LOS CONSEJOS DE ISAAC ASIMOV
En 1959 el
bioquímico escribió un ensayo sobre la creatividad que nunca vio la luz. 'MIT
Technology Review' recupera un ensayo inédito sobre la creatividad que Isaac
Asimov escribió en 1959 tras cancelar su colaboración en un proyecto de diseño
de armas nucleares
¿Cómo pudo
Asimov escribir más de 500 libros en su vida? En nuestra época de grandes
proyectos pero pocas realizaciones, la suya parece una labor titánica,
inalcanzable.
Concentración,
amor, curiosidad insaciable son algunos de los rasgos de personalidad que,
cultivados en hábitos específicos, hicieron de Asimov este autor desbordado e
inteligente.
1. Nunca dejar de aprender
El campo de
intereses de Isaac Asimov fue sumamente amplio y así se reflejó en su obra: la
historia de Roma, la historia de la química, literatura, mitología, religión,
astronomía y varios ámbitos de conocimiento más. Él mismo no fue sólo un
escritor (por más que esto, en su caso, es por sí mismo admirable) sino también
doctor en bioquímica por la Universidad de Columbia. Esa curiosidad insaciable
es, sin duda, uno de los elementos decisivos para tener siempre algo qué decir
y, además, para decirlo a partir de una amplitud de horizontes: con riqueza,
creatividad, sentido crítico. Por último, es un claro ejemplo de que la
instrucción escolarizada no es la única posible. Al respecto de este rasgo de
su personalidad, Asimov llegó a decir:
No habría
podido escribir la variedad de libros que completé únicamente con el
conocimiento que obtuve en la escuela. Tuve que mantener un programa
autodidacta de educación. Mi biblioteca de libros de referencia creció y me di
cuenta de que tendría que esforzarme en ellos por mi miedo constante de
malentender un aspecto que para alguien experto en el tema le parecería una
simpleza.
2. No te obsesiones con los posibles
bloqueos
En los
proyectos creativos puede ser más o menos normal o previsible que el flujo de
trabajo llegue a un punto de bloqueo o de interrupción forzada. Con todo, la
creatividad auténtica no se detiene realmente. En el caso de Asimov, la
solución a esos bloqueos es simple: pasar a otro cosa.
No me quedo
mirando las hojas en blanco. No paso mis días y mis noches acariciando una
cabeza vacía de ideas. En vez de eso, simplemente dejo la novela y acudo a
cualquiera de la docena de proyectos que tengo pendientes. Escribo una
editorial, un ensayo, un cuento o trabajo en mis libros de no-ficción. Para
cuando me canso de esto, mi mente es capaz de realizar su trabajo y recuperarse.
Regreso a mi novela y me doy cuenta de que puedo escribir con facilidad.
3. No ignores tus temores, pero
tampoco les brindes más atención de la que merecen
El trabajo
creativo viene acompañado, con cierta frecuencia, de miedo. Hay quien teme
fracasar, hay quien teme no ser tan bueno como sus predecesores, temor a la
crítica, al rechazo, etc. Asimov llamó “resistencia” a este cúmulo de dudas al
respecto de la creatividad propia. Con todo, si se desea hacer algo, es
necesario vencer dicha resistencia, de lo contrario, nunca se emprenderá nada.
El escritor
ordinario está destinado a ser asaltado por las inseguridades conforme escribe.
¿La frase que acaba de crear es sensata? ¿Está tan bien expresada como podría?
¿Sería mejor si estuviera escrita de forma diferente? El escritor ordinario
está, por lo tanto, siempre revisando, siempre cortando y cambiando, siempre
tratando de expresarse diferentes maneras y, por lo que sé, nunca está
completamente satisfecho.
¿Quieres ser
ordinario o extraordinario en lo que haces? ¿Quieres seguir soñando con algo
perfecto, y nunca realizarlo, o hacer algo lo mejor posible, pero hacerlo?
4. Revisa tus estándares
En el
sentido del punto anterior, es recomendable que pienses si los criterios y
estándares desde los cuales consideras tu propio trabajo. Si eres el juez más
terrible de tu propio labor, es posible que entonces nunca te permitas
emprender o consumar algo, pues nunca estarás satisfecho con tus resultados. El
consejo de Asimov es sencillo:
Un escritor
puede sentarse y dudar de la calidad de su escritura. O puede amar su propia
escritura. Yo la amo.
