En
busca de la escritura creativa
Enrique
Posada Restrepo
Elaborar un decálogo es
una buena forma de sintetizar asuntos que en realidad tienen muchos aspectos.
De alguna manera al hacerlo las personas destilamos las complejas realidades
interiores y las presentamos como esencias para ser apreciadas y degustadas.
Así que asumamos el reto de proponer un decálogo de consejos literarios,
propuesto en buena hora por Emilio Alberto Restrepo Baena. Pienso que a mí
mismo me va a servir de guía para continuar en este camino de la escritura
creativa y valiosa.
1.1. Despertando
la intuición como base de la escritura
Defino la intuición como
la capacidad que tenemos las personas de responder a preguntas sobre las cuales
no tenemos una respuesta clara, es decir, la capacidad de aproximación que
tenemos a lo desconocido, dando respuestas a las preguntas que se nos ocurran.
Se pregunta el escritor: ¿Sobre qué escribo? ¿Cómo desarrollo tal idea o
concepto? ¿Qué es valioso? ¿Qué es creativo?
Imagen
simbólica del diálogo intuitivo: el ser pensante e inquieto (aspecto masculino)
dialoga con su ser intuitivo y creativo (aspecto femenino) para aproximarse a
las esencias literarias. En medio de ese diálogo, florece la creatividad y se
facilita el flujo de las palabras que vale la pena escribir.
Ante este tipo de
preguntas, el escritor inquieto, puede explorar las aproximaciones intuitivas y
dirigirlas hacia la creación literaria y ello ocurre cuando se atreve a dar una
respuesta. ¿Cuál puede ser la fuente de las respuestas? Todo es fuente, todo
objeto es tema potencial. Pienso que somos seres muy conectados con la
naturaleza y con los demás, en la medida en que sintamos tales identificaciones
y conexiones. Tales conexiones salen de nuestra propia naturaleza de seres
vivos, de seres dotados de todo tipo de órganos, sistemas y sensaciones. Tales
conexiones hacen parte de nuestra intimidad, de nuestra luz interior, de
nuestro ser fundamental. Incluyen también conceptos e ideas; experiencias y
sueños; deseos y frustraciones; consciencia e inconsciencia. Eso está presente
en el ser mismo, y cuando recurrimos a la intención, nos conectamos de maneras
misteriosas con ese ser y él tiene una oportunidad para manifestarse. Recurrir
con confianza y con continuidad, lubrica y agiliza esos contactos.
Yo tengo un método para
explorar la intuición y escuchar sus sugerencias creativas, que es el
siguiente:
•
Se plantea una pregunta.
•
Se coloca la pregunta en el centro de
una hoja blanca, en lo posible acompañada de un esquema o dibujo simbólico
relacionado con la pregunta.
•
El escritor observador, anota una
primera respuesta en la hoja blanca, por medio de un esquema, un dibujo, acompañado
de una frase
•
Luego se repite a sí mismo la pregunta y
anota una segunda respuesta, en forma similar a como anotó la primera.
•
Continúa hasta llenar la hoja blanca de
respuestas o hasta encontrar una respuesta que lo llene de curiosidad, de
satisfacción, de emociones positivas hacia el deseo de escribir creativamente.
•
Terminado lo anterior, se toman
decisiones para orientar y enfrentar las realidades prácticas de escribir los
textos.
Hacerse las preguntas
intuitivas varias veces, al menos tres veces, y anotar todas las respuestas, es
importante. La insistencia y la persistencia van a ayudar. Consisten en darse
cuenta de que estos procesos intuitivos son de naturaleza recurrente, de tal
manera que se van puliendo con la práctica y con las oportunidades que nos
demos para lograr lo que se desea.
Como escritores, vale
la pena mantener un cuaderno con hojas blancas en las cuales vamos
desarrollando estos procesos de búsqueda. Vamos a experimentar una novedosa
capacidad de enfrentar temas y vamos a sentir experiencias de sabiduría,
impulsos creativos. Teniendo la costumbre de apreciarlos y anotarlos en nuestro
cuaderno de la intuición, vamos a desarrollar todavía más esta virtud.
