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jueves, 30 de marzo de 2017

LOS CONSEJOS DE ISAAC ASIMOV

LOS  CONSEJOS DE ISAAC ASIMOV 

En 1959 el bioquímico escribió un ensayo sobre la creatividad que nunca vio la luz. 'MIT Technology Review' recupera un ensayo inédito sobre la creatividad que Isaac Asimov escribió en 1959 tras cancelar su colaboración en un proyecto de diseño de armas nucleares

¿Cómo pudo Asimov escribir más de 500 libros en su vida? En nuestra época de grandes proyectos pero pocas realizaciones, la suya parece una labor titánica, inalcanzable.

Concentración, amor, curiosidad insaciable son algunos de los rasgos de personalidad que, cultivados en hábitos específicos, hicieron de Asimov este autor desbordado e inteligente.

1. Nunca dejar de aprender

El campo de intereses de Isaac Asimov fue sumamente amplio y así se reflejó en su obra: la historia de Roma, la historia de la química, literatura, mitología, religión, astronomía y varios ámbitos de conocimiento más. Él mismo no fue sólo un escritor (por más que esto, en su caso, es por sí mismo admirable) sino también doctor en bioquímica por la Universidad de Columbia. Esa curiosidad insaciable es, sin duda, uno de los elementos decisivos para tener siempre algo qué decir y, además, para decirlo a partir de una amplitud de horizontes: con riqueza, creatividad, sentido crítico. Por último, es un claro ejemplo de que la instrucción escolarizada no es la única posible. Al respecto de este rasgo de su personalidad, Asimov llegó a decir:

No habría podido escribir la variedad de libros que completé únicamente con el conocimiento que obtuve en la escuela. Tuve que mantener un programa autodidacta de educación. Mi biblioteca de libros de referencia creció y me di cuenta de que tendría que esforzarme en ellos por mi miedo constante de malentender un aspecto que para alguien experto en el tema le parecería una simpleza.
  

2. No te obsesiones con los posibles bloqueos

En los proyectos creativos puede ser más o menos normal o previsible que el flujo de trabajo llegue a un punto de bloqueo o de interrupción forzada. Con todo, la creatividad auténtica no se detiene realmente. En el caso de Asimov, la solución a esos bloqueos es simple: pasar a otro cosa.

No me quedo mirando las hojas en blanco. No paso mis días y mis noches acariciando una cabeza vacía de ideas. En vez de eso, simplemente dejo la novela y acudo a cualquiera de la docena de proyectos que tengo pendientes. Escribo una editorial, un ensayo, un cuento o trabajo en mis libros de no-ficción. Para cuando me canso de esto, mi mente es capaz de realizar su trabajo y recuperarse. Regreso a mi novela y me doy cuenta de que puedo escribir con facilidad.


3. No ignores tus temores, pero tampoco les brindes más atención de la que merecen

El trabajo creativo viene acompañado, con cierta frecuencia, de miedo. Hay quien teme fracasar, hay quien teme no ser tan bueno como sus predecesores, temor a la crítica, al rechazo, etc. Asimov llamó “resistencia” a este cúmulo de dudas al respecto de la creatividad propia. Con todo, si se desea hacer algo, es necesario vencer dicha resistencia, de lo contrario, nunca se emprenderá nada.

El escritor ordinario está destinado a ser asaltado por las inseguridades conforme escribe. ¿La frase que acaba de crear es sensata? ¿Está tan bien expresada como podría? ¿Sería mejor si estuviera escrita de forma diferente? El escritor ordinario está, por lo tanto, siempre revisando, siempre cortando y cambiando, siempre tratando de expresarse diferentes maneras y, por lo que sé, nunca está completamente satisfecho.

¿Quieres ser ordinario o extraordinario en lo que haces? ¿Quieres seguir soñando con algo perfecto, y nunca realizarlo, o hacer algo lo mejor posible, pero hacerlo?


4. Revisa tus estándares

En el sentido del punto anterior, es recomendable que pienses si los criterios y estándares desde los cuales consideras tu propio trabajo. Si eres el juez más terrible de tu propio labor, es posible que entonces nunca te permitas emprender o consumar algo, pues nunca estarás satisfecho con tus resultados. El consejo de Asimov es sencillo:

Un escritor puede sentarse y dudar de la calidad de su escritura. O puede amar su propia escritura. Yo la amo.