Aunque puede
sonar un tanto abstracto o ambiguo, el amor es la mejor forma de aproximarnos a
todo lo que hacemos. Por lo demás, como reza la frase, “Roma no se hizo en un
día”, es decir, si es el caso que puedes realizar una obra maestra, la única
manera de hacerlo es experimentando, practicando, equivocándote, aprendiendo de
tus errores, aceptando tus limitaciones y creyendo en tus capacidades.
5. Haz más de lo que haces
Para el
momento en que determinado libro se publica, el escritor no tiene mucho tiempo
para preocuparse de cómo será recibido o si se venderá. Para entonces ya habrá
vendido muchos otros y está trabajando en otros: eso es lo que le preocupa. Y
eso intensifica la paz y la calma en su vida.
Paradójicamente,
en nuestra época estamos habituados a “hacer mucho” pero, en última instancia,
sentimos que en realidad no hacemos nada. Parece, sin embargo, que más que
hacer mucho, tenemos divida nuestra atención en muchas cosas, con lo cual nos
saboteamos a nosotros mismos, pues el multitasking que tanto se fomenta ahora
se convierte, también, en angustia y estrés. Cuando Asimov nos insta a “hacer
más” se refiere a obras sustanciales, de esas que realizamos con interés,
empeño, gusto y entusiasmo –y no sólo a distraernos con Facebook mientras se
supone que escribíamos.
6. El
secreto final…
Una vez, un
amigo, colega escritor, le preguntó a Asimov de dónde obtenía sus ideas; éste
respondió:
Pienso y
pienso y pienso hasta que estoy listo para matarme. ¿O creías que es fácil
tener una buena idea?
La
declaración suena un tanto radical, pero quizá nos parece así porque no estamos
habituados a actuar con valentía, arrojo ni determinación; no creemos que en
eso que de verdad deseamos y queremos hacer para nuestra vida debería estar
puesto todo lo que somos, todas nuestras capacidades, todos nuestros
conocimientos, nuestra energía, toda nuestra atención, pues sólo así es posible
crear algo que no existe, que necesitamos construir por nosotros mismos, por la
sencilla razón de que se trata de algo que cada uno de nosotros quiere, y que
sólo encontraremos satisfactorio luego de esa realización paulatina,
apasionada, ardua, profundamente personal.
A partir de
la pregunta “¿Cómo se obtienen las nuevas ideas?”, Asimov desarrolla algunos
puntos sobre la creatividad, y el cómo desarrollarla.
Interconexión
Según
Asimov, las nuevas ideas no aparecen de la nada, sino que son el resultado de
un proceso “evolutivo” de ideas previas. Para ejemplificar esto, utiliza
precisamente la teoría de la evolución por selección natural, desarrollada
paralelamente por Charles Darwin y Alfred Wallace en el siglo XIX. “Ambos
viajaron a lugares lejanos”, escribe, “observando especies extrañas de plantas
y animales y la manera en que estas variaban de lugar a lugar. Ambos estaban
muy interesados en encontrar explicación para esto, y ambos fallaron hasta que
se toparon con Essay on Population, de Malthus.”
Sin embargo,
muchos científicos y naturalistas del siglo XIX pudieron haber viajado a sitios
distantes tratando de encontrar explicaciones sobre la adaptabilidad de unas
especies y la extinción de otras mientras leían a Malthus. ¿Por qué sólo Darwin
y Wallace desarrollaron la teoría de la evolución? ¿No sería lo más esperable
que, si todos los factores están en la mesa o frente a nuestras narices, las
soluciones brillantes fueran más frecuentes?
Para Asimov,
la clave se encuentra en la interconexión (cross-connection) de factores: unir
puntos que nadie hubiera unido antes para observar un nuevo dibujo sobre el
mapa de las ideas, como si se tratara de una constelación a la que nunca nadie
le hubiese prestado atención –sino hasta que la inventó. Esto nos lleva al
segundo punto.
Arrojo
Siguiendo a
Asimov, a pesar de que todos los elementos de una nueva idea se encuentren
sobre la mesa, es necesaria cierta dosis de audacia para ponerlos en relación.
Y es que las ideas nuevas usualmente parecen insensatas, como “suponer que la
tierra era redonda en lugar de plana, o que se movía en lugar del sol, o que
los objetos requerían una fuerza para detenerlos cuando se movían, en lugar de
una fuerza que los siguiese moviendo, etc.”
