Confeccionario de la crónica. Cátedra
desde la FNPI
Juan
Fernando Andrade
1)Escribe lo
que quieres leer. Escribe lo que crees que debes leer. Escribe lo que nadie más
está escribiendo. Escribe para entender lo que no entiendes.
2) Cuando
escribes ficción puedes darte el lujo de ser hermético y privado, incluso tener
el mal gusto de enorgullecerte si nadie te entiende. Cuando escribes crónica,
en cambio, debes pensar en la fanaticada aunque tal cosa no exista, y plantear
el relato de tal manera que cualquiera sea capaz de entenderlo. Esto no quiere
decir que haya que escribir para tontos: los lectores no son idiotas.
3) Si no
sabes nada del personaje al que vas a entrevistar, investiga hasta que seas
capaz de escribir sobre él sin haberlo conocido personalmente. En la
entrevista, según mi experiencia, el silencio funciona mejor que el hostigamiento,
por lo menos en un principio. Luego, si te ves en la obligación de ponerlo
contra las cuerdas, ten en cuenta que muy probablemente estás disparando tus
últimos cartuchos, y ya si estás en esas dale con todo lo que tienes.
4) Como en
el cine, en la crónica también las acciones pueden decir mucho, muchísimo más
que las palabras. El vestuario, los
muebles de la casa, los accesorios, los discos y los hábitos alimenticios de un
personaje pueden revelar con claridad su moral, su forma de ver el mundo. Un
tipo que desayuna ginebra y colillas de cigarrillos manchadas de lápiz labial a
medio día jamás será igual a uno que, digamos, hace media hora de yoga antes de
servirse un tazón de yogurt y granola acompañado por el amanecer. Prende la
cámara antes de prender la grabadora.
5)De ser
posible – y pelea porque así sea, gánate tus derechos – tómate un tiempo entre
la entrevista, la transcripción y la redacción. Deja que la película se
proyecte en tu cabeza y si no puedes ver la cinta entera por lo menos espera a
que te pasen el tráiler, y luego arrancas. Ya la realidad y el trabajo se
encargarán de corregir tus planes, pero es ideal o cuando menos recomendable
empezar a escribir con cierta dirección.
Como dijo
Woody Allen, “escribir es pensar, lo demás es poner por escrito”.
6) Si todo
funciona de maravilla y puedes hacer un mapa de la crónica antes de ponerte a
teclear, la redacción será igual de ardua pero no lo parecerá tanto. Si no
sabes qué escribir, aplica la técnica del jam
session, escribe lo primero que se te venga a la cabeza, lo que sientas que
no puede faltar; no importa que no hayan lazos narrativos o cronológicos entre
un párrafo y otro, sólo escribe y mira la pantalla como un espejo de tus
intenciones. Si nada de lo anterior funciona, cuando no sepas qué escribir,
pues escribe la verdad. Y atente a la mayor cantidad de borradores posibles.
7)Todas las
crónicas tienen antepasados. No me refiero solamente a otros textos sino a películas,
canciones, pinturas, fotos o comics. Leer ficción es clave para los escritores
de no-ficción (y viceversa, claro). Lo dijo el gran Alan Moore, quizás el mejor
escritor de novelas gráficas de nuestros días, “yo trabajo con ficción, no
trabajo con mentiras”.
Si piensas
que tu crónica se parece a una canción, escucha esa canción mil veces y luego
has el cover, ponle tu voz y tu mirada.
8) Te van a
decir que hay temas pequeños, intrascendentes, temas que no merecen ser tema. Perdona
el tono de autoayuda pero sólo tú sabes lo que te consume por dentro y lo que
no. El tema es importante en la medida en que sea importante para el cronista.
El tema es personal e intransferible. Si quieres escribir sobre el grillo que
tenías de mascota en tu infancia, adelante, pero ten la delicadeza de atraparme
para que yo también me enamore del bendito bicho ese.
9) Muéstrale el trabajo a los demás, al
editor, obvio, pero también a alguien en cuyo criterio d elector confíes
plenamente y también a alguien que no tenga el menor interés en el tema: si éste
último no se duerme tras el primer párrafo tal vez tengas entre las manos algo
que vale la pena. Aunque a veces parecería que los cronistas sólo se leen entre
ellos, lo bueno sería invitar más gente a la fiesta.
10) Si
llegaste hasta aquí debes saber algo: lo más probable es que nada de lo
anterior te sirva para un carajo, que tengas que arreglártelas solo porque cada
crónica – gracias al cielo – es distinta y en ninguna podrás aplicar los trucos
de los demás. Don’t panic. Comete tus
propios errores. Una puteada bien puesta y bien recibida es saludable y pensar
en cambiar de profesión de vez en cuando es totalmente comprensible. Dicho
esto, recuerda que vivir es más importante que escribir y que lo segundo es
imposible sin lo primero. No lo tomes tan enserio. No te tomes tan en serio.
Bonus track, absolutamente inútil:
Si crees que
la crónica está lista, léela entera en voz alta. Mientras lo haces, marca el
ritmo golpeando con el dedo índice (o el de tu preferencia, pero el índice suele
funcionar de maravilla) el borde del escritorio, como si fueses un metrónomo.
Si, como dicen los músicos, “ no te vas de tiempo”, es porque la puntuación es
la correcta y eso, cuando menos, te asegura que la gente te leerá rápido y te
odiará menos.
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