9 errores clásicos al escribir una novela y cómo evitarlos
Todos
los novelistas, sin excepción, tienen algo en común.
Conocidos,
desconocidos, profesionales, aficionados, genios de la literatura o
juntaletras del montón.
Todos.
No
se trata de una visión parecida de la vida, ni de una sensibilidad
especial para las palabras, ni de su pasión por contar historias.
Tampoco
es el afán inexplicable de dejar un legado que trascienda su muerte.
No. Lo que tienen en común todos los escritores de la Historia es…
que todos ellos escribieron una novela por primera vez
Y
todos ellos, que se sepa y hasta que alguien demuestre lo contrario,
han sido humanos y cometido errores.
La
mayoría contaron con la ayuda de editores o amigos avispados que les
ayudaron a corregir o disimular sus meteduras de pata.
Hoy
en día, esta función la realizan asesores
independientes diversos…
los editores están por otra labor.
Me
gustaría ayudarte a minimizar los errores más comunes que cometen
los escritores noveles (aparte de estos
otros).
Espero
que puedas detectar a tiempo…
NUEVE TÍPICOS ERRORES AL ESCRIBIR UNA NOVELA:
ERROR #1: la historia no arranca
… o
bien lo hace como un motor Diésel.
El
autor se recrea al inicio de la historia, contando cómo el personaje
despierta, se levanta, hace el desayuno, piensa en sus cosas, se
viste, sale de casa, llega al trabajo…
Así
hasta que pasa algo relevante que le arranca de su mundo ordinario y
le hace vivir extraordinarias
peripecias.
Peripecias
que el lector nunca conocerá, ya que abandonó la lectura en la
página diez o doce, cuando la irrelevancia se le hizo insoportable.
No
me cansaré de decirlo nunca:
El inicio de una historia es lo más importante. No solo va a enganchar al lector… ¡es lo que puede enganchar a un editor!
Dedícale
más tiempo al inicio de tus historias que a cualquier otra parte.
El
primer párrafo debe interesar, pero en el segundo el lector necesita
tener cierta expectativa.
Luego
puedes bajar la tensión, entretenerte más con algunos detalles…
pero ya le habrás enganchado.
Variantes
del inicio que no termina de arrancar
- El idílico paisaje en el cual se desarrolla la acción no es relevante. El marco puede tener su relevancia, pero cómo se mecen las briznas de hierba con la cálida brisa del sur NO LA TIENE EN ABSOLUTO. Deja esos detalles para otro momento más oportuno.
- El pasado de un personaje tiene importancia, qué duda cabe. Pero asegúrate que su niñez va a ser relevante para la historia que cuentas. Volveré a esta variedad en el ERROR #3
- El conflicto inicial no tiene consistencia como para crear la suficiente expectativa en el lector. Ejemplo: las tribulaciones de un administrativo que ha perdido una caja de clips no interesan a nadie. Repito: A NADIE.
Lo
cual tiene mucho que ver con el…
ERROR #2: confundir realidad con verosimilitud
El
mundo real está plagado de coincidencias asombrosas.
Estas
coincidencias se aceptan sin demasiadas reservas, ya que todo el
mundo ha vivido casualidades extrañas alguna vez.
De
esta natural aceptación nacen las leyendas urbanas y las
conspiranoias más rocambolescas.
Pero
un escritor no puede permitirse el lujo de dar por sentada
la credulidad de
sus lectores. Está obligado a crearla.
Un
autor literario debe crear un mundo en el cual sucedan las cosas más
extraordinarias de manera que el lector las crea.
Los
acontecimientos “extraños”,
las coincidencias, casualidades, las obras del azar y los caprichos
del destino deben estar justificados o
no serán aceptados de forma natural.
Pero
esto que parece jugar en contra de los intereses de un escritor, es
justo lo contrario.
Porque
por la misma regla de tres, es posible crear mundos fantásticos tan creíbles y reales como el universo ordinario
A
poco que sepas dotar de credibilidad tanto
a universos oníricos como a cadenas de acontecimientos
estrambóticas, serás capaz de hacer creer al lector cualquier cosa.
Es
frecuente cometer el error de confiar que el lector creerá lo que le
cuentas porque es la narración fidedigna de un hecho real.
¿No
has escuchado nunca eso de que la realidad siempre supera a la
ficción?
Pues
es cierto y el lector lo sabe. Así que, al escribir una novela,
procura que suene verosímil,
no que sea realista.
Ahora
que ya lo sabes, no puedes cometer este error, como tampoco podrás
cometer el…
ERROR #3: demasiados detalles impiden el avance
Este
error tiene relación directa con el ERROR
#1 pero no es exactamente el mismo.
La
diferencia es que con el #1 el
lector dejará de leer si el principio no le engancha.
Pero
una vez te has relajado al avanzar en tu historia, ya tienes los
puntos de tensión establecidos y te sientes cómodo llevando al
lector por tu montaña rusa particular… corres el riesgo de andarte
por las ramas y no
concretar.