Excentricidad
Exponer una
idea nueva requiere audacia, pero para acceder a ella se necesita, a su vez,
una medida de excentricidad. Para Asimov, la excentricidad no es andar por ahí
con sombreros extraños o hablando en pentámetros yámbicos; pensando en términos
de grupos de trabajo, la excentricidad de una persona puede ser solamente
relativa. Hay que recordar que Asimov se encontraba trabajando con ingenieros
aeronáuticos y expertos en servicios de defensa cuando redactó este ensayo,
para quienes un escritor de ciencia ficción sin duda debía parecer una persona
excéntrica.
Una persona
excéntrica respecto a algo, a menudo es excéntrica respecto a varias cosas. En
consecuencia, la persona que tiene más probabilidad de tener nuevas ideas es
una persona con experiencia en su campo de interés, y que es poco convencional
en sus hábitos.
Pensar
“fuera de la caja” implica, precisamente, ser lo suficientemente excéntrico y
audaz para vivir todo el tiempo fuera de ella.
Aislamiento
No se trata
de un tipo de soledad como la de Thoreau, aislado por completo del mundo, sino
cierto respeto a las muchas fallas de los actos creativos que sólo se pueden
cometer con la impunidad de la privacidad. Más que de habitar la proverbial
isla desierta, se trata de tener una isla (“un cuarto propio”, diría Virginia
Woolf) donde uno tenga permiso de equivocarse –es decir, de ser creativo, pues
no hay creatividad sin ensayo y error.
Mi sensación
es que, cuando se trata de creatividad, se requiere aislamiento. La persona
creativa, en este caso, está trabajando continuamente en ello. Su mente está
mezclando información todo el tiempo, incluso cuando no es consciente de ello.
Irresponsabilidad
Aunque pueda
parecer extraño, Asimov pensaba que “probablemente el sentimiento de
responsabilidad inhibe más que cualquier otra cosa.” Y resulta aún más extraño
en nuestra época, donde existen personas cuyo cargo y responsabilidad dentro de
una empresa consiste precisamente en ser creativos. Pero para Asimov:
Las grandes
ideas de la Historia provienen de personas a quienes no se les pagaba para
tener grandes ideas, sino que recibían pago por ser maestros, atender oficinas
de patentes [referencia a Albert Einstein] o burócratas insignificantes, o a
quienes no se les pagaba del todo. Las grandes ideas venían como asunto aparte.
No se trata
de no pagarle a la gente creativa o a la que necesita desarrollar ideas
innovadoras, sino de entender que las ideas verdaderamente revolucionarias en
todos los campos provienen de una fuente personal, casi diríamos íntima, que
por definición no tiene precio. Tal vez el escritor Alan Moore pueda
iluminarnos un poco al respecto de la “sana irresponsabilidad”:
El dinero es
el código de todo, ¿no es cierto? De todo lo que posiblemente necesitarás en la
vida o en la muerte. Pero hasta donde sé, no tengo precio. No se trata de
dinero. Se trata de lo que yo siento.
En suma,
podemos decir que para Asimov, la creatividad es una mezcla de factores
vitales, no condicionados ni limitados por el espíritu del presente ni por
imperativos económicos. Los beneficios económicos, morales o de otro tipo que
la creación personal pueda tener para su creador son razones de segundo orden:
lo primero y más importante (y tal vez lo que justifica cualquier empresa
creativa) es tener el privilegio de vivir una vida impredecible, donde nuestras
habilidades puedan desarrollarse y donde nuestras ideas formen parte de esa
gran cadena de inspiración que aporta el sustrato vital de la humanidad.
Si alguna
vez te encuentras en medio de una crisis creativa, recuerda a Isaac Asimov, uno
de los escritores más prolíficos. Su legado está conformado por cerca de 500
libros, además de cartas y ensayos.
Los secretos
para que nunca se te acaben las ideas como a Isaac Asimov se resguardan en It’s
Been a Good Life, biografía hecha a partir de autobiografías y diarios
publicada en 2002 por Janet Asimov.
No son
esquemas complicados, más bien las recomendaciones de Isaac Asimov son
prácticas:
Leer es indispensable
Isaac Asimov
tuvo una formación científica: se graduó como bioquímico por la Universidad de
Columbia, así que muchas de sus lecturas fueron textos de investigación, los
cuales inspiraron sus famosas historias de ciencia ficción.