Aunque puede sonar un tanto abstracto o ambiguo, el amor es la mejor forma de aproximarnos a todo lo que hacemos. Por lo demás, como reza la frase, “Roma no se hizo en un día”, es decir, si es el caso que puedes realizar una obra maestra, la única manera de hacerlo es experimentando, practicando, equivocándote, aprendiendo de tus errores, aceptando tus limitaciones y creyendo en tus capacidades.



5. Haz más de lo que haces

Para el momento en que determinado libro se publica, el escritor no tiene mucho tiempo para preocuparse de cómo será recibido o si se venderá. Para entonces ya habrá vendido muchos otros y está trabajando en otros: eso es lo que le preocupa. Y eso intensifica la paz y la calma en su vida.

Paradójicamente, en nuestra época estamos habituados a “hacer mucho” pero, en última instancia, sentimos que en realidad no hacemos nada. Parece, sin embargo, que más que hacer mucho, tenemos divida nuestra atención en muchas cosas, con lo cual nos saboteamos a nosotros mismos, pues el multitasking que tanto se fomenta ahora se convierte, también, en angustia y estrés. Cuando Asimov nos insta a “hacer más” se refiere a obras sustanciales, de esas que realizamos con interés, empeño, gusto y entusiasmo –y no sólo a distraernos con Facebook mientras se supone que escribíamos.

 6. El secreto final…

Una vez, un amigo, colega escritor, le preguntó a Asimov de dónde obtenía sus ideas; éste respondió:

Pienso y pienso y pienso hasta que estoy listo para matarme. ¿O creías que es fácil tener una buena idea?

La declaración suena un tanto radical, pero quizá nos parece así porque no estamos habituados a actuar con valentía, arrojo ni determinación; no creemos que en eso que de verdad deseamos y queremos hacer para nuestra vida debería estar puesto todo lo que somos, todas nuestras capacidades, todos nuestros conocimientos, nuestra energía, toda nuestra atención, pues sólo así es posible crear algo que no existe, que necesitamos construir por nosotros mismos, por la sencilla razón de que se trata de algo que cada uno de nosotros quiere, y que sólo encontraremos satisfactorio luego de esa realización paulatina, apasionada, ardua, profundamente personal.

A partir de la pregunta “¿Cómo se obtienen las nuevas ideas?”, Asimov desarrolla algunos puntos sobre la creatividad, y el cómo desarrollarla.

Interconexión

Según Asimov, las nuevas ideas no aparecen de la nada, sino que son el resultado de un proceso “evolutivo” de ideas previas. Para ejemplificar esto, utiliza precisamente la teoría de la evolución por selección natural, desarrollada paralelamente por Charles Darwin y Alfred Wallace en el siglo XIX. “Ambos viajaron a lugares lejanos”, escribe, “observando especies extrañas de plantas y animales y la manera en que estas variaban de lugar a lugar. Ambos estaban muy interesados en encontrar explicación para esto, y ambos fallaron hasta que se toparon con Essay on Population, de Malthus.”

Sin embargo, muchos científicos y naturalistas del siglo XIX pudieron haber viajado a sitios distantes tratando de encontrar explicaciones sobre la adaptabilidad de unas especies y la extinción de otras mientras leían a Malthus. ¿Por qué sólo Darwin y Wallace desarrollaron la teoría de la evolución? ¿No sería lo más esperable que, si todos los factores están en la mesa o frente a nuestras narices, las soluciones brillantes fueran más frecuentes?

Para Asimov, la clave se encuentra en la interconexión (cross-connection) de factores: unir puntos que nadie hubiera unido antes para observar un nuevo dibujo sobre el mapa de las ideas, como si se tratara de una constelación a la que nunca nadie le hubiese prestado atención –sino hasta que la inventó. Esto nos lleva al segundo punto.

Arrojo

Siguiendo a Asimov, a pesar de que todos los elementos de una nueva idea se encuentren sobre la mesa, es necesaria cierta dosis de audacia para ponerlos en relación. Y es que las ideas nuevas usualmente parecen insensatas, como “suponer que la tierra era redonda en lugar de plana, o que se movía en lugar del sol, o que los objetos requerían una fuerza para detenerlos cuando se movían, en lugar de una fuerza que los siguiese moviendo, etc.”