Te
entretienes a cada paso, perdiéndote en descripciones largas,
conversaciones banales, detalles sin importancia y acontecimientos
irrelevantes para el eje narrativo e incluso para las historias
secundarias.
En
pocas palabras,
obligas al lector a entrar en modo de alerta por aburrimiento mortal
Lo
cual es muchísimo peor que no haberle enganchado al principio.
Porque,
en este caso, sí conseguiste captar su atención, pero en un momento
determinado de tu novela le DEFRAUDASTE.
No
cumplir las expectativas del lector (y encima aburriéndole) es el
peor error que puedes cometer.
¿Cómo
detectar que incurres en este fallo garrafal?
- Síntoma 1: caes con demasiada frecuencia en recordar el pasado de los personajes. A no ser, claro está, que se trate de una estructura en forma de analepsis, es una señal de alerta.
- Síntoma 2: explicas los sueños. Los sueños tienen que estar muy bien encuadrados en la historia y tener una utilidad lógica, práctica, coherente y decisiva en los acontecimientos. Si no cumplen como mínimo dos de estas premisas, elimínalos sin contemplaciones.
- Síntoma 3: te metes demasiado a fondo y demasiadas veces en los pensamientos de los personajes. Incluso en las novelas que profundizan en las interioridades y miserias humanas, hay que marcar unos límites. Intensidad y frecuencia de diálogo interno deben estar equilibradas con la acción.
- Síntoma 4: profusión de detalles y datos irrelevantes. Lo que escribas debe ayudar al avance de la acción, describir personajes y sus relaciones o lograr la inmersión del lector en la atmósfera de la novela. Si no es así, salvo en muy raras ocasiones, sobra.
Otro
síntoma tiene unas connotaciones tan extensas y tantas variantes que
es, por derecho propio, el…
ERROR #4: sermonear al lector
Este
es un buen momento para que reflexiones sobre por qué escribes. De
verdad, párate a pensarlo un momento.
Te
espero.
¿Ya?
Está
bien, cinco minutos más.
Ahora
sí…
Aparte
de que tal vez escribir es algo que no puedes evitar, está en tu
naturaleza y algo te impulsa a hacerlo, posiblemente hayas llegado a
la conclusión de que escribes porque tienes algo que contar, o
quieres transmitir algo
al mundo: tu forma de sentir, pensar, actuar, de ver la vida.
Pues
tengo una mala noticia: al lector no le importa en absoluto tu punto
de vista sobre la
vida, el universo y todo lo demás.
El
lector no busca una lección magistral sobre nada, ni que le
adoctrinen o le vendan ideas revolucionarias.
Muchos
son los motivos por los que se lee. Incluso algunas personas buscan
el sentido de la vida en las novelas, profundidad existencial.
Pero adoctrinar es
un derecho que el escritor debe ganarse, una vez se ha conseguido el
respeto del lector por ser un narrador eficiente.
Por
eso
la primera obligación de todo escritor es no aburrir
Una
vez hayas conseguido enganchar a la lectura, hayas enamorado con tus
personajes y tengas la plena atención de tus lectores, puedes
transmitirles lo que deseas comunicar…
Siempre
y cuando esté perfectamente integrado en la dinámica de la
historia.
Porque
en cuanto sueltes un sermón de
cualquier tipo, es casi seguro que el lector se cerrará en banda.
Es
como cuando en una película uno de los actores mira directamente a
la cámara: se descubre el artificio y el espectador deja de creer en
la magia del cine.
Variantes
del discursito
El
prólogo como Tratado de la Verdad Universal:
esta parte del libro sirve para introducir algunos apuntes al lector.
Si
lo utilizas para explicar al lector de qué va el libro, su sentido
profundo y las intenciones que te impulsaron a escribirlo, puedes
darlo por perdido.
Para
explicar todo eso es para lo que escribes tu historia y creas a todos
los personajes.
Ofrecer
explicaciones tan solo denota una cosa: inseguridad por no saber si
se conseguirá transmitir con precisión lo que se desea transmitir.
“Por
si acaso nadie lo entiende, lo dejo claro al principio”.
¡Pero tu obligación como escritor es que se entienda!
El
final o el epílogo como el Tratado de la Verdad Universal: ver
la variante anterior. Es exactamente el mismo caso, pero al final del
libro en lugar de al principio.
El
personaje “altavoz”:
cuando un personaje actúa como alter ego del escritor, soltando un
discurso que resume en un párrafo o dos la intención del libro. Por
si no ha quedado claro.
Y
una variante del personaje “altavoz”,
se da cuando el villano lo explica todo justo antes de matar al
héroe: su plan al detalle, los motivos de su odio por el
protagonista, la justificación de su maldad por una infancia
atormentada…
Lo
cual me recuerda el siguiente error:
ERROR #5: el mal absoluto y el bien puro
Los
personajes sirven de canal entre el emisor (autor de la historia) y
el receptor (lector de la misma). Son, por tanto, médiums.
