El
Decálogo del Escritor! Esteban
Podetti
Bueno,
volvemos con el taller literario. Pero como hoy tuve mucho que hacer
y no tuve tiempo para preparar lo que se dice una
“clase-clase-clase”, me armé un “Decálogo del Escritor” de
Podeti©. Si lo hizo Horacio Quiroga yo no voy a ser menos, aparte
por lo menos yo no estoy loco así que de algún modo soy mejor.
Básicamente, consiste en todo un año de talleres literarios, pero
dividido en diez “ítems” o “cositos”; es decir que siguiendo
estos consejos podrán ser escritores talentosos y de éxito.
Dicho
esto, cabe aclarar que aunque con esto ya te arreglé lo de ser
escritor, igual el taller sigue y hay que seguir viniendo porque si
no la matrícula, bah, la matrícula, el depósito, mejor dicho, qué
depósito, los dos meses de comisión, bah, qué dos meses de
comisión, el DNI, bah, qué DNI, tu abuelito no se devuelve, por lo
menos no “enterito”, no sé si me entendés lo que te quiero
decir.
Y
ahora, el “Decálogo”:
1)
Escribe siempre, siempre, todo el tiempo, cada minuto del día,
incluso cuando te estés lavando los dientes o cagando. Escribe
incluso cuando estés escribiendo (otra cosa). Por ejemplo, yo ahora
mientras escribo el Decálogo del Escritor de Podeti© estoy
escribiendo un drama ruso, con una birome que tengo al lado de la
computadora. Es complicado, pero con práctica se puede. Y si se te
confunden las dos cosas –las cosas que estás escribiendo
simultáneamente- tómate tu tiempo para desmezclarlas tipo a la hora
de la siesta. Porque la siesta es sagrada. Pero nunca, nunca, nunca
dejes de escribir, incluso frases inconexas o teorías de la
conspiración o garabatuchis sin sentido, en las paredes de tu celda
de rocas basálticas y con las uñas, y cuando se te acaban las uñas
escribe con tus muñones sanguinolientos (comprar carilina).
¡Escribe!
2)
No escribas palabras de más. La síntesis es la mejor amiga de la
buena literatura. Nada hay más e infértil que el letal exceso de
palabrerío insensato y la inútil multiplicación fastidiosa de
parasitarios adjetivos estériles, inconsecuentes, oprobiosos y
abyectos. Si no puedes decir las cosas con la cantidad exacta de
palabras que necesitas, entonces a vender ajo, querido. A menos,
claro, que cobres por palabra. Ahí es distinto.
3)
Cuando termines tu escrito, aunque se trate de una novela de 3.000
páginas, quémala en tu chimenea de piedras basálticas y vuelve a
empezar, con la certeza de que la segunda vez te saldrá más rápido
-a menos que no hayas anotado. Hay que anotar, siempre hay que
anotar.
4)
El Autor debe conocer el Universo del que trata su Relato como si de
su Dios se tratase; y manejar sus personajes como si fueran
marionetas sin voluntad, y someterlas a pruebas cada vez más
complicadas y tortuosas. Y si estas insignificantes criaturas se
rebelan contra su más minúsculo Mandato Sagrado, debe enviarles
calamidades, llagas y escoriaciones, plagas mortales y alimañas
ponzoñosas hasta ahogarlas en la lava del Sufrimiento Eterno
mientras se sienta a escuchar sus alaridos desgarradores con una
sonrisa maliciosa e infinitamente justa en los labios. Para que
aprendan. Pero sin ensañarse, eso sí.
5)
Escribe siempre con buena luz (75 watts mínimo) y en un cuaderno
rayado, con birome negra y cada tanto sal a dar una vueltecita. Y la
siesta es sagrada.