Excentricidad

Exponer una idea nueva requiere audacia, pero para acceder a ella se necesita, a su vez, una medida de excentricidad. Para Asimov, la excentricidad no es andar por ahí con sombreros extraños o hablando en pentámetros yámbicos; pensando en términos de grupos de trabajo, la excentricidad de una persona puede ser solamente relativa. Hay que recordar que Asimov se encontraba trabajando con ingenieros aeronáuticos y expertos en servicios de defensa cuando redactó este ensayo, para quienes un escritor de ciencia ficción sin duda debía parecer una persona excéntrica.

Una persona excéntrica respecto a algo, a menudo es excéntrica respecto a varias cosas. En consecuencia, la persona que tiene más probabilidad de tener nuevas ideas es una persona con experiencia en su campo de interés, y que es poco convencional en sus hábitos.

Pensar “fuera de la caja” implica, precisamente, ser lo suficientemente excéntrico y audaz para vivir todo el tiempo fuera de ella.

Aislamiento

No se trata de un tipo de soledad como la de Thoreau, aislado por completo del mundo, sino cierto respeto a las muchas fallas de los actos creativos que sólo se pueden cometer con la impunidad de la privacidad. Más que de habitar la proverbial isla desierta, se trata de tener una isla (“un cuarto propio”, diría Virginia Woolf) donde uno tenga permiso de equivocarse –es decir, de ser creativo, pues no hay creatividad sin ensayo y error.

Mi sensación es que, cuando se trata de creatividad, se requiere aislamiento. La persona creativa, en este caso, está trabajando continuamente en ello. Su mente está mezclando información todo el tiempo, incluso cuando no es consciente de ello.

Irresponsabilidad

Aunque pueda parecer extraño, Asimov pensaba que “probablemente el sentimiento de responsabilidad inhibe más que cualquier otra cosa.” Y resulta aún más extraño en nuestra época, donde existen personas cuyo cargo y responsabilidad dentro de una empresa consiste precisamente en ser creativos. Pero para Asimov:

Las grandes ideas de la Historia provienen de personas a quienes no se les pagaba para tener grandes ideas, sino que recibían pago por ser maestros, atender oficinas de patentes [referencia a Albert Einstein] o burócratas insignificantes, o a quienes no se les pagaba del todo. Las grandes ideas venían como asunto aparte.

No se trata de no pagarle a la gente creativa o a la que necesita desarrollar ideas innovadoras, sino de entender que las ideas verdaderamente revolucionarias en todos los campos provienen de una fuente personal, casi diríamos íntima, que por definición no tiene precio. Tal vez el escritor Alan Moore pueda iluminarnos un poco al respecto de la “sana irresponsabilidad”:

El dinero es el código de todo, ¿no es cierto? De todo lo que posiblemente necesitarás en la vida o en la muerte. Pero hasta donde sé, no tengo precio. No se trata de dinero. Se trata de lo que yo siento.

En suma, podemos decir que para Asimov, la creatividad es una mezcla de factores vitales, no condicionados ni limitados por el espíritu del presente ni por imperativos económicos. Los beneficios económicos, morales o de otro tipo que la creación personal pueda tener para su creador son razones de segundo orden: lo primero y más importante (y tal vez lo que justifica cualquier empresa creativa) es tener el privilegio de vivir una vida impredecible, donde nuestras habilidades puedan desarrollarse y donde nuestras ideas formen parte de esa gran cadena de inspiración que aporta el sustrato vital de la humanidad.

Si alguna vez te encuentras en medio de una crisis creativa, recuerda a Isaac Asimov, uno de los escritores más prolíficos. Su legado está conformado por cerca de 500 libros, además de cartas y ensayos.

Los secretos para que nunca se te acaben las ideas como a Isaac Asimov se resguardan en It’s Been a Good Life, biografía hecha a partir de autobiografías y diarios publicada en 2002 por Janet Asimov.

No son esquemas complicados, más bien las recomendaciones de Isaac Asimov son prácticas:

Leer es indispensable
Isaac Asimov tuvo una formación científica: se graduó como bioquímico por la Universidad de Columbia, así que muchas de sus lecturas fueron textos de investigación, los cuales inspiraron sus famosas historias de ciencia ficción.