La
manera más efectiva para hacer esta
comunicación fluida y efectiva es
que estos personajes sean representaciones creíbles de personas, de
forma que tanto emisor como receptor puedanidentificarse.
Por
tanto, es necesario encontrar el equilibrio que permita al autor
utilizar a sus personajes de manera que representen de forma
simbólica cualidades que desea expresar.
Pero
sin caer en la caricatura. Insisto: los personajes deben ser
creíbles.
Y
para ser creíble, un personaje necesita tener virtudes y defectos.
Esto
se ha dicho hasta la saciedad en todos los manuales habidos y por
haber sobre creación de personajes. No insistiré demasiado en ello.
Pero
a menudo se olvida que siempre, o casi siempre, hay
una razón de peso para el hacer el mal, como suele haber algún motivo egoísta para hacer el bien
Con
lo cual te interesa plantear bien cuáles son los motivos del villano
para hacer el mal y qué impulsa al héroe a emprender la aventura y
plantar cara al malvado.
Muchas
veces no se trata de una lucha entre el bien y el mal, sino
un conflicto
de intereses entre personajes antagonistas.
Si
miramos desde el punto de vista del villano, es perfectamente posible
que él vea al héroe y sus aliados como a las fuerzas del mal.
No
resultará convincente hacer malísimo al malvado y un dechado de
virtudes al bueno.
Las
aspiraciones del villano y las motivaciones del héroe deben tener
cierta coherencia, no ser el mal puro o el bien absoluto.
Por
ejemplo:
Un
conde siniestro machaca a impuestos a sus súbditos, matándoles de
hambre. Está presionado por el Rey, el cual necesita armar un
ejército para su cruzada. Cada vez le exige más y más tributos. Si
se niega, perderá unas tierras que pertenecen a su familia desde
hace muchas generaciones.
Su
mayor enemigo es un campesino que lidera una horda de proscritos. En
verdad no es un revolucionario oprimido por la tiranía: se vio
obligado a esconderse en el bosque porque robó en la iglesia,
impulsado por el hambre. Su carisma y la suerte hicieron el resto,
llevándole a dirigir la rebelión. Él solo quería comer y que no
le ahorcaran por ladrón.
Cuidado
con la siguiente trampa
Vigila
que, por hacer más humanos a tus personajes, el malo tenga una
sola cualidad bondadosa y
el héroe un
solo defecto.
Que
el villano ame a sus hijos no lo hace bueno, igual que no hace más
cercano al héroe que sea un poco engreído.
Esto
sería lo mismo que pintar colmillos al cordero y disfrazar al lobo
de oveja.
Y
hablando de disfraces…
ERROR #6: ponerse el disfraz de escritor
Ya
sea porque te has creído todos los tópicos de
lo que debería ser un escritor, bien porque tienes miedo de
mostrarte tal como eres, de no gustar a todo el mundo o del temido
“qué
pensaran de mí si digo esto”…
has escrito como se supone que se debe escribir y no como tú querrías escribir
Te
has colocado una máscara, te has puesto el disfraz de lo que crees
que es un escritor y, por tanto, no has sido auténtico.
Escribir
bien no significa escribir bonito.
Escribir
bien significa transmitir con exactitud aquello que deseas
transmitir, contando una historia que funciona.
Y
si además eres capaz de que la forma tenga una coherencia a todos
los niveles con el contenido, escribirás una
obra maestra.
Cuida
a tus personajes y elige bien las situaciones que les harás vivir,
antes de intentar que tu historia “suene”
bien.
Síntomas
de haberte puesto el disfraz de escritor
1) Utilizas
palabras cuyo significado no conoces del todo porque no las empleas
en tu día a día.
Es
cierto que no siempre tenemos la oportunidad de soltar palabras como
“inconmensurable”,
“ontología”
o “entelequia”
en un bar, rodeados de amigos.
Pero
si las utilizas en tu novela, mejor que sepas con
toda exactitud qué
significan.
2) Utilizar
palabras ampulosas en
lugar de las usadas en conversaciones corrientes.
¿Por
qué decir “excelente”
cuando se puede decir “superlativo”?
Pues
por la sencilla razón de que “excelente”
se comprende mejor y es más preciso que “superlativo”.
El
uso de ciertas palabras puede distraer al
lector del significado mismo de tales palabras, por su sonoridad o
rareza.
3) Un lirismo
excesivo puede
dificultar la fluidez del texto. De hecho, puede impedir su
comprensión.
Esto
es muy típico al colocarse el disfraz del escritor, porque a veces
se asocia literatura profunda con densidad… y se confunde densidad
con florituras verbales.
Lo
que construye la literatura es la
profundidad del
tema y el tratamiento coherente de
su forma. Todo lo demás son casi siempre adornos innecesarios.
4) Los
diálogos son confusos y
poco creíbles.
A
veces, la mejor manera para que el lector sepa quién dijo algo es
utilizar el verbo “decir”
en las acotaciones: un “dijo” siempre es más efectivo que
“mencionó”,
“apuntó”,
“apostilló”,
“afirmó”
y un largo etcétera.