6)
Si no puedes escribir las dieciocho horitas y media propias del
profesional, escribe dieciséis. Si no puedes escribir dieciséis,
escribe doce. Si no, ocho. Si no puedes escribir ocho, o seis, ni
siquiera una hora por día, escribe veinte minutos, pero escribe
todos los días sin excepción. Aunque sea siete minutos, que sé yo.
Cinco minutos también está bien. Es mejor escribir, ponele, tres
minutos todos los días que cuatro horas al año (sacá la cuenta). Y
si no, escribe aunque sea treinta segundos. O cinco. Escribe, si no
puede ser de otra manera, un segundo por día –tipo tres letras (de
las menos complicadas). Pero escribe todos los días. ¡Escribe!
¡Escribe! Y siempre hay que anotar. Fundamental.
7)
No te quedes sentado a esperar la Inspiración. El Buen Escritor sale
a buscarla: En la vida, en las calles, en las tabernas, en las
cárceles, en los burdeles, en los viajes, y si todo Ello falla –o
es mucho trabajo- búscala en otros libros, o en la tele. O en blogs
ajenos de internet. No sabés la cantidad de Inspiración que se
puede encontrar por ahí. A veces, con cortar y pegar la Inspiración
ya terminás un cuentito o un articulito y podés echarte una siesta.
Pero eso sí: por las dudas cámbiale dos o tres palabritas. A la
Inspiración.
8
) Cada
párrafo, cada frase, cada oración está destinada a estar escrita
con las Palabras Justas, aquellas que por sí solas son las únicas y
exactas para ser utilizadas en el contexto de tu cuento o composición
sobre la Vaca. Antes de escribir cada palabra, por insignificante que
parezca, detente a pensar entre cinco y cuarenta minutos si es ésta
la adecuada o si hay una aún mejor. Recuerda que una conjunción
copulativa mal elegida puede redundar en el éxito o el fracaso de un
escrito, y por tanto, tu éxito o fracaso como artista y ser humano.
Revisa el diccionario de sinónimos, relee los clásicos, visita la
Biblioteca Pública, organiza simposios, envíale cartas a tus amigos
escritores para preguntarles qué les parece, por ejemplo, la palabra
“escapulario” y si no habrá una mejor (para decir
“escapulario”). Haz una encuesta o “focus group” para ver qué
opina el hombre del común. Anota todo (siempre hay que anotar) Y una
vez que –luego de horas y días y meses de investigación- hayas
llegado a una conclusión, deséchala y sigue pensando, porque yo
creo que siempre se puede mejorar. Busca durante años y lustros el
vocablo justo, aunque tu barba se cubra de hilos plateados, o incluso
de canas. Y cuando, desfalleciente, tu cuerpo transfigurado en un
odre de huesos y piel seca, el rostro congelado en una macabra mueca
de locura y odio, tu departamento infestado de pulgas y orín de
gato, estés completamente seguro de que ésa y no otra es la palabra
justa y jurada sobre un cúmulo de mil Biblias, escríbela. Y ahí
nomás puedes pasar a la siguiente palabra. Bueno, y antes te puedes
echar una siestita.
9)
Ojo con la tecla CAPS LOCK, que después corregir es un quilombo.
10)
Evita a toda costa los siguientes “vicios de escritor”: El ripio;
el “Deus ex Machina”; el cliché; el estereotipo; la
inverosimilitud; el final abierto; la oración muy larga; la palabra
“vaca” escrita con be larga; la metáfora; la descripción; el
retrato; el diálogo; la narración; las malas palabras; el ceceo; el
alcoholismo; la masturbación; el froteurismo; la cleptomanía; la
dislexia; el analfabetismo; el lomo pegado con plasticola; el precio
muy alto (del libro); la siesta muy corta; el no anotar (siempre hay
que anotar).
Y
la yapa: Cuando vayas a la presentación de tu libro, procura llevar
una birome, porque a veces te dan un marcador de esos gruesos y se te
va empastando y despeluchando y al final los autógrafos te salen
todos enchastrados.
Tomado de:
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