VARGAS
LLOSA Y GARCÍA MARQUEZ: SIMILITUDES LLAMATIVAS
Si
bien el famoso puñetazo propinado por Vargas Llosa a García
Márquez en 1976 los separó para siempre, la vida de ambos
escritores tiene una serie de semejanzas y paralelismos que haría
las delicias de un cabalista, un numerólogo o un especialista en
bioritmos.
El
Premio Nobel de Literatura entregado al primero en 2010 volvió
a hacer confluir las carreras de Mario Vargas Llosa y Gabriel García
Márquez, ganador del mismo en 1982, quienes se habían conocido en
Venezuela, en 1967 y, (y aquí empiezan las semejanzas)fueron las dos
figuras más emblemáticas del “Boom Latinoamericano”.
Para
comenzar, ambos fueron ganadores del premio Rómulo Gallegos, el
peruano en el año en que se conocieron y el colombiano,
posteriormente, en 1972, con “Cien Años de Soledad”, que se
convertiría además en núcleo de la tesis doctoral de Vargas Llosa,
“Historia de un deicidio”, con la cual se graduó en la
Universidad Complutense de Madrid.
Dice Salvador García:
“Así
que no parece meramente fortuito que las dos primeras entregas del
Premio Rómulo Gallegos, el más prestigioso entonces de la lengua
castellana, recayera en las mejores novelas de estos autores: La
Casa Verde y Cien
años de soledad,
y que los discursos y las actitudes políticas asumidos por ambos
durante la entrega de aquéllos constituyeran dos de los mayores
escándalos político-literarios de América Latina de los años
sesenta y
setenta.”
Citamos
a Jacobo Dolano:
“Al
trazar un paralelo entre ambos autores surgen una serie de
extrañas coincidencias biográficas que parecen sacadas de sus
propias novelas y marcan el contenido de sus obras. Viven desde hace
décadas vidas entrelazadas; contemporáneos, ambos nacidos en
el mes de marzo, escritores y periodistas con una vasta
creatividad y rica narrativa. Compañeros primero, amigos íntimos
después y finalmente protagonistas de un enfrentamiento, que terminó
con un ojo morado del colombiano y le puso punto final a una de las
simpatías más fructíferas de la historia de la
literatura.”
Hay
que recordar que en sus inicios, ambos vivieron varios años en París
y en Barcelona.
Dice
Dasso
Saldívar en
la obra sobre Gabo, “El viaje a la semilla” :
“Esta
admiración mutua tenía su origen no sólo en el hecho evidente de
ser ambos dos grandes de la novela latinoamericana, sino tal vez en
el hecho mágico del soterrado paralelismo de sus vidas, un
paralelismo que parece sacado de las páginas del divino Plutarco.
Ambos
habían sido criados por sus abuelos maternos con todas las
complacencias y habían sido dos niños mimados y caprichosos que
perdieron el paraíso de su infancia a los diez años;
Ambos
conocieron tarde a sus padres y su relación con ellos sería una
relación de desencuentro, entre otras razones, porque éstos
expresaron su reserva o su oposición a la vocación de sus hijos;
Ambos
estudiaron en colegios religiosos y cursaron el bachillerato como
internos en centros de régimen monacal o castrense, abrazando la
literatura como refugio y como afirmación de su identidad frente a
un ambiente que les es hostil o repugnante;
Ambos
encontraron en el teatro y la poesía los pilares iniciales de su
formación literaria y escribieron versos en su adolescencia y
publicaron su primer cuento casi a la misma edad;
Ambos
leyeron con fervor a Alejandro Dumas y a Tolstoi, a Rubén Darío y a
Faulkner, a Borges y a Neruda;
Ambos
empezaron a ganarse la vida en periódicos de provincia en
condiciones muy precarias y llegaron muy jóvenes a Europa atraídos
por el mito literario de París, donde siguieron viviendo del
periodismo, padeciendo en la Ciudad Luz los días tal vez más
oscuros de sus vidas;
Ambos
pudieron seguir escribiendo sus libros gracias a las buhardillas que
los mismos esposos M. y Mme. Lacroix les fiaron durante meses en dos
hoteles del Barrio Latino y ambos vieron rechazadas sus primeras
novelas por editoriales de la misma ciudad de Buenos Aires; de
orientación marxista, los dos eludieron siempre la militancia
política en partidos de izquierda y eran defensores confesos de la
revolución cubana;
Ambos
serían amigos y delfines del gran poeta de las Américas, Pablo
Neruda, y terminarían siendo los «hijos» predilectos de la misma
Mamá Grande, Carmen Balcells; y, como punto de convergencia, los dos
llegarían a ser las estrellas más rutilantes del firmamento de la
nueva novela latinoamericana, del impropia y tópicamente llamado
Boom.”
Desde
el punto de vista de parentesco familiar, dadas sus excelentes
relaciones de aquellos años, llegaron hasta el compadrazgo:
“El
padrino de bautizo del segundo hijo de Gabo, Gabriel Rodrigo, es
Vargas Llosa, de hecho.”
(http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/historia-puno-partio-amistad-entre-vargas-llosa-y-garcia-marquez
)
García
Márquez hizo de padrino en el bautizo del segundo hijo de los Vargas
Llosa, a quien pusieron de nombre Gabriel Rodrigo Gonzalo.
Una
de las mejores y más impresionantes anécdotas, es la que sigue.
Dice
Oscar Alarcón:
“Así
les ha sucedido innumerables veces, infinidades, desde cuando varios
años atrás ambos habrían de recordar los albergues parisinos en
donde, sin saberlo, estuvieron en épocas distintas, pobres e
indocumentados, esperando ellos el trabajo o la ayuda para conseguir
lo que siempre deseaban lograr y lo obtuvieron: ser escritores. Esa
es la increíble y triste historia de estos dos grandes novelistas
latinoamericanos, llena de paradoja pero que siempre confluyen...
Cuando
en los años cincuenta García Márquez viajó a París, como enviado
especial de éste diario, llegó al hotel Flandre, en rue Cujas. El
periódico lo cerraron y como el coronel de su novela, que entonces
la escribía desde allí, y en la que reflejó su propia situación
del momento, él no esperaba una pensión sino algo con
que pagar la pensión. La dueña le permitió quedarse de gratis,
hasta cuando pudiera ponerse al día, siempre que se ubicara en la
guardilla y arreglara diariamente sus propias cosas. Igual le pasó a
Vargas Llosa años después, entonces con su tía Julia, pero en el
hotel Wetter, muy cerca del otro –ambos en el barrio latino–, en
rue du Sommerard.
Con el tiempo se dieron cuenta de que quien le había fiado al
primero era la misma que años después dio albergue al
segundo, la señora Lacroix.
Después, mucho después, cuando la “madame” vio al colombiano,
lo reconoció enseguida y con admiración exclamó: “¡Claro que lo
conozco! Es el señor Márquez, el periodista del último piso”.”
Y ya para terminar, la última coincidencia: Gerald Martin, el biógrafo oficial de Gabo, el que escribió la exhaustiva "UNA VIDA", está escribiendo las memorias de Vargas Llosa. Con todo lo que hemos visto, no podía ser otro.
Otra referencia:
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