DECÁLOGO PARA ESCRITORES DE ALICIA PÉREZ GIL
Lema de Alicia Pérez Gil: escribir, leer, vivir, amar
1.- Si estás leyendo esto es porque eres escritor. Yo no
leería el decálogo para ingenieros de nadie, esa es la base de mi primera
afirmación. Porque no soy ingeniera. Puede que sólo seas alguien que lee esto
para poder criticarlo, pero tú y yo sabemos que no eres tan mezquino ¿A que no?
No obstante, no es leer posts de normas lo que te convierte en escritor.
Escritores son los que escriben. Así que, si escribes con la intención de ser
escrito, eres escritor. Regla inamovible número uno: patada en la boca de quien
te diga que no eres escritor. ¿Aguantarías estoicamente que alguien te dijera
que no eres una persona? ¿Conoces a alguien que tenga derecho a decirte qué
eres o qué dejas de ser? Pues eso. Que nadie, excepto yo, te diga lo que eres.
Yo te digo que eres escritor.
Edito para los literales: puede que no seas escritor. Decídelo
tú.
2.- Eres escritor, así que escribe y calla. Porque si no
escribes va a ser muy difícil que puedas tomarte en serio a ti mismo durante
mucho tiempo y eso te llevará a una debacle de dudas e inseguridades. Tú
escribe, que todo saldrá bien. Estamos hablando de ser escritor, no de ser el
mejor del siglo. Te gustará poco o mucho, pero es lo que hay. Regla
inquebrantable número uno: Escribe.
3.- Establece un método y una disciplina. Esto es crucial.
Pero ten en cuenta que método y disciplina no significan lo mismo para todos.
Hay mucha gente, incluso muchos escritores, hasta muchos escritores de éxito y
reconocido prestigio, que identifican método y disciplina con encadenarse a un
escritorio durante horas hasta que les sangran los dedos. Personalmente conozco
al menos a dos escritoras que escriben cuando les da la gana. Una de ellas dice
que no se sienta si no tiene al menos cuatro horas por delante porque menos es
tontería. La otra te asegura que en el momento que se pone un horario, las
palabras se le borran de la cabeza. Una cosa matemática, oye. Quizá tu método
sea el del colibrí: picar rápido y muy a menudo. U horas de reflexión bajo los
olivos antes de sentarte a escribir; o a lo mejor eres de bar. Sea como sea,
encuentra tu manera de hacer las cosas y
hazlas. Ya sabes, regla imprescindible número uno: establece tu propio
método, pégate con cola a tu propia disciplina. El tuyo, no el de Hemingway ni
el de la vecina del quinto. No eres Hemingway y no vives en el quinto. Los que vivan en una quinta planta, pueden
cambiar quinto por segundo o por en frente.
4.- Calla. En el apartado número dos decía lo de escribe y
calla, pero no he ahondado en el calla. Así que a escribir, y punto en boca.
Porque si te pasas el día hablando te convertirás en un charlatán. Ojo, existe
el escritor bocazas y puedes escoger convertirte en uno de ellos. No hay nada
malo en que esta sea tu opción, pero atente a alas consecuencias: escritor que
habla, frase que pierde. Cuanto más hablas menos escribes. Hablar cuenta con un
amplio conjunto de verbos complementarios: quejarse, lloriquear, jactarse… Los
que quieras. Repito, si escribes para poder decir que lo haces, estás en tu
derecho. Ten en cuenta no obstante que otras especies de escritores te pondrán
en sus listas negras. Esto, por supuesto, debería traerte al fresco si has
aprendido la regla inamovible número uno: te la sopla lo que digan porque eres
escritor.
5.- Ten expectativas.
Quizá os haya salido sarpullido al leerlo. Es lo normal, no pasa nada.
Cerrad los ojos, respirad hondo y repetidlo en voz baja: debo tener
expectativas. Que no os engañen los gurús, haced el favor. La realidad es que
hay gente que vive de la literatura. Hay personas de carne y hueso -yo las he
visto- que viven de lo que escriben. Y puesto que la realidad es esa y no otra,
si lo que queréis es vivir de vuestra obra escrita, armaos de paciencia y de un
buen casco y aferraos a eso, que es lo que queréis. Tardará más o menos, os
costará más o menos y, sí, hay muchas posibilidades de que no suceda jamás,
pero es posible cobrar por lo que uno escribe y es posible pagar la hipoteca
con ello. No es fácil, pero es posible.