Sin embargo,
su curiosidad no tenían límites, y leía todo tipo de temas que lo nutrían con
nuevas ideas. Es por eso que Asimov tiene un legado más allá de la ficción,
pues escribió sobre antiguas civilizaciones y sobre la Biblia.
No busques la perfección
Isaac Asimov
pensaba que el peor enemigo de la creatividad es el perfeccionismo. El escritor
común tiene miedo a que su texto no sea lo suficientemente claro o expresivo,
por lo que innumerables veces regresa a cambiarlo, haciendo el proceso mucho
más tardado.
Su
recomendación es pensar en el primer texto como un boceto, sentarse delante del
teclado y vaciar las ideas sin temor, al final ya habrá tiempo de pulir. El
detalle es amar tu creación.
No permitas el estancamiento
Si en un
examen no conoces la respuesta a una pregunta, debes de pasar a la siguiente.
Este es un consejo muy popular que puso en práctica Isaac Asimov, pues cuando
no sabía qué seguía en la novela, pasaba a otro texto y regresaba sólo cuando
era necesario.
El punto
principal de Isaac Asimov era nunca dejar de pensar en un idea. Para su
fortuna, tenía una memoria privilegiada que le permitía recordar todo. Otra de
sus tácticas fue recluirse y dedicarse a la escritura, lo cual puede provocar
muchos conflictos en la vida social.
Isaac Asimov aconseja a los
escritores principiantes de ciencia ficción
“A menudo
recibo una carta de algún joven afanoso, aspirante a escritor, que me pide
algunas “sugerencias” sobre el arte de escribir ciencia ficción.
Tengo la
sensación de que estos jóvenes piensan que debe existir alguna fórmula mágica
que los profesionales mantienen celosamente en secreto, pero que yo, como soy
un tipo tan bueno, voy a revelar.
Lo siento,
pero no hay tal cosa, no hay fórmula mágica, ni trucos secretos, ni atajos
escondidos. Lamento tener que decirle que es cosa de mucho trabajo durante
largo tiempo. Si usted conoce algunas excepciones a esta regla, se trata
precisamente de eso: de excepciones.
De todas
maneras, hay algunos principios generales que, según mi modo de ver, podrían
ser útiles. Son éstos:
Usted tiene
que prepararse para una carrera de escritor exitoso de ciencia ficción de la
misma manera que lo haría para cualquier otra profesión altamente
especializada. Primeramente, tiene que aprender a usar sus herramientas, tal
como un cirujano debe hacerlo con las suyas. La herramienta básica para
cualquier escritor es su lengua, lo que significa que usted debe desarrollar un
buen vocabulario y refrescar sus conocimientos de cosas tan prosaicas como la
ortografía y la gramática.
El
vocabulario está por encima de toda discusión, pero puede ser que usted piense
que la ortografía y la gramática son cosas superfluas. Después de todo, si
usted escribe una historia brillante y espléndida, seguramente el jefe de
redacción estará encantado de corregir su ortografía y su gramática. ¡No es
así! Él no lo hará.
Además, se
lo dice un veterano, si su ortografía y su gramática son desastrosas, usted no
puede escribir una historia brillante y espléndida. Quien no sabe usar la
sierra y el martillo no fabrica muebles magníficos.
Aun si usted
fue aplicado en el colegio, desarrolló su vocabulario, sabe deletrear
“sacrilegio” y “sobreseer” y nunca dice “entre usted y mí” o “nunca no hice
nada”, eso no basta. Están también la estructura sutil de la oración y la
construcción estilística del párrafo. Está el entrelazamiento inteligente de la
trama, el manejo de los diálogos y miles de otros enredos.
¿Cómo hace
usted para aprender todo eso? ¿Lee libros sobre cómo escribir o asiste a clases
sobre el tema o a conferencias? Todas estas cosas tienen valor inspirativo,
seguro, pero no van a enseñarle lo que usted quiere saber realmente.
Lo que sí ha
de enseñárselo es la lectura detenida de los maestros de la prosa. Esto no
significa que usted se obligue durante años a quedarse dormido sobre los
clásicos aburridos. Los buenos escritores son invariablemente fascinantes;
ambas cosas van juntas. A mi juicio, los escritores de lengua inglesa que hacen
el mejor uso de la palabra justa en el momento preciso y que arman sus
oraciones y párrafos con la mayor habilidad y estilo son: Charles Dickens, Mark
Twain y P.G. Wodehouse. Léalos; también a otros, pero con atención. Representan
su aula.