No
temas evitar la repetición de “dijo”.
En realidad el lector apenas repara en esta palabra, se lee de forma
casi automática.
Introduce
acotaciones en los diálogos para que el lector no se pierda.
Es
importante no perder el hilo de quién dice qué en las
conversaciones, igual que lo es saber en todo momento en la cabeza de
qué personaje estamos metidos.
Lo
cual es el tema del…
ERROR #7: un mareante punto de vista
Este
error no solo lo cometen los escritores principiantes. A veces
incluso cuesta detectarlo cuando el libro ya está publicado y en
circulación.
Se
le ha pasado a escritor, lectores, corrector y editor.
Puedes
imaginar entonces la de veces que se da en libros autopublicados que
se saltan elproceso
lógico editorial.
¿En
qué consiste? Pues te lo explico con un ejemplo:
“Marisa
dudaba entre descolgar el teléfono y llamar a Esther o ponerse algo
encima, coger un taxi y plantarse en su casa. Pero la fina llovizna
de aquel domingo por la tarde no invitaba a salir. Tampoco le
resultaría fácil encontrar un taxi libre. Aun así no se decidía a
descolgar el teléfono y llamar a su amiga.
En
esta indecisión, de repente, sonó el teléfono. Sonrió al ver el
nombre en la pantalla: Esther.
— Qué
bruja eres —dijo Marisa al descolgar—, estaba pensando en
llamarte ahora mismo.
— Eso
se lo dirás a todas —respondió Esther, riendo—. Pero voy a
creerte porque imagino que sabes por qué te llamo…
Esther
buscó el paquete de cigarrillos entre el desorden de su mesilla de
noche. Sintió un cosquilleo en el estómago y pensó en cuánto le
gustaban esas tardes lluviosas de domingo en casa…”
¡Alarma!
¡Cuidado, amigo escritor!
Aunque
no te lo parezca, estás cayendo en el Error
#7:
esta escena comienza desde el punto de vista de Marisa.
Estamos dentro de
su cabeza, no en un punto cercano desde el cualobservamos sus
movimientos.
Sabemos
qué siente y qué piensa. Entonces ¿qué artificio nos ha permitido
salir de la cabeza de Marisa y meternos en la de Esther sin previo
aviso?
De
acuerdo, el narrador puede ser omnisciente y
saber lo que sucede en cualquier lugar, momento y lo que pasa por la
cabeza de cualquier personaje.
Pero
el lector se va a sentir mareado y descolocado si se salta de un
pensamiento a otro: llegará un momento en el cual quien saltará de
la historia será el lector.
¿Por
qué?
El
lector necesita identificarse con
un punto de vista y tener la referencia de
un personaje para poder vivir las situaciones de la ficción.
Este
personaje puede cambiar las veces que se desee… siempre y cuando al
lector le pongamos sobre aviso.
No
basta una llamada de teléfono para pasar de un punto de vista a otro
y salir de una cabeza para meterse en otra. Hay que finalizar una
secuencia o indicar que una escena ha terminado.
Igual que hacemos punto y aparte para cambiar de tema, es necesario decirle al lector que hemos terminado de contar algo desde un punto de vista antes de pasar a otro.
En
las novelas corales, cuando los papeles principales están repartidos
entre muchos personajes y hay numerosos secundarios, esto es más
necesario si cabe.
Imagina
una novela de estas características e ir pasando de los pensamientos
y puntos de vista de cinco o seis personajes en un solo capítulo.
Lo
más recomendable es que en cada capítulo se cuente la historia
desde el punto de vista de cada uno de estos personajes.
Toma
siempre la referencia
del personaje conductor de
cada escena y presta especial atención cuando se relacione con
otros.
¿Cómo
podemos saber lo que piensan y sienten otros personajes si no estamos
metidos dentro de sus mentes?
Como
norma general lo sabremos por sus acciones o por el diálogo.
Si
nos lo dice el narrador… ¡meeeec:
error al canto!
ERROR #8: represión y mojigatería
Este
tipo de error a veces lo he descrito como unbloqueo.
¿Dónde
termina la vida privada y comienza el escritor? ¿Qué contar de la
experiencia propia?
¿Pensarán
los lectores que esto me ha sucedido en realidad a mí y no al
personaje? ¿Hasta dónde tengo que desnudar mis pensamientos y
sentimientos?
El
resultado es un bloqueo que dificulta el acto de traspasar el Primer
Umbral o
el avance en la historia al llegar a un punto determinado.
Pero
otras veces sucede algo peor:
la falta de naturalidad impide a un autor encontrar su propio estilo literario
El
miedo al “qué
dirán o pensarán de mí si escribo esto”
ha destruido más carreras de escritor que la misma maquinaria
de la industria editorial.
Donde
más se puede notar esta falta de autenticidad es
en las escenas de sexo.
No
son pocas las veces que, en las asesorías privadas, llamo la
atención sobre esto a los autores cuya novela superviso.
¿Por
qué escatimar al lector detalles de las escenas más apasionadas?