2. Exploraciones
del sentir
Las personas tenemos
distintas posibilidades de vivir la vida siendo una de ellas disfrutar de la
libertad para escoger y tomas decisiones. Es fundamental para un escritor
utilizar el poder de la escogencia. Escoger es algo que se puede hacer en todo
instante. El inicio de la escogencia es la definición. Se define con palabras.
Así se inicia, en cualquier instante, el nacimiento de la escritura creativa.
Para definir nos
hacemos una pregunta sobre un objeto cualquiera ¿Cómo lo defino; cómo lo quiero
definir; cómo lo debiera definir; cómo me conviene definirlo? Al definir se
establecen límites y se crean limitaciones. Al definir adoptamos un punto de
vista.
El
escritor puede convertirse en un observador gustoso que ve en todas las cosas
fuentes de iluminación creativa
Yo veo un árbol. ¿Cómo
lo defino? Puede ser que lo defina significativamente, puede ser que decida no
definirlo, puede ser mi maestro, puede que sea madera para un mueble, o leña
para el fuego, o modelo para un dibujo o tema para un poema o descanso para mis
ojos. Yo veo a mi hijo. ¿Cómo lo defino?
Puede ser que lo defina significativamente, puede ser que decida no
definirlo, puede ser mi maestro, puede que sea mi amigo, o mi modelo, o tema
para un poema o alegría para mis ojos o tristeza para mis días. Yo me veo a mi
mismo ¿Cómo me defino? Puede ser que me
defina significativamente, puede ser que decida no definirme, puede que piense
que soy un maestro, un buen amigo, un modelo para otros, o una brizna que lleva
el viento a lugares indefinidos, el mejor de los esposos o el más feliz de los
hombres. Yo veo a los grupos con los cuales me relaciono. ¿Cómo los defino?
Puede que los defina como mis amigos para siempre, pase lo que pase, como mis
compañeros de jornada, como los que oyen y leen mis cuentos y a los que escucho
con amor y atención. O de pronto me quedo corto en las definiciones o
simplemente no me atrevo a definir. Este es un gran poder, el poder de definir.
El escritor lo puede convertir en el poder de escoger los temas como asuntos de
escritura que vale la pena explorar.
Para ampliar el poder
de sus definiciones, el escritor puede jugar con puntos de vista. En este juego,
que es maravillosa fuente de oportunidades, se va cambiando de puntos de vista
y en cada punto de vista se ensayan definiciones. Este juego lo podemos
convertir en un juego del sentir, cuando uno se siente como si fuera alguien
diferente y desde allí ensaya definiciones para los temas y los asuntos. Yo
siento lo que siente mi padre y desde allí defino. Yo siento lo que siente mi
madre, y desde allí defino. Yo siento lo que siente el otro y desde allí
defino. Yo siento lo que siente una montaña, y desde allí defino. Yo siento lo
que siente un niño, o un jefe, o una esposa, o una flor y desde todos estos
puntos de vista voy creando definiciones.
Estas posibilidades se
van abriendo y la imaginación, la intuición y la creatividad se van
estimulando. Ese es poder creativo que yo tengo. El poder de definir sin
límites. El poder del sentir. Este poder me hace testigo de la maravilla vital
que me rodea. Y que puedo convertir en
textos literarios creativos o en ensayos valiosos.
3. Aplicación
de la regla de tres
Se me ocurre proponer un
juego creativo basado en lo que he denominado la regla de tres, suponiendo que
en el proceso de crear aparecen en general tres aspectos a tener en cuenta y
que la regla de tres (algo que aprendimos en las matemáticas), trae a nuestras
memorias la idea de un truco mágico para resolver los problemas. Por ello quiero
aprovechar esa idea mágica que tenemos asociada con la regla de tres con el fin
de desatar procesos de escritura creativa. La clave de este trabajo es una
cierta insistencia, que denomino la regla de tres y que ilustro en el siguiente
gráfico.
Asumir
el proceso creativo varias veces, al menos tres veces, apreciando y utilizando
las diversas iluminaciones y resultado que aparezcan, puliendo y
perfeccionando, también varias veces, al menos tres veces
Un aspecto que surge de
inmediato es advertir en la intención creativa y en el correspondiente
resultado, el texto escrito, la presencia de tres aspectos: tener un deseo, imaginarse
una idea y volverla real. Este es un juego recurrente en el cual la palabra
conecta el deseo con la realidad, siendo la idea una mediación.