Observe lo
que hacen y trate de explicarse por qué lo hacen. No sirve de nada que se lo
explique otra persona. Hasta que usted mismo no lo vea, no hay nada que pueda
ayudarlo.
Pero
supongamos que a pesar de sus esfuerzos usted no termina de aprender. Bueno,
puede ser que usted no sea escritor. No es una desgracia. Siempre le queda la
posibilidad de dedicarse a alguna profesión ligeramente inferior, como la
cirugía o la presidencia de Estados Unidos. No será lo mismo, por supuesto,
pero no todos podemos ascender a las alturas.
En segundo
lugar, para llegar a ser un escritor de ciencia ficción no basta con conocer la
lengua, también hay que saber de ciencia. Puede que usted no quiera hacer mucho
uso de la ciencia en sus historias, pero de todas maneras tendrá que conocerla,
para que lo que utilice esté bien utilizado.
Esto no
significa que usted tenga que ser un científico profesional o un egresado de
una carrera científica. No necesita ir a la universidad. Pero sí significa que
tiene que estar dispuesto a estudiar ciencia por su cuenta, si su educación
formal fue débil en ese aspecto.
No es algo
imposible. Uno de los mejores escritores de ciencia ficción “dura” es Fred
Pohl, que ni siquiera terminó la secundaria. Por supuesto que hay muy poca
gente que es tan brillante como Fred, pero usted puede escribir mucho peor que
él y ser todavía bastante bueno.
Afortunadamente,
ahora se publica mucha más ciencia de divulgación de buena calidad que en las
generaciones anteriores, y usted puede aprender mucho, con bastante poco
esfuerzo, si lee los ensayos de algunos autores de ciencia ficción como L.
Sprague de Camp, Ben Bova y Poul Anderson, o incluso Isaac Asimov.
Más aun, los
científicos profesionales están escribiendo ahora también eficazmente para el
público, como lo testimonian los magníficos libros de Carl Sagan. Y siempre
está la revista Scientific American.
En tercer
lugar, aun si usted sabe ya bastante de ciencia y también aprendió a escribir,
todavía no es seguro que pueda sacar algo coherente de ambas cosas a partir de
sus borradores. Deberá convertirse en un lector diligente de la ciencia ficción
misma para aprender las convenciones y los trucos del oficio, como, por
ejemplo, entretejer el medio ambiente con la trama”.
Finalmente,
un capítulo de su libro “It’s been a
good life”, en donde reflexiona sobre el
arte de la creación literaria:
Mis días
favoritos (considerando que no tenga una compromiso ineludible que me obligue a
salir de casa) son los días fríos, depresivos, ventosos y con granizo, cuando
puedo sentarme frente a la máquina de escribir o el procesador de textos en paz
y seguridad…
Un escritor
compulsivo debe estar siempre preparado para escribir. Sprague de Camp dijo una
vez que cualquiera que desee escribir debe recluirse durante 4 horas en
completa soledad, no sólo porque toma bastante tiempo comenzar, sino porque si
te interrumpen deberás comenzar todo de nuevo.
Quizá sea
así, pero si alguien no puede escribir a menos que cuente con lapsos de 4 horas
ininterrumpidas, seguramente no va a ser prolífico. Es importante poder
comenzar a escribir en cualquier momento. Si tengo 15 minutos sin nada que
hacer, es tiempo suficiente para escribir una página o dos. Tampoco tengo la
necesidad de sentarme y perder largos periodos de tiempo ordenando mis
pensamientos antes de escribir.
Alguien me
preguntó una vez qué era lo que hacía antes de poder comenzar a escribir.
Desconcertado, le pregunté “¿A qué te refieres?”.
“Bien, a que
si haces algunos ejercicios primero, o le sacas punta a todos tus lápices, o
haces un crucigrama – ya sabes, algo para ponerte de ánimo”.
“¡Oh!”,
respondí iluminado. “Ya sé a lo que te refieres. Sí, antes de ponerme escribir
siempre enciendo primero la máquina de escribir eléctrica y luego me siento lo
suficientemente cerca como para que mis dedos alcancen las teclas”.
¿Por qué me
pasa esto? ¿Cuál es el secreto del inicio instantáneo?
Si existe
alguno, es que no escribo sólo cuando estoy escribiendo. Cada vez que estoy
lejos de mi máquina de escribir -comiendo, quedándome dormido, lavándome los
dientes- mi mente sigue trabajando. En ocasiones puedo escuchar pequeños trozos
de diálogos corriendo por mis pensamientos, o pasajes con descripciones.