Sin embargo, su curiosidad no tenían límites, y leía todo tipo de temas que lo nutrían con nuevas ideas. Es por eso que Asimov tiene un legado más allá de la ficción, pues escribió sobre antiguas civilizaciones y sobre la Biblia.


No busques la perfección
Isaac Asimov pensaba que el peor enemigo de la creatividad es el perfeccionismo. El escritor común tiene miedo a que su texto no sea lo suficientemente claro o expresivo, por lo que innumerables veces regresa a cambiarlo, haciendo el proceso mucho más tardado.

Su recomendación es pensar en el primer texto como un boceto, sentarse delante del teclado y vaciar las ideas sin temor, al final ya habrá tiempo de pulir. El detalle es amar tu creación.

No permitas el estancamiento
Si en un examen no conoces la respuesta a una pregunta, debes de pasar a la siguiente. Este es un consejo muy popular que puso en práctica Isaac Asimov, pues cuando no sabía qué seguía en la novela, pasaba a otro texto y regresaba sólo cuando era necesario.

El punto principal de Isaac Asimov era nunca dejar de pensar en un idea. Para su fortuna, tenía una memoria privilegiada que le permitía recordar todo. Otra de sus tácticas fue recluirse y dedicarse a la escritura, lo cual puede provocar muchos conflictos en la vida social.

Isaac Asimov aconseja a los escritores principiantes de ciencia ficción

“A menudo recibo una carta de algún joven afanoso, aspirante a escritor, que me pide algunas “sugerencias” sobre el arte de escribir ciencia ficción.

Tengo la sensación de que estos jóvenes piensan que debe existir alguna fórmula mágica que los profesionales mantienen celosamente en secreto, pero que yo, como soy un tipo tan bueno, voy a revelar.

Lo siento, pero no hay tal cosa, no hay fórmula mágica, ni trucos secretos, ni atajos escondidos. Lamento tener que decirle que es cosa de mucho trabajo durante largo tiempo. Si usted conoce algunas excepciones a esta regla, se trata precisamente de eso: de excepciones.

De todas maneras, hay algunos principios generales que, según mi modo de ver, podrían ser útiles. Son éstos:

Usted tiene que prepararse para una carrera de escritor exitoso de ciencia ficción de la misma manera que lo haría para cualquier otra profesión altamente especializada. Primeramente, tiene que aprender a usar sus herramientas, tal como un cirujano debe hacerlo con las suyas. La herramienta básica para cualquier escritor es su lengua, lo que significa que usted debe desarrollar un buen vocabulario y refrescar sus conocimientos de cosas tan prosaicas como la ortografía y la gramática.

El vocabulario está por encima de toda discusión, pero puede ser que usted piense que la ortografía y la gramática son cosas superfluas. Después de todo, si usted escribe una historia brillante y espléndida, seguramente el jefe de redacción estará encantado de corregir su ortografía y su gramática. ¡No es así! Él no lo hará.

Además, se lo dice un veterano, si su ortografía y su gramática son desastrosas, usted no puede escribir una historia brillante y espléndida. Quien no sabe usar la sierra y el martillo no fabrica muebles magníficos.

Aun si usted fue aplicado en el colegio, desarrolló su vocabulario, sabe deletrear “sacrilegio” y “sobreseer” y nunca dice “entre usted y mí” o “nunca no hice nada”, eso no basta. Están también la estructura sutil de la oración y la construcción estilística del párrafo. Está el entrelazamiento inteligente de la trama, el manejo de los diálogos y miles de otros enredos.

¿Cómo hace usted para aprender todo eso? ¿Lee libros sobre cómo escribir o asiste a clases sobre el tema o a conferencias? Todas estas cosas tienen valor inspirativo, seguro, pero no van a enseñarle lo que usted quiere saber realmente.

Lo que sí ha de enseñárselo es la lectura detenida de los maestros de la prosa. Esto no significa que usted se obligue durante años a quedarse dormido sobre los clásicos aburridos. Los buenos escritores son invariablemente fascinantes; ambas cosas van juntas. A mi juicio, los escritores de lengua inglesa que hacen el mejor uso de la palabra justa en el momento preciso y que arman sus oraciones y párrafos con la mayor habilidad y estilo son: Charles Dickens, Mark Twain y P.G. Wodehouse. Léalos; también a otros, pero con atención. Representan su aula.