El
acto de leer es también un acto de voyeurismo,
uno de los más invasivos.
Como
lectores nos metemos en lo más íntimo de las vidas de los
personajes.
Sus
pensamientos y emociones, su pasado más oscuro, sus anhelos más
secretos…
Pero
resulta que al llegar a la intimidad de la alcoba, se le niega al
lector la posibilidad de conocer también esa parte de la vida, la
sexual, de unos personajes que conoce al detalle.
Cierto:
a veces es mucho más sugerente insinuar que mostrar
Pero
entonces tampoco se pueden mostrar otros detalles de su psicología,
también hay que sugerirlos. Es cuestión, una vez más,
de coherencia.
Ojo,
que puede suceder todo lo contrario y entonces caemos en
la pornografía.
Es
ahí donde reside el error: en mostrarlo todo de un aspecto y poco o
nada de otro; si insinúas, insinúas siempre y si muestras, lo
muestras todo.
Está
bien buscar sinónimos para depurar el estilo de escritura y no
repetir palabras innecesariamente.
Pero
otra cosa es evitar a toda costa decir cierta palabra porque resulta
malsonante o demasiado gráfica.
Di pene o vagina cuando sea necesario decir pene o vagina… ¡y polla o coño cuando toque decir polla o coño!
Tanto
si tus personajes están al servicio de la historia o tienen vida
propia, haz que digan lo que deban decir.
Ni
más, ni menos.
Ejemplos
de eufemismos
Persona
de color:
por negro/a
Persona
de la tercera edad: por
viejo/a
Dar
a luz:
por el verbo parir y
el momento del parto
Persona
invidente:
por ciego/a
Enmascarar la
realidad se convierte en eufemismo cuando la supuesta elegancia está
inspirada por la mojigatería o la represión del “qué
dirán o pensarán”.
Y
el no querer ofender a un colectivo está muy bien… no utilices
entonces expresiones del tipo “es
un trabajo de negros”
o “les
hicieron una judiada”
o “le
engañaron como a un chino”.
Lo que es ofensivo no es usar ciertas palabras, es el cómo y el para qué se utilizan
De
hecho, según lo que digas sobre negros, homosexuales o judíos puede
ser un delitoperfectamente
tipificado y comportarte problemas legales.
Problemas
serios… y muy seguramente bien merecidos.
ERROR #9: condensar toda una obra literaria en una sola novela o relato
Es
probable que comiences escribiendo relatos cortos, fruto de
tus anotaciones constantes
de ideas sueltas, pensamientos varios, ensoñaciones o divagaciones.
O
todo ello a la vez.
Pero
intuyes que esos relatos no expresan todo lo que necesitas expresar y
vas acoplando ideas, amontonando pensamientos y ensoñaciones.
Un
día lees un libro apasionante que te inspira y motiva a
escribir una novela.
Comienzas
tirando del hilo, te inventas unos personajes y los utilizas para
soltar todo lo que llevas tiempo queriendo expresar.
Tienes
tantas cosas que decir, tantas ideas que hierven en tu cabeza, tanta
pasión que transmitir e historias que contar… que
vas y las dices todas de golpe.
Con
suerte, tú lo entenderás sin perderte en el laberinto de tu propia
creación. Porque es justo eso: tu propia creación.
Pero
para de contar ahí, porque no lo entiende nadie más.
Has
volcado todo lo que tienes que decir en una sola historia. En pocas
palabras
has confundido lo que es una idea para contar algo con un argumento para explicarlo todo
Deja
que te explique la diferencia entre un relato, una novela y una obra
literaria:
En
un relato explicas algo concreto,
que puede expresarse en algunas páginas.
Antes
que intentar definir el amor universal, un relato procura expresar el
amor que se siente hacia una madre o un abuelo.
Y
ojo, porque al decir ideas sencillas no
me refiero a ideas poco
profundas.
Hay mucha profundidad en el amor a una madre o a un abuelo.
Para
expresar el amor universal tienes la novela.
Desarrollas
una historia más compleja para
expresar ideas más complejas.
Temas
que necesitan muchas más páginas para que puedan calar en el lector
a un nivel más profundo.
Con
la novela puedes involucrar al lector en los hechos que ellos viven.
Les
puedes transportar a otros estados de conciencia y hacerles sentir
emociones determinadas, influirles a nivel inconsciente para que
integren de manera profunda aquello
que quieres transmitir.
Se
podría decir que
la extensión y complejidad de una historia está determinada por la extensión y complejidad del tema que desarrollas en ella
… o
el nivel de profundidad al
que quieras llegar.
Es
cierto que autores como J.D.
Sallinger, Ernest
Hemingway, John
Steinbeck,
y otros llegan a mucha profundidad con relatos o novelas cortas.
Para
eso es necesario ser un economista de recursos narrativos a
nivel maestro.
Y
sobre todo, tener claro qué quieres contarle al mundo con tu
escritura.
Porque
si lo tienes claro, podrás expresarlo de forma más clara, concisa
y repartida
en toda una obra literaria,
evitando embrollos al decir todo lo que quieres expresar en una sola
novela.
