. Hice un viaje por el Caribe. Mientras iba de isla en isla, encontré los elementos que eran los que faltaban en mi novela. Hice un viaje por el Caribe. Mientras iba de isla en isla, encontré los elementos que eran los que faltaban en mi novela. Hice un viaje por el Caribe. Mientras iba de isla en isla, encontré los elementos que eran los que faltaban en mi novela.

 

ENTREVISTADOR

 

Sueles utilizar el tema de la soledad del poder.

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Cuanto más poder tengas, más difícil será saber quién te está mintiendo y quién no. Cuando alcanzas el poder absoluto, no hay contacto con la realidad, y esa es la peor soledad que puede haber. Una persona muy poderosa, un dictador, está rodeada de intereses y personas cuyo fin último es aislarlo de la realidad; todo está en concierto para aislarlo.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Y la soledad del escritor? ¿Es esto diferente?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Tiene mucho que ver con la soledad del poder. El mismo intento del escritor de retratar la realidad lo lleva a menudo a una visión distorsionada de ella. Al intentar trasponer la realidad puede acabar perdiendo el contacto con ella, en una torre de marfil, como dicen. El periodismo es una muy buena protección contra eso. Por eso siempre he tratado de seguir haciendo periodismo, porque me mantiene en contacto con el mundo real, particularmente el periodismo político y la política. La soledad que me amenazaba después de Cien años de soledad no era la soledad del escritor; era la soledad de la fama, que se asemeja mucho más a la soledad del poder. Mis amigos me defendieron de ese, mis amigos que siempre están ahí.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Porque me las he arreglado para mantener a los mismos amigos toda mi vida. Quiero decir que no me separo ni me separo de mis viejos amigos, y ellos son los que me traen de regreso a la tierra; siempre mantienen los pies en la tierra y no son famosos.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo empiezan las cosas? Una de las imágenes recurrentes en El otoño del patriarca son las vacas en el palacio. ¿Era esta una de las imágenes originales?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Tengo un libro de fotografía que les voy a mostrar. He dicho en varias ocasiones que en la génesis de todos mis libros siempre hay una imagen. La primera imagen que tuve de El otoño del patriarca fue la de un anciano en un palacio muy lujoso al que entran las vacas y se comen las cortinas. Pero esa imagen no se concretó hasta que vi la fotografía. En Roma entré en una librería donde comencé a mirar libros de fotografía, que me gusta coleccionar. Vi esta fotografía y fue perfecta. Solo vi que así iba a ser. Como no soy un gran intelectual, puedo encontrar mis antecedentes en las cosas cotidianas, en la vida y no en las grandes obras maestras.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Alguna vez tus novelas dan giros inesperados?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Eso solía pasarme a mí al principio. En las primeras historias que escribí tenía una idea general del estado de ánimo, pero me dejaba llevar por la casualidad. El mejor consejo que me dieron desde el principio fue que estaba bien trabajar de esa manera cuando era joven porque tenía un torrente de inspiración. Pero me dijeron que si no aprendía la técnica, tendría problemas más adelante cuando la inspiración se hubiera ido y la técnica fuera necesaria para compensar. Si no hubiera aprendido eso a tiempo, ahora no podría delinear una estructura por adelantado. La estructura es un problema puramente técnico y si no lo aprendes temprano, nunca lo aprenderás.

 

ENTREVISTADOR

 

 Entonces, ¿la disciplina es muy importante para ti?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

No creo que se pueda escribir un libro que valga la pena sin una disciplina extraordinaria.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Qué pasa con los estimulantes artificiales?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Una cosa que escribió Hemingway que me impresionó mucho fue que escribir para él era como boxear. Cuidó su salud y su bienestar. Faulkner tenía fama de borracho, pero en cada entrevista que daba decía que era imposible escribir una sola línea estando borracho. Hemingway también dijo esto. Los malos lectores me han preguntado si estaba drogado cuando escribí algunas de mis obras. Pero eso ilustra que no saben nada de literatura ni de drogas. Para ser un buen escritor hay que estar absolutamente lúcido en todo momento y gozar de buena salud. Estoy muy en contra del concepto romántico de la escritura que sostiene que el acto de escribir es un sacrificio y que cuanto peores son las condiciones económicas o el estado emocional, mejor es la escritura. Creo que tienes que estar en muy buen estado físico y emocional. La creación literaria para mí requiere buena salud, y la Generación Perdida lo entendió. Eran personas que amaban la vida.