6.- Mantén el ánimo alto. Te vas a encontrar personas de
esas bienintencionadas (¡Ja!) que te digan que no eres escritor, que no escribes
lo suficiente, que no tienes un método y que además, aunque tu escasa obra les
encanta, quizá no produzcas con la calidad necesaria para convertirte en un
autor de éxito. Como no se puede hacer apología del crimen, que además ahora te
encierran en menos de lo que se lee un twit, no te diré que asesines a todos
esos mártires de la crítica constructiva. Sólo ten en cuenta una cosa: conserva
en tu vida a personas que sumen y deshazte de las que resten. Sumar, sí.
Restar, no. Es la única operación matemática que te va a servir en la vida
diaria. El dolor es malo. No queremos dolor. La gente que dice que te hace daño
por tu bien merece la horca. Ojo: no confundas dolor con molestias. Las
molestias son buenas porque indican dónde están los conflictos. Pero eso es
otra historia y debe ser contada en otra ocasión…
7.- Escribe de lo que te de la gana. Es tu papel en blanco y
cuando lo llenes de palabras serán tus palabras y será tu historia. Vas a pasar
unas horas desarrollando tu relato o tu novela.
Salvo que tengas la velocidad de Flash, en cuyo caso escóndete para que
nadie te mate, presa de la envidia, mientras duermes. El sentido común dice que
es mucho mejor pasar el tiempo haciendo algo que te gusta que sufriendo en
labores desagradables. O sea, que si te gusta el porno con peluches, pues
escribe de peluches sexis. Si lo tuyo son vampiros, pues vampiros. Y si te lo
pasas bomba inventando finales alternativos para Harry Potter, ya sabes lo que
tienes que hacer. Si prefieres escribir algo que esté de moda para tener más
oportunidades de venderlo, adelante con los faroles: es tu elección. Lo
escribes tú ¿Quién es nadie para decirte lo que debes hacer? ¿Un vendido? No,
señor. No hay vendidos. Y si alguien tiene la desfachatez de acusarte de nada,
recuerda: te trae el pairo porque eres escritor.
8.- La literatura no es un virus, ni una necesidad, ni se
anhela como el respirar. Es posible que pasen días sin que escribas una palabra
y que eso no te haga sentir mal. No te preocupes. No pasa nada. No irás al
infierno de los escritores por ello. Los
días tienen 24 horas y están llenos de otras cosas que quizá también disfrutes:
ver la tele, echar la siesta, ir de compras, quedar con los amigos para unas
cañas, ir al fútbol… Todo eso es lícito y no te quita puntos del carnet de
escritor. Así que vive como si fueras normal. De hecho, sacude la cabeza y saca
pecho: eres normal. Puede que prefieras pensar que los escritores son seres de
una sensibilidad especial, aquejados por la bacteria de la creación. En ese
caso tampoco pasa nada: disfruta tu enfermedad y escribe. Procura no pasear con
una mascarilla salvo que vivas en Japón, donde nadie te mirará raro. Salvo que
te guste que te miren raro.
9.- No te compares con otros escritores. Los escritores son
gente rara y esto no contradice en absoluto el párrafo anterior. No te conviene
compararte con gente rara con la que, a priori, es posible que no tengas nada
en común excepto la peculiaridad de que escribes. En serio: ellos son
escritores porque escriben, tienen sus propios métodos, usan su propia
disciplina, trabajan sus propios temas y persiguen sus propios objetivos. Es
una pérdida de tiempo tratar de establecer si tu obra es mejor o peor que la de
otro. Tú escribe y que se encarguen los críticos del resto. Salvo que quieras
ser un escritor crítico o que te ponga burro medirte con otros. Para todo hay
gustos.
10.- Que nadie te diga lo que debes hacer. Busca consejo si
quieres, pero no dejes que las palabras de otro te alejen de tu instinto. Es tu
vida, colega.
Es tu vida.
Tomado de:
1 comentario:
Alicia Pérez Gil
Me identifico bastante con lo que dices. Qué viva la libertad!
E
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