Pero
en realidad, necesitas contarlo todo en esa primera novela: forma
parte del proceso de convertirse en escritor.
Solo
cuando te das cuenta de que has embutido toda una obra literaria en
una sola historia, es cuando puedes comenzar de verdad a definir los
temas que te interesa tratar.
¿Por
qué escribe un escritor?
¿Qué
impulsa a alguien a contar historias?
¿Por
qué recorrer este incierto camino, existiendo otros mucho más
fáciles y, desde luego,rentables?
Esas
preguntas no tienen en verdad una respuesta. Al menos, no una
respuesta sencilla. Recorrer el camino de la literatura tal vez te
pueda dar algunas.
Ojalá
te haya gustado esta entrada y mejor todavía si te ha ayudado a
detectar esos errores tan típicos al escribir una novela.
Si
es así, te agradecería que compartieras el post en tus redes
sociales preferidas, solo te costará un click
¡GRACIAS!
MAS DE ALEJANDRO QUINTANA, hablando del mismo tema y profundizando en él:
Tomado de: http://www.estandarte.com/noticias/idioma-espanol/errores-de-escritor-novel_2038.html
Tomado de: http://www.estandarte.com/noticias/idioma-espanol/errores-de-escritor-novel_2038.html
Los errores de los escritores novatos
Algunos trucos para no cometer fallos muy elementales.
26 de septiembre de 2019. Alejandro Quintana
Qué: Errores típicos de escritor principiantes Autor: Alejandro Quintana
Nadie nace enseñado. Todos hemos aprendido a leer y escribir en la escuela, incluso nos han enseñado reglas básicas de redacción. Como en la caligrafía y en la gramática, en los comienzos de la narrativa es sencillo cometer fallos muy elementales. Al igual que con el tiempo aprendiste a escribir sin (apenas) faltas de ortografía, con el tiempo puedes mejorar el estilo de tus textos. Observa estos tres errores al escribir en los que todo narrador ha caído en sus inicios y comienza a detectarlos.
Error #1: exceso de adverbios acabados en “-mente”
Qué sencillo es abusar de los adverbios terminados en “-mente”. Es cómodo, práctico, eficiente… y feo. Delatan dos rasgos principales de un escritor que no le hacen quedar en buen lugar:
-Escritor novato, con poca práctica en el dominio del lenguaje y sus normas
-Escritor perezoso, que no revisa a fondo el texto
No estoy diciendo que estos adverbios sean feos e ineficientes. Lo que es malo es la repetición constante de los “obviamente, cabalmente, constantemente, realmente, simplemente…”. Observa la cantidad de ellos que utilizas. Si en un mismo párrafo o en párrafos seguidos has usado dos o tres, seguro que puedes sustituir algún “desgraciadamente” en un “por desgracia…”
Puedes escribir tantos “-mente” como quieras cuando estés creando. Ayuda a avanzar porque es el recurso fácil, no te obliga a detenerte para buscar una frase mejor y así puedes continuar tu vorágine creativa. Pero después, en la fase de revisión, fíjate cuántos de ellos puedes eliminar.
Seguramente te sorprenderás. Mejor dicho: con toda seguridad quedarás sorprendido.
Ten en cuenta estas normas de estilo cuando decidas emplear un adverbio terminado en “-mente”:
-Conservan el acento de su raíz: débil = débilmente; jamás se acentúa la terminación.
-Si quieres poner dos de ellos seguidos sólo es necesario mantener la forma “-mente” en el último: “Se tendió allí, dulce y serenamente”…
-…o bien separar dos de ellos por comas para dar un matiz más subjetivo: “Se tendió allí dulcemente, serenamente”.
-Debes evitar la forma enfática “yo personalmente”: es una redundancia.
-Los adverbios “mayormente” y “mismamente” son considerados vulgarismos. Las formas más acertadas son: Mayormente = principalmente (o también “sobre todo” si quieres evitar el adverbio); mismamente = precisamente.
Truquillo: puedes usarlos para ponerlos en boca de personajes, en el diálogo, cuando quieras resaltar su escasa cultura.
Recuerda: no es malo usar estos adverbios, lo realmente malo es abusar de su utilización.
Error #2: variar el tiempo de la narración
Comienzas a escribir, te entusiasmas, te metes en la historia, te apasionas, las palabras acuden a ti como un torrente, no puedes parar de escribir, las escenas se agolpan, los acontecimientos se suceden… en algún momento has pasado de contar tu historia en tiempo pasado a tiempo presente. O al revés. O a ratos en uno o en otro tiempo, según tu inmersión en el relato.
Es muy corriente que suceda esto, no te preocupes. En fases avanzadas de escritura incluso se puede utilizar como recurso narrativo (escribiré un post sobre esto cuando hable del tiempo narrativo y los puntos de vista).
También es frecuente cambiar la persona gramatical del narrador: comienzas contando la historia en tercera persona (él hacía) y pasas a contarla en primera persona (yo hacía).