 

ENTREVISTADOR

 

Blaise Cendrars dijo que escribir es un privilegio en comparación con la mayoría de los trabajos y que los escritores exageran su sufrimiento. ¿Qué piensas?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Creo que escribir es muy difícil, pero también lo es cualquier trabajo cuidadosamente ejecutado. Lo que sí es un privilegio, sin embargo, es hacer un trabajo a su propia satisfacción. Creo que soy excesivamente exigente conmigo mismo y con los demás porque no puedo tolerar los errores; Creo que es un privilegio hacer cualquier cosa en un grado perfecto. Sin embargo, es cierto que los escritores suelen ser megalómanos y se consideran el centro del universo y la conciencia de la sociedad. Pero lo que más admiro es algo bien hecho. Siempre me alegro mucho cuando viajo de saber que los pilotos son mejores pilotos que yo soy escritor.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cuándo trabajas mejor ahora? ¿Tiene un horario de trabajo?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Cuando me convertí en escritor profesional, el mayor problema que tuve fue mi agenda. Ser periodista significaba trabajar de noche. Cuando comencé a escribir a tiempo completo tenía cuarenta años, mi horario era básicamente desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde cuando mis hijos regresaban de la escuela. Como estaba tan acostumbrado al trabajo duro, me sentía culpable de trabajar solo por la mañana; así que traté de trabajar por las tardes, pero descubrí que lo que hacía por la tarde tenía que volver a hacerlo a la mañana siguiente. Así que decidí que trabajaría desde las nueve hasta las dos y media y no haría nada más. Por las tardes tengo citas y entrevistas y cualquier otra cosa que pueda surgir. Tengo otro problema en el sentido de que solo puedo trabajar en entornos que me son familiares y que ya se han calentado con mi trabajo. No puedo escribir en hoteles o habitaciones prestadas ni en máquinas de escribir prestadas. Esto crea problemas porque cuando viajo no puedo trabajar. Por supuesto, siempre estás tratando de encontrar un pretexto para trabajar menos. Por eso las condiciones que te impones son cada vez más difíciles. Esperas inspiración sean cuales sean las circunstancias. Esa es una palabra que los románticos explotaron mucho. A mis camaradas marxistas les cuesta mucho aceptar la palabra, pero como sea que la llames, estoy convencido de que hay un estado de ánimo especial en el que puedes escribir con gran facilidad y las cosas fluyen. Todos los pretextos —como aquel en el que sólo se puede escribir en casa— desaparecen. Ese momento y ese estado mental parecen llegar cuando ha encontrado el tema correcto y las formas correctas de tratarlo. Y tiene que ser algo que te guste mucho también

 

Una de las cosas más difíciles es el primer párrafo. He pasado muchos meses en un primer párrafo, y una vez que lo consigo, el resto sale muy fácilmente. En el primer párrafo resuelves la mayoría de los problemas de tu libro. Se define el tema, el estilo, el tono. Al menos en mi caso, el primer párrafo es una especie de muestra de lo que va a ser el resto del libro. Es por eso que escribir un libro de cuentos es mucho más difícil que escribir una novela. Cada vez que escribe una historia corta, tiene que empezar de nuevo.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Son los sueños alguna vez importantes como fuente de inspiración?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Al principio les presté mucha atención. Pero luego me di cuenta de que la vida misma es la mayor fuente de inspiración y que los sueños son solo una pequeña parte de ese torrente que es la vida. Lo que es muy cierto acerca de mi escritura es que me interesan bastante los diferentes conceptos de los sueños y sus interpretaciones. Veo los sueños como parte de la vida en general, pero la realidad es mucho más rica. Pero tal vez solo tengo sueños muy pobres.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Puedes distinguir entre inspiración e intuición?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