Observe lo que hacen y trate de explicarse por qué lo hacen. No sirve de nada que se lo explique otra persona. Hasta que usted mismo no lo vea, no hay nada que pueda ayudarlo.

Pero supongamos que a pesar de sus esfuerzos usted no termina de aprender. Bueno, puede ser que usted no sea escritor. No es una desgracia. Siempre le queda la posibilidad de dedicarse a alguna profesión ligeramente inferior, como la cirugía o la presidencia de Estados Unidos. No será lo mismo, por supuesto, pero no todos podemos ascender a las alturas.

En segundo lugar, para llegar a ser un escritor de ciencia ficción no basta con conocer la lengua, también hay que saber de ciencia. Puede que usted no quiera hacer mucho uso de la ciencia en sus historias, pero de todas maneras tendrá que conocerla, para que lo que utilice esté bien utilizado.

Esto no significa que usted tenga que ser un científico profesional o un egresado de una carrera científica. No necesita ir a la universidad. Pero sí significa que tiene que estar dispuesto a estudiar ciencia por su cuenta, si su educación formal fue débil en ese aspecto.

No es algo imposible. Uno de los mejores escritores de ciencia ficción “dura” es Fred Pohl, que ni siquiera terminó la secundaria. Por supuesto que hay muy poca gente que es tan brillante como Fred, pero usted puede escribir mucho peor que él y ser todavía bastante bueno.

Afortunadamente, ahora se publica mucha más ciencia de divulgación de buena calidad que en las generaciones anteriores, y usted puede aprender mucho, con bastante poco esfuerzo, si lee los ensayos de algunos autores de ciencia ficción como L. Sprague de Camp, Ben Bova y Poul Anderson, o incluso Isaac Asimov.

Más aun, los científicos profesionales están escribiendo ahora también eficazmente para el público, como lo testimonian los magníficos libros de Carl Sagan. Y siempre está la revista Scientific American.

En tercer lugar, aun si usted sabe ya bastante de ciencia y también aprendió a escribir, todavía no es seguro que pueda sacar algo coherente de ambas cosas a partir de sus borradores. Deberá convertirse en un lector diligente de la ciencia ficción misma para aprender las convenciones y los trucos del oficio, como, por ejemplo, entretejer el medio ambiente con la trama”.

Finalmente, un capítulo de su libro  “It’s been a good life”,  en donde reflexiona sobre el arte de la creación literaria:

Mis días favoritos (considerando que no tenga una compromiso ineludible que me obligue a salir de casa) son los días fríos, depresivos, ventosos y con granizo, cuando puedo sentarme frente a la máquina de escribir o el procesador de textos en paz y seguridad…

Un escritor compulsivo debe estar siempre preparado para escribir. Sprague de Camp dijo una vez que cualquiera que desee escribir debe recluirse durante 4 horas en completa soledad, no sólo porque toma bastante tiempo comenzar, sino porque si te interrumpen deberás comenzar todo de nuevo.

Quizá sea así, pero si alguien no puede escribir a menos que cuente con lapsos de 4 horas ininterrumpidas, seguramente no va a ser prolífico. Es importante poder comenzar a escribir en cualquier momento. Si tengo 15 minutos sin nada que hacer, es tiempo suficiente para escribir una página o dos. Tampoco tengo la necesidad de sentarme y perder largos periodos de tiempo ordenando mis pensamientos antes de escribir.

Alguien me preguntó una vez qué era lo que hacía antes de poder comenzar a escribir. Desconcertado, le pregunté “¿A qué te refieres?”.

“Bien, a que si haces algunos ejercicios primero, o le sacas punta a todos tus lápices, o haces un crucigrama – ya sabes, algo para ponerte de ánimo”.

“¡Oh!”, respondí iluminado. “Ya sé a lo que te refieres. Sí, antes de ponerme escribir siempre enciendo primero la máquina de escribir eléctrica y luego me siento lo suficientemente cerca como para que mis dedos alcancen las teclas”.

¿Por qué me pasa esto? ¿Cuál es el secreto del inicio instantáneo?