De nuevo te aconsejo que no detengas ese estado de creatividad torrencial para subsanar este error. Para eso está la revisión, pero debes tomar conciencia del problema cuando corrijas. Con la práctica dejarás de saltar de un tiempo verbal a otro y a ser más consciente de tu propia voz narrativa, así como de la voz del narrador.
Recuerda: debes tener en cuenta el tiempo verbal con que empiezas a narrar y la persona gramatical del narrador.
Error #3: pasar olímpicamente de la ley causa-efecto
Este es un fallo a menudo difícil de detectar sin una lectura a fondo. Se produce cuando una situación se resuelve de manera “milagrosa” o un personaje cambia de actitud o pensamiento sin que un acontecimiento provoque dicho cambio. Es decir, saltarse a la torera la máxima siguiente: todo efecto está precedido por una causa.
Ejemplo: “el hombre estaba sentado, contemplando en un estado absorto cómo crecía la hierba de su jardín. De repente, se levantó presa de un frenesí incontenible y se dirigió a la cocina, donde devoró con ansia un bocadillo de chorizo”.
¿Cuál es el desencadenante de ese frenesí incontenible? ¿Cuál la sucesión lógica de pensamientos que le hace levantarse, que le hace ser consciente del hambre?
Cuidado con los “de repente, de pronto, en un momento dado…”.
Puedes hacer actuar a tus personajes por impulsos, hacerles tener reacciones imprevistas… pero asegúrate de dejar claro que los personajes se comportan así por un motivo que les hace ser así.
Igual sucede con las situaciones. No puedes resolver un asesinato sin haber hallado todas las pistas. Pasito a pasito, siguiendo una sucesión coherente de acontecimientos. Queda fatal, dicho sea de paso, sacar un as de la manga en el último instante para cuadrar algo que no has sabido resolver. ¿Al asesino se le cae del bolsillo el casquillo de la bala asesina? ¿Es esa la prueba irrefutable? ¡Vamos, anda, no me tomes el pelo! Porque esa sensación es la que le produce al lector.
En tu relato o novela nada debería suceder por azar, y cuando esto suceda, debes decirlo, remarcarlo, dejar patente que la casualidad juega un papel relevante en la historia; que es casi protagonista. De todas formas, la suerte o el azar pueden ser consecuencia de una cadena de acontecimientos cuyas causas que los ponen en marcha desconocemos.
El escritor Paul Auster domina a la perfección este concepto, el cual ha llegado a ser una parte central de su temática, casi una obsesión… a menudo no bien entendida.
Recuerda: cada acto tiene su consecuencia y cada consecuencia está asociada a los acontecimientos precedentes y también a los futuros. Cuando escribas ten presente este principio: Toda acción conlleva una reacción, no hay reacción sin una acción previa.
En conclusión: prestando atención a estos tres detalles, mejorarás sensiblemente tus textos. Denotará preocupación por la forma de escribir, un cierto cuidado en lo que dices y cómo lo dices. Es un signo de profesionalidad, de conocer las reglas básicas del oficio, de no ser un novato en cuestiones narrativas.
Todos, repito, todos los escritores hemos caído en algún momento dado en estos errores. No se nace enseñado, son fallos básicos, son parte del proceso de aprendizaje. Es incluso positivo cometerlos en estadios tempranos de la creación narrativa: ayudan a estar alerta, a tomar en serio las revisiones necesarias.
Se pulen con práctica y, aunque no sea así, en el proceso de corrección se pueden subsanar con mucha facilidad… siempre y cuando sepas detectarlos.
Error #1: exceso de adverbios acabados en “-mente”
Qué sencillo es abusar de los adverbios terminados en “-mente”. Es cómodo, práctico, eficiente… y feo. Delatan dos rasgos principales de un escritor que no le hacen quedar en buen lugar:
-Escritor novato, con poca práctica en el dominio del lenguaje y sus normas
-Escritor perezoso, que no revisa a fondo el texto
No estoy diciendo que estos adverbios sean feos e ineficientes. Lo que es malo es la repetición constante de los “obviamente, cabalmente, constantemente, realmente, simplemente…”. Observa la cantidad de ellos que utilizas. Si en un mismo párrafo o en párrafos seguidos has usado dos o tres, seguro que puedes sustituir algún “desgraciadamente” en un “por desgracia…”
Puedes escribir tantos “-mente” como quieras cuando estés creando. Ayuda a avanzar porque es el recurso fácil, no te obliga a detenerte para buscar una frase mejor y así puedes continuar tu vorágine creativa. Pero después, en la fase de revisión, fíjate cuántos de ellos puedes eliminar.
Seguramente te sorprenderás. Mejor dicho: con toda seguridad quedarás sorprendido.
Ten en cuenta estas normas de estilo cuando decidas emplear un adverbio terminado en “-mente”:
-Conservan el acento de su raíz: débil = débilmente; jamás se acentúa la terminación.