Usualmente se trata de cualquier cosa que esté escribiendo o que esté por
comenzar a escribir. Incluso cuando no escucho las palabras en sí mismas, sé
que mi mente trabaja en ellas de forma inconsciente.
Por eso es
que siempre estoy listo para escribir. En cierta forma, todo ya está escrito.
Me basta sentarme y tipearlo a un centenar de palabras por minuto, siguiendo el
dictado de mi mente. Más aún, puedo ser interrumpido y no me afecta. Tras la
interrupción, simplemente vuelvo a donde estaba y retomo el dictado mental.
Desde luego,
esto significa que lo que entra a tu mente debe quedarse en tu mente. Siempre
di eso por hecho, así que nunca tomo notas. Después que Janet y yo nos casamos,
hubo algunos momentos de lucidez nocturna en que le decía “Ya sé cómo debe
seguir la novela”.
Entonces
ella me decía ansiosamente, “Levántate y escríbelo”.
Pero le
respondía “No es necesario”, y me daba vuelta a dormir.
Sabía que la
mañana siguiente lo recordaría, por supuesto. Janet se quejaba al principio de
que la volvía loca con esto, pero luego se acostumbró.
El escritor
corriente suele ser acechado por la inseguridad mientras escribe. ¿Es la
oración que escribió una que realmente recoge su sentimiento? ¿No sonaría mejor
escrita de otra forma? El escritor corriente siempre está revisando, cortando y
cambiando, siempre buscando diferentes formas de expresarse y, hasta donde sé,
nunca a su total satisfacción. Ciertamente, así no hay manera de ser prolífico.
Un escritor
prolífico en tanto, debe tener seguridad en sí mismo. No puede sentarse a dudar
de la calidad de lo que escribió. Más aún, debe amar lo que acaba de escribir.
Yo lo hago.
Puedo tomar cualquiera de mis libros, comenzar a leerlo desde cualquier parte y
me perderé inmediatamente en él, leyendo hasta que alguien me despierte del
encantamiento. A Janet esto le parece asombroso, pero para mí es muy natural.
Si no disfrutara tanto mi escritura, ¿cómo podría soportar todo el tiempo que
paso haciéndolo?
Tras editar
mi primer borrador y hacer cambios que, por lo regular, no involucran más del
5% del total, lo envío a la editorial.
Una razón de
mi seguridad es que, quizá, veo una historia o un artículo como un patrón y no
como una sucesión de palabras. Sé cómo incorporar cada parte en su lugar exacto
del patrón, así que nunca debo crear una guía externa sobre la cual trabajar.
Incluso la trama más compleja o la exposición más intrincada fluye
apropiadamente, con todo en su orden preciso.
Imagino que
un maestro en el ajedrez visualiza su juego como un patrón en vez de una
sucesión de movimientos. Un buen entrenador de béisbol seguramente ve el juego
como un patrón en vez de una sucesión de jugadas. Bien, yo también veo patrones
en mi especialidad, pero no sé cómo lo hago. Simplemente tengo esa capacidad
desde que era un niño.
Desde luego,
también ayuda el no intentar ser muy literario al escribir. Si intentas que tu
prosa se vuelva un poema, seguro que te tomará tiempo… por lo mismo he
cultivado deliberadamente un estilo bastante simple, incluso coloquial, que
puedo utilizar rápidamente y con el que pocas cosas pueden salir mal. Esto ha
llevado a que algunos críticos, con cráneos que son más hueso que mente, interpreten
esto como “no tener estilo”. Si alguien piensa que escribir con absoluta
claridad y sin términos superfluos es algo fácil, le recomiendo que pruebe a
hacerlo.
Pero ser un
escritor prolífico también tiene sus desventajas. Resulta complicado para la
vida social y familiar, ya que un escritor prolífico vive absorto. Debe
estarlo. Debe estar escribiendo o pensando en escribir virtualmente en todo
momento, sin tiempo para nada más…
Imagino que
puede ser desastroso para una familia tener un esposo y padre que nunca quiere
viajar, nunca quiere salir, ir a fiestas ni al teatro; que sólo quiere sentarse
en su cuarto y escribir. Me atrevería a decir que la ruina de mi primer
matrimonio se debió -en parte- a esto.
Tomado de:
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