Si existe alguno, es que no escribo sólo cuando estoy escribiendo. Cada vez que estoy lejos de mi máquina de escribir -comiendo, quedándome dormido, lavándome los dientes- mi mente sigue trabajando. En ocasiones puedo escuchar pequeños trozos de diálogos corriendo por mis pensamientos, o pasajes con descripciones. Usualmente se trata de cualquier cosa que esté escribiendo o que esté por comenzar a escribir. Incluso cuando no escucho las palabras en sí mismas, sé que mi mente trabaja en ellas de forma inconsciente.

Por eso es que siempre estoy listo para escribir. En cierta forma, todo ya está escrito. Me basta sentarme y tipearlo a un centenar de palabras por minuto, siguiendo el dictado de mi mente. Más aún, puedo ser interrumpido y no me afecta. Tras la interrupción, simplemente vuelvo a donde estaba y retomo el dictado mental.

Desde luego, esto significa que lo que entra a tu mente debe quedarse en tu mente. Siempre di eso por hecho, así que nunca tomo notas. Después que Janet y yo nos casamos, hubo algunos momentos de lucidez nocturna en que le decía “Ya sé cómo debe seguir la novela”.

Entonces ella me decía ansiosamente, “Levántate y escríbelo”.

Pero le respondía “No es necesario”, y me daba vuelta a dormir.

Sabía que la mañana siguiente lo recordaría, por supuesto. Janet se quejaba al principio de que la volvía loca con esto, pero luego se acostumbró.

El escritor corriente suele ser acechado por la inseguridad mientras escribe. ¿Es la oración que escribió una que realmente recoge su sentimiento? ¿No sonaría mejor escrita de otra forma? El escritor corriente siempre está revisando, cortando y cambiando, siempre buscando diferentes formas de expresarse y, hasta donde sé, nunca a su total satisfacción. Ciertamente, así no hay manera de ser prolífico.

Un escritor prolífico en tanto, debe tener seguridad en sí mismo. No puede sentarse a dudar de la calidad de lo que escribió. Más aún, debe amar lo que acaba de escribir.

Yo lo hago. Puedo tomar cualquiera de mis libros, comenzar a leerlo desde cualquier parte y me perderé inmediatamente en él, leyendo hasta que alguien me despierte del encantamiento. A Janet esto le parece asombroso, pero para mí es muy natural. Si no disfrutara tanto mi escritura, ¿cómo podría soportar todo el tiempo que paso haciéndolo?

Tras editar mi primer borrador y hacer cambios que, por lo regular, no involucran más del 5% del total, lo envío a la editorial.

Una razón de mi seguridad es que, quizá, veo una historia o un artículo como un patrón y no como una sucesión de palabras. Sé cómo incorporar cada parte en su lugar exacto del patrón, así que nunca debo crear una guía externa sobre la cual trabajar. Incluso la trama más compleja o la exposición más intrincada fluye apropiadamente, con todo en su orden preciso.

Imagino que un maestro en el ajedrez visualiza su juego como un patrón en vez de una sucesión de movimientos. Un buen entrenador de béisbol seguramente ve el juego como un patrón en vez de una sucesión de jugadas. Bien, yo también veo patrones en mi especialidad, pero no sé cómo lo hago. Simplemente tengo esa capacidad desde que era un niño.

Desde luego, también ayuda el no intentar ser muy literario al escribir. Si intentas que tu prosa se vuelva un poema, seguro que te tomará tiempo… por lo mismo he cultivado deliberadamente un estilo bastante simple, incluso coloquial, que puedo utilizar rápidamente y con el que pocas cosas pueden salir mal. Esto ha llevado a que algunos críticos, con cráneos que son más hueso que mente, interpreten esto como “no tener estilo”. Si alguien piensa que escribir con absoluta claridad y sin términos superfluos es algo fácil, le recomiendo que pruebe a hacerlo.

Pero ser un escritor prolífico también tiene sus desventajas. Resulta complicado para la vida social y familiar, ya que un escritor prolífico vive absorto. Debe estarlo. Debe estar escribiendo o pensando en escribir virtualmente en todo momento, sin tiempo para nada más…

Imagino que puede ser desastroso para una familia tener un esposo y padre que nunca quiere viajar, nunca quiere salir, ir a fiestas ni al teatro; que sólo quiere sentarse en su cuarto y escribir. Me atrevería a decir que la ruina de mi primer matrimonio se debió -en parte- a esto.

Tomado de: 


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