-Si quieres poner dos de ellos seguidos sólo es necesario mantener la forma “-mente” en el último: “Se tendió allí, dulce y serenamente”…
-…o bien separar dos de ellos por comas para dar un matiz más subjetivo: “Se tendió allí dulcemente, serenamente”.
-Debes evitar la forma enfática “yo personalmente”: es una redundancia.
-Los adverbios “mayormente” y “mismamente” son considerados vulgarismos. Las formas más acertadas son: Mayormente = principalmente (o también “sobre todo” si quieres evitar el adverbio); mismamente = precisamente.
Truquillo: puedes usarlos para ponerlos en boca de personajes, en el diálogo, cuando quieras resaltar su escasa cultura.
Recuerda: no es malo usar estos adverbios, lo realmente malo es abusar de su utilización.
Error #2: variar el tiempo de la narración
Comienzas a escribir, te entusiasmas, te metes en la historia, te apasionas, las palabras acuden a ti como un torrente, no puedes parar de escribir, las escenas se agolpan, los acontecimientos se suceden… en algún momento has pasado de contar tu historia en tiempo pasado a tiempo presente. O al revés. O a ratos en uno o en otro tiempo, según tu inmersión en el relato.
Es muy corriente que suceda esto, no te preocupes. En fases avanzadas de escritura incluso se puede utilizar como recurso narrativo (escribiré un post sobre esto cuando hable del tiempo narrativo y los puntos de vista).
También es frecuente cambiar la persona gramatical del narrador: comienzas contando la historia en tercera persona (él hacía) y pasas a contarla en primera persona (yo hacía).
De nuevo te aconsejo que no detengas ese estado de creatividad torrencial para subsanar este error. Para eso está la revisión, pero debes tomar conciencia del problema cuando corrijas. Con la práctica dejarás de saltar de un tiempo verbal a otro y a ser más consciente de tu propia voz narrativa, así como de la voz del narrador.
Recuerda: debes tener en cuenta el tiempo verbal con que empiezas a narrar y la persona gramatical del narrador.
Error #3: pasar olímpicamente de la ley causa-efecto
Este es un fallo a menudo difícil de detectar sin una lectura a fondo. Se produce cuando una situación se resuelve de manera “milagrosa” o un personaje cambia de actitud o pensamiento sin que un acontecimiento provoque dicho cambio. Es decir, saltarse a la torera la máxima siguiente: todo efecto está precedido por una causa.
Ejemplo: “el hombre estaba sentado, contemplando en un estado absorto cómo crecía la hierba de su jardín. De repente, se levantó presa de un frenesí incontenible y se dirigió a la cocina, donde devoró con ansia un bocadillo de chorizo”.
¿Cuál es el desencadenante de ese frenesí incontenible? ¿Cuál la sucesión lógica de pensamientos que le hace levantarse, que le hace ser consciente del hambre?
Cuidado con los “de repente, de pronto, en un momento dado…”.
Puedes hacer actuar a tus personajes por impulsos, hacerles tener reacciones imprevistas… pero asegúrate de dejar claro que los personajes se comportan así por un motivo que les hace ser así.
Igual sucede con las situaciones. No puedes resolver un asesinato sin haber hallado todas las pistas. Pasito a pasito, siguiendo una sucesión coherente de acontecimientos. Queda fatal, dicho sea de paso, sacar un as de la manga en el último instante para cuadrar algo que no has sabido resolver. ¿Al asesino se le cae del bolsillo el casquillo de la bala asesina? ¿Es esa la prueba irrefutable? ¡Vamos, anda, no me tomes el pelo! Porque esa sensación es la que le produce al lector.
En tu relato o novela nada debería suceder por azar, y cuando esto suceda, debes decirlo, remarcarlo, dejar patente que la casualidad juega un papel relevante en la historia; que es casi protagonista. De todas formas, la suerte o el azar pueden ser consecuencia de una cadena de acontecimientos cuyas causas que los ponen en marcha desconocemos.
El escritor Paul Auster domina a la perfección este concepto, el cual ha llegado a ser una parte central de su temática, casi una obsesión… a menudo no bien entendida.
Recuerda: cada acto tiene su consecuencia y cada consecuencia está asociada a los acontecimientos precedentes y también a los futuros. Cuando escribas ten presente este principio: Toda acción conlleva una reacción, no hay reacción sin una acción previa.
En conclusión: prestando atención a estos tres detalles, mejorarás sensiblemente tus textos. Denotará preocupación por la forma de escribir, un cierto cuidado en lo que dices y cómo lo dices. Es un signo de profesionalidad, de conocer las reglas básicas del oficio, de no ser un novato en cuestiones narrativas.
Todos, repito, todos los escritores hemos caído en algún momento dado en estos errores. No se nace enseñado, son fallos básicos, son parte del proceso de aprendizaje. Es incluso positivo cometerlos en estadios tempranos de la creación narrativa: ayudan a estar alerta, a tomar en serio las revisiones necesarias.
Se pulen con práctica y, aunque no sea así, en el proceso de corrección se pueden subsanar con mucha facilidad… siempre y cuando sepas detectarlos.
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