La inspiración es cuando encuentras el tema correcto, uno que realmente te guste; eso hace el trabajo mucho más fácil. La intuición, que también es fundamental para escribir ficción, es una cualidad especial que te ayuda a descifrar lo real sin necesidad de conocimientos científicos, o cualquier otro tipo de aprendizaje especial. Las leyes de la gravedad se pueden descifrar mucho más fácilmente con la intuición que con cualquier otra cosa. Es una forma de tener experiencia sin tener que luchar por ella. Para un novelista, la intuición es fundamental. Básicamente es contrario al intelectualismo, que es probablemente lo que más detesto en el mundo, en el sentido de que el mundo real se convierte en una especie de teoría inamovible. La intuición tiene la ventaja de que lo es o no lo es. No te cuesta intentar meter una clavija redonda en un agujero cuadrado.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Son los teóricos los que no te agradan?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Exactamente. Principalmente porque realmente no puedo entenderlos. Por eso principalmente tengo que explicar la mayoría de las cosas a través de anécdotas, porque no tengo capacidad de abstracción. Por eso muchos críticos dicen que no soy una persona culta. No cito lo suficiente.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Crees que los críticos te tipifican o categorizan con demasiada claridad?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Para mí, los críticos son el mayor ejemplo de lo que es el intelectualismo. En primer lugar, tienen una teoría de lo que debería ser un escritor. Intentan que el escritor se adapte a su modelo y, si no encaja, intentan meterlo por la fuerza. Solo contesto esto porque me lo preguntaste. Realmente no tengo ningún interés en lo que los críticos piensan de mí; ni he leído críticas en muchos años. Han reivindicado para sí mismos la tarea de ser intermediarios entre el autor y el lector. Siempre he tratado de ser un escritor muy claro y preciso, intentando llegar directamente al lector sin tener que pasar por la crítica.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo valora a los traductores?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Tengo una gran admiración por los traductores, excepto por los que usan notas al pie. Siempre están tratando de explicar al lector algo que el autor probablemente no quiso decir; ya que está ahí, el lector tiene que aguantarlo. Traducir es un trabajo muy difícil, nada gratificante y muy mal pagado. Una buena traducción es siempre una recreación en otro idioma. Por eso admiro tanto a Gregory Rabassa. Mis libros han sido traducidos a veintiún idiomas y Rabassa es el único traductor que nunca ha pedido que se aclare algo para poder poner una nota a pie de página. Creo que mi trabajo ha sido completamente recreado en inglés. Hay partes del libro que son muy difíciles de seguir literalmente. La impresión que uno tiene es que el traductor leyó el libro y luego lo reescribió a partir de sus recuerdos. Por eso admiro tanto a los traductores. Son más intuitivos que intelectuales. No solo lo que los editores les pagan es completamente miserable, sino que no ven su trabajo como una creación literaria. Hay algunos libros que me hubiera gustado traducir al español, pero hubieran implicado tanto trabajo como escribir mis propios libros y no habría ganado suficiente dinero para comer.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Qué te hubiera gustado traducir?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Todo Malraux. Me hubiera gustado traducir a Conrad y Saint-Exupéry. Cuando leo, a veces tengo la sensación de que me gustaría traducir este libro. Excluyendo las grandes obras maestras, prefiero leer una traducción mediocre de un libro que tratar de leerlo en el idioma original. Nunca me siento cómodo leyendo en otro idioma, porque el único idioma que realmente siento por dentro es el español. Sin embargo, hablo italiano y francés, y sé el inglés lo suficientemente bien como para haberme envenenado con la revista Time todas las semanas durante veinte años.

 

ENTREVISTADOR

 

¿México te parece ahora tu hogar? ¿Te sientes parte de alguna comunidad más grande de escritores?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

