Monólogo
del editor
Manuel
Borrás
Uno.
Nada verdaderamente importante en la vida requiere urgencia.
Dos.
El azar es la conciencia de la necesidad.
Tres.
Escapar del dictado de las modas: siempre pasan con rapidez sin
apenas dejar rastro.
Cuatro.
Evitar por todos los medios la soberbia, acampanar la voz cuando uno
trata de ser vocero de algo o alguien.
Cinco.
Sentir un respeto casi religioso por la cultura escrita.
Seis.
Este mandamiento proviene del anterior: respetar escrupulosamente a
autores y lectores
Siete.
Si hay algo que ennoblece nuestra profesión es precisamente poder
ser mediadores, servir de puente entre personas que no se conocían y
que van a estar abocadas a la amistad.
Ocho.
Otro mandamiento que se deriva del anterior: establecer una relación
de amistad con la literatura. O lo que es lo mismo, tratar, aun a
riesgo de equivocarnos, de aplicar un criterio de excelencia, más
allá del amiguismo, fundamentado exclusivamente en un pacto de
amistad con aquello que amamos: la cultura escrita.
Nueve.
Dar lo mejor de nosotros mismos, tanto profesional como humanamente.
Y
diez. No olvidar que nuestra lengua es tan rica o más, con sus
variantes regionales, que la que hablamos apenas cuarenta millones de
peninsulares.
Aparte tomado de:
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