Consejos literarios de Hernán Casciari
Tomado
con modificaciones de:
http://editorialorsai.com/blog/post/los_blogs_asesinan_a_los_talleres_literarios
1
Aunque
los folletos de los talleres y los programas impresos de la Facultad
de Letras lo oculten, no todo el mundo aprende a escribir historias
mediante el método de la enseñanza. Por ejemplo, una persona que no
sabe contar una anécdota con algo de gracia en una sobremesa jamás
podrá narrar decentemente. Alguien que desconoce las bases inmorales
de la seducción no logrará nunca envolverte con su prosa. Ni
tampoco sabrá engañarte con un buen cuento aquel que va siempre, en
la vida diaria, con la verdad por delante.
2
El
asunto pasa por tener algo interesante de lo que hablar, lograr
seducir impunemente y ser un mentiroso cabal: éste es el trípode
con el que se debería sostener, solita, cualquier historia digna de
ser contada. El que no tiene nada interesante que decir no es
escritor, es político; el que no sabe seducir tampoco es escritor,
es mimo; y el que no sabe mentir cuando escribe es periodista y —para
mal de males— de un periódico independiente.
3
Es
cierto: hay trucos narrativos que te sueltan un poco la mano. Un
profesor literario puede instruir al grupo de alumnos sobre las
bondades de callar lo importante, de corregir exhaustivamente, de
provocar suspenso, de que el principio de la historia es tan
importante como el final, de la ventaja de leer a los clásicos,
etcétera.
4
Todo
el asunto radica en tener, o no, un estilo propio. Y la mayoría de
los talleres son nocivos a estos efectos. Si concurre al taller un
narrador mediocre sin estilo literario, las más de las veces acabará
imitando, y mal, el estilo del alegre profesor que imparte el curso.
Y si se apunta al cursillo una persona que ya tiene un estilo
definido —como es el caso del amigo con el que hablaba sobre este
tema— lo más probable es que el taller intente limar esa
personalidad hasta unificarla con la del grupo.
5
Una
buena manera de descubrir nuestra personalidad literaria (llamada en
el barrio "el
estilo")
es la siguiente: buscamos en nuestra memoria un escritor que hayamos
leído mucho y, luego de abrir el word, escribimos una pantalla
entera imitando descaradamente su prosa. Garabateamos cualquier
boludez, lo que nos pasó ayer a la tarde, por ejemplo, pero con la
personalidad literaria del autor elegido; luego nos reeleemos. Todas
las frases que no se parezcan en nada al narrador remedado, ésas,
habrán sido dictadas por nuestro estilo, el que duerme al acecho en
el interior de la mano.
6
Yo
creo, al igual que mi admirado Augusto Monterroso
,
que la amistad con otras personas del mismo palo es
fundamental para mejorar la técnica. Que un puñado de buenos amigos
se entristezcan por nuestros fracasos literarios es, muchas veces,
más importante que un éxito humilde loado por cien mil
desconocidos. Y el leerle a un grupo de amigos (no azarosos
compañeros de taller, sino amigotes) las historias que uno escribe,
tiene más rédito que cualquier cursito barato. Si Quiroga o
Monterroso hubiesen escrito sus decálogos en esta época, habrían
incluido, entre sus consejos, éste:
—Escribe
tus historias en un blog e intenta interpretar las sensaciones de los
comentaristas; no sus aplausos o críticas, sino la temperatura que
provocan tus textos. Publicar textos online, más o menos todos los
días, para que los lean y comenten un grupo de desconocidos de
cualquier parte del mundo. No hay nada mejor para mejorar tu prosa
que alimentar un blog.
Y
es verdad: la pasión por escribir y la excelencia al hacerlo se
alimentan únicamente escribiendo. Ésta es otra ley de la literatura
por la que es aconsejable publicar un blog.
7
Yo
me limito, para acabar, a incluir dos consejos más, de suma
importancia a la hora de escribir: olvidarse de los talleres
literarios y leer los libros de Augusto Monterroso, Roberto Bolaño y
Horacio Quiroga y sus respectivos decálogos, de los cuales saqué
estos consejos. Todo
lo demás, es puro cuento.
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