En general, no soy amigo de escritores o artistas solo porque sean escritores o artistas. Tengo muchos amigos de diferentes profesiones, entre ellos escritores y artistas. En términos generales, siento que soy oriundo de cualquier país de América Latina pero no de otro. Los latinoamericanos sienten que España es el único país en el que nos tratan bien, pero yo personalmente no me siento de allí. En América Latina no tengo sentido de fronteras ni fronteras. Soy consciente de las diferencias que existen de un país a otro, pero en mi mente y en mi corazón es lo mismo. Donde realmente me siento como en casa es el Caribe, ya sea el Caribe francés, holandés o inglés. Siempre me impresionó que cuando me subía a un avión en Barranquilla, una dama negra con un vestido azul me sellaría el pasaporte, y cuando me bajé del avión en Jamaica, una dama negra con un vestido azul sellaría mi pasaporte, pero en inglés. No creo que el idioma haga tanta diferencia. Pero en cualquier otro lugar del mundo, me siento como un extranjero, un sentimiento que me roba la sensación de seguridad. Es un sentimiento personal, pero siempre lo tengo cuando viajo. Tengo una conciencia minoritaria.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Crees que es importante para los escritores latinoamericanos vivir un tiempo en Europa?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Quizás para tener una perspectiva real desde el exterior. El libro de cuentos que estoy pensando en escribir trata sobre los latinoamericanos que van a Europa. Lo he estado pensando durante veinte años. Si pudiera sacar una conclusión final de estos cuentos, sería que los latinoamericanos casi nunca llegan a Europa, especialmente los mexicanos, y ciertamente no se quedan. Todos los mexicanos que he conocido en Europa siempre se van el miércoles siguiente.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Qué efectos cree que ha tenido la Revolución Cubana en la literatura latinoamericana?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Hasta ahora ha sido negativo. Muchos escritores que se consideran comprometidos políticamente se sienten obligados a escribir historias no sobre lo que quieren, sino sobre lo que creen que deberían querer. Eso lo convierte en un cierto tipo de literatura calculada que no tiene nada que ver con la experiencia o la intuición. La principal razón de esto es que la influencia cultural de Cuba en América Latina ha sido muy combatida. En la propia Cuba, el proceso no se ha desarrollado hasta el punto de que se haya creado un nuevo tipo de literatura o arte. Eso es algo que necesita tiempo. La gran importancia cultural de Cuba en América Latina ha sido la de servir como una especie de puente para transmitir un tipo de literatura que existía en América Latina durante muchos años. En un sentido, El boom de la literatura latinoamericana en Estados Unidos ha sido causado por la Revolución Cubana. Todos los escritores latinoamericanos de esa generación habían estado escribiendo durante veinte años, pero los editores europeos y estadounidenses tenían muy poco interés en ellos. Cuando comenzó la Revolución Cubana, de repente surgió un gran interés por Cuba y América Latina. La revolución se convirtió en un artículo de consumo. América Latina se puso de moda. Se descubrió que existían novelas latinoamericanas que eran lo suficientemente buenas como para ser traducidas y consideradas con el resto de la literatura mundial. Lo realmente triste es que el colonialismo cultural es tan malo en América Latina que fue imposible convencer a los propios latinoamericanos de que sus propias novelas eran buenas hasta que la gente de fuera. Todos los escritores latinoamericanos de esa generación habían estado escribiendo durante veinte años, pero los editores europeos y estadounidenses tenían muy poco interés en ellos. Cuando comenzó la Revolución Cubana, de repente surgió un gran interés por Cuba y América Latina. La revolución se convirtió en un artículo de consumo. América Latina se puso de moda. Se descubrió que existían novelas latinoamericanas que eran lo suficientemente buenas como para ser traducidas y consideradas con el resto de la literatura mundial. Lo realmente triste es que el colonialismo cultural es tan malo en América Latina que fue imposible convencer a los propios latinoamericanos de que sus propias novelas eran buenas hasta que la gente de fuera. Todos los escritores latinoamericanos de esa generación habían estado escribiendo durante veinte años, pero los editores europeos y estadounidenses tenían muy poco interés en ellos. Cuando comenzó la Revolución Cubana, de repente surgió un gran interés por Cuba y América Latina. La revolución se convirtió en un artículo de consumo. América Latina se puso de moda. Se descubrió que existían novelas latinoamericanas que eran lo suficientemente buenas como para ser traducidas y consideradas con el resto de la literatura mundial. Lo realmente triste es que el colonialismo cultural es tan malo en América Latina que fue imposible convencer a los propios latinoamericanos de que sus propias novelas eran buenas hasta que la gente de fuera. Cuando comenzó la Revolución Cubana, de repente surgió un gran interés por Cuba y América Latina. La revolución se convirtió en un artículo de consumo. América Latina se puso de moda. Se descubrió que existían novelas latinoamericanas que eran lo suficientemente buenas como para ser traducidas y consideradas con el resto de la literatura mundial. Lo realmente triste es que el colonialismo cultural es tan malo en América Latina que fue imposible convencer a los propios latinoamericanos de que sus propias novelas eran buenas hasta que la gente de fuera. Cuando comenzó la Revolución Cubana, de repente surgió un gran interés por Cuba y América Latina. La revolución se convirtió en un artículo de consumo. América Latina se puso de moda. Se descubrió que existían novelas latinoamericanas que eran lo suficientemente buenas como para ser traducidas y consideradas con el resto de la literatura mundial. Lo realmente triste es que el colonialismo cultural es tan malo en América Latina que fue imposible convencer a los propios latinoamericanos de que sus propias novelas eran buenas hasta que la gente de fuera.les dijo que lo eran.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Hay algunos escritores latinoamericanos menos conocidos que admira especialmente?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Dudo que haya alguno ahora. Uno de los mejores efectos secundarios del boom de la escritura latinoamericana es que los editores siempre están atentos para asegurarse de no perderse el nuevo Cortázar. Desafortunadamente, muchos escritores jóvenes están más preocupados por la fama que por su propio trabajo. Hay un profesor de francés en la Universidad de Toulouse que escribe sobre literatura latinoamericana; muchos autores jóvenes le escribieron diciéndole que no escribiera tanto sobre mí porque yo ya no lo necesitaba y otras personas sí. Pero lo que olvidan es que cuando yo tenía su edad la crítica no escribía sobre mí, sino sobre Miguel Ángel Asturias. El punto que estoy tratando de hacer es que estos jóvenes escritores están perdiendo el tiempo escribiendo a los críticos en lugar de trabajar en su propia escritura. Es mucho más importante escribir que sobre lo que se escribe.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Crees que la fama o el éxito demasiado temprano en la carrera de un escritor es malo?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

A cualquier edad es malo. Me hubiera gustado que mis libros hubieran sido reconocidos póstumamente, al menos en los países capitalistas, donde te conviertes en una especie de mercancía.

 

ENTREVISTADOR

 

Aparte de tus favoritos, ¿qué lees hoy?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Leo las cosas más extrañas. Estaba leyendo las memorias de Muhammad Ali el otro día. De Bram Stoker Dráculaes un gran libro, y probablemente no hubiera leído hace muchos años porque hubiera pensado que era una pérdida de tiempo. Pero nunca me involucro realmente con un libro a menos que sea recomendado por alguien en quien confíe. No leo más ficción. Leí muchas memorias y documentos, incluso si son documentos falsificados. Y releo mis favoritos. La ventaja de releer es que puedes abrir en cualquier página y leer la parte que realmente te gusta. He perdido esta noción sagrada de leer solo "literatura". Leeré cualquier cosa. Intento mantenerme actualizado. Leo casi todas las revistas realmente importantes de todo el mundo todas las semanas. Siempre he estado atento a las noticias desde la costumbre de leer las máquinas de teletipo. Pero después de haber leído todos los periódicos importantes y serios de todas partes, mi esposa siempre viene y me cuenta noticias que no había escuchado. Cuando le pregunto dónde lo leyó, me dirá que lo leyó en una revista en el salón de belleza. Por eso leo revistas de moda y todo tipo de revistas para mujeres y revistas de chismes. Y aprendo muchas cosas que solo pude aprender leyéndolas. Eso me mantiene muy ocupado.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Por qué crees que la fama es tan destructiva para un escritor?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Principalmente porque invade tu vida privada. Le quita el tiempo que pasa con sus amigos y el tiempo que puede trabajar. Tiende a aislarte del mundo real. Un escritor famoso que quiera seguir escribiendo tiene que defenderse constantemente de la fama. Realmente no me gusta decir esto porque nunca suena sincero, pero realmente me hubiera gustado que mis libros se hubieran publicado después de mi muerte, así no tendría que pasar por todo este asunto de la fama y ser un gran escritor. En mi caso, la única ventaja de la fama es que he podido darle un uso político. De lo contrario, es bastante incómodo. El problema es que eres famoso las veinticuatro horas del día y no puedes decir: "Está bien, no seré famoso hasta mañana", o presionar un botón y decir: "No seré famoso aquí". o ahora."

 

ENTREVISTADOR

 

¿Anticipaste el extraordinario éxito de Cien años de soledad ?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Sabía que sería un libro que complacería a mis amigos más que a mis otros. Pero cuando mi editor español me dijo que iba a imprimir ocho mil ejemplares me quedé pasmado, porque mis otros libros nunca habían vendido más de setecientos. Le pregunté por qué no empezar despacio, pero dijo que estaba convencido de que era un buen libro y que los ocho mil ejemplares se venderían entre mayo y diciembre. En realidad todos se vendieron en una semana en Buenos Aires.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Por qué crees que Cien años de soledad hizo clic así?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

No tengo la menor idea, porque soy un pésimo crítico de mis propias obras. Una de las explicaciones más frecuentes que he escuchado es que es un libro sobre la vida privada de la gente de América Latina, un libro que fue escrito desde adentro. Esa explicación me sorprende porque en mi primer intento de escribirlo el título del libro iba a ser La casa . Quería que todo el desarrollo de la novela tuviera lugar dentro de la casa, y cualquier cosa externa sería justa en términos de su impacto en la casa. Más tarde abandoné el título La casa., pero una vez que el libro llega al pueblo de Macondo, no llega más lejos. Otra explicación que he escuchado es que cada lector puede hacer de los personajes del libro lo que quiera y hacerlos suyos. No quiero que se convierta en una película, ya que el espectador ve un rostro que tal vez no hubiera imaginado.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Hubo algún interés en convertirlo en una película?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Sí, mi agente lo puso en un millón de dólares para desalentar las ofertas y, cuando aproximaron esa oferta, la elevó a unos tres millones. Pero no tengo ningún interés en una película, y mientras pueda evitar que suceda, no lo hará. Prefiero que siga siendo una relación privada entre el lector y el libro.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Crees que algún libro se puede traducir en películas con éxito?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

No puedo pensar en ninguna película que mejore una buena novela, pero puedo pensar en muchas buenas películas que provienen de muy malas novelas.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Has pensado alguna vez en hacer películas tú mismo?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Hubo un tiempo en el que quería ser director de cine. Estudié dirección en Roma. Sentí que el cine era un medio que no tenía limitaciones y en el que todo era posible. Vine a México porque quería trabajar en el cine, no como director sino como guionista. Pero hay una gran limitación en el cine, ya que es un arte industrial, toda una industria. Es muy difícil expresar en el cine lo que realmente quieres decir. Todavía lo pienso, pero ahora me parece un lujo que me gustaría hacer con amigos pero sin ninguna esperanza de poder expresarme realmente. Así que me alejé cada vez más del cine. Mi relación con ella es como la de una pareja que no puede vivir separada, pero que tampoco puede vivir junta. Sin embargo, entre tener una compañía cinematográfica o una revista, elegiría una revista.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Cómo describiría el libro sobre Cuba en el que está trabajando ahora?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

En realidad, el libro es como un largo artículo periodístico sobre cómo es la vida en los hogares cubanos, cómo se las han arreglado para sobrevivir a la escasez. Lo que me ha llamado la atención durante los muchos viajes que he realizado a Cuba en los últimos dos años es que el bloqueo ha creado en Cuba una especie de “cultura de la necesidad”, una situación social en la que la gente tiene que arreglárselas sin ciertas cosas. . El aspecto que realmente me interesa es cómo el bloqueo ha contribuido a cambiar la mentalidad de la gente. Tenemos un choque entre una sociedad anticonsumidor y la sociedad más orientada al consumo del mundo. El libro se encuentra ahora en una etapa en la que, después de pensar que sería un artículo periodístico fácil y bastante corto, ahora se está convirtiendo en un libro muy largo y complicado. Pero eso realmente no importa, porque todos mis libros han sido así. Y además,Cien años de soledad .

 

ENTREVISTADOR

 

¿Tienes ambiciones a largo plazo o te arrepientes como escritor?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Creo que mi respuesta es la misma que te di sobre la fama. El otro día me preguntaron si me interesaría el Premio Nobel, pero creo que para mí sería una catástrofe absoluta. Ciertamente me interesaría merecerlo, pero recibirlo sería terrible. Simplemente complicaría aún más los problemas de la fama. Lo único que realmente lamento en la vida es no tener una hija.

 

ENTREVISTADOR

 

¿Hay algún proyecto en curso que pueda discutir?

 

GARCÍA MÁRQUEZ

 

Estoy absolutamente convencido de que voy a escribir el mejor libro de mi vida, pero no sé cuál será ni cuándo. Cuando siento algo así, que ya llevo sintiendo desde hace un tiempo, me quedo muy callado, para que si pasa lo pueda captar.

 

 

Fotografía del autor de Nancy Crampton.