Otro aspecto se
desprende de los tres elementos gramaticales (sujeto, el verbo y los
complementos) que son las tres columnas que fundamentan las expresiones
habladas y escritas. Son elementos que introducen efectividad y orden en la
intención creativa, dando lugar a frases ordenadas, claras, agradables,
creativas, estimulantes. El sujeto en las frases es el originador, el que
indica aspectos intencionales, evidencias de
responsabilidad y de autoridad. Los deseos de los sujetos se manifiestan
como actividades por medio de los verbos, debidamente conjugados, que describen
los flujos que unen sujetos y deseos, a través de conversiones entre
intenciones y palabras; entre energías sutiles y manifestaciones reales
materiales. Surgen los complementos de las frases como estructuraciones que organizan
las circunstancias, los ambientes y los personajes que reciben las acciones.
Escribir es aproximarse descriptivamente a escenas gramaticales en las cuales
el sujeto es el yo creador; el verbo es el yo en actividad y los complementos
son las circunstancias de la acción y de las relaciones entre sujeto y verbo.
Un tercer aspecto de la
regla de tres, es visualizar la existencia de tres niveles en el lenguaje de
los textos: el de la idea, el de la propuesta, el de la realidad. En este
sentido la creación deliberada de los textos se basa en el manejo del lenguaje
para centrar la atención en la intención deseada y manejar deliberadamente las
intenciones desalineadas y perturbadoras, conectando ideas e intenciones con
realidades, mediante tramas, historias, discusiones, ensayos. Inclusive
mediante las palabras sutiles del poema.
Un aspecto final del
juego de la regla de tres se relaciona con tres modos de aproximarse al conocimiento
de la cosa observada, del asunto descrito, de la historia contada: Lo que se ve;
lo que no se ve; lo que surge o podría ser. En el primer modo son protagonistas
los sentidos y las descripciones, los detalles y las observaciones. En el
segundo modo aparecen la pregunta, la exploración, la búsqueda, el descubrimiento,
lo oculto y lo sorprendente; el diálogo y el descubrimiento. En el tercer modo
se da lugar a la creatividad, a la propuesta, a lo inesperado, al cambio, a la
sorpresa, a la astucia. La unión de los tres modos va generando el texto, que
fluye vivo, con ganas de que lo escriban y con gusto de ser leído.
4. Sentirse
parte de una red, de una comunidad de escritores
Pienso que es valioso
que los escritores se sientan parte de un conjunto que denominaría con el
nombre de red. Una red es un conjunto de uniones entre elementos que le
confiere un carácter especial a dichos elementos. La red genera la unión. La
unión genera la fuerza y aumenta la capacidad de los elementos individuales,
que unidos en red son especialmente potentes. La red genera el movimiento
colectivo e interdependiente de los elementos. Este movimiento colectivo es
impredecible y sorprendente y genera una mezcla de impulsos a la vez
desbordantes y prudentes. Es un movimiento que tiene en cuenta al otro y que
sincroniza los anhelos colectivos. La red genera el sentir. Cuando se está en
red, se siente lo que el otro está sintiendo, ya que lo que el otro siente se
convierte en vibración de las conexiones de la red y toca a los elementos así
unidos.
La red genera estados
de alerta. La conciencia individual y los estados de atención de los elementos
despiertan a los elementos que estén dormidos o inconscientes. Esto aligera la
evolución colectiva e individual.
Como escritor, siento
que mis impulsos son participativos y colectivos. La red crea un lenguaje común
y se van amortiguando los efectos de las etiquetas que separan, que ofenden,
que dividen y paralizan y se crea un lenguaje más armónico y más cariñoso que
estimula el aprecio colectivo y el bienestar individual.
El miedo a escribir
desfavorece los atrevimientos creativos. Exponerse tiene implicaciones y puede
generar temor, especialmente el miedo a la crítica. Me parece intrigante la
posibilidad de que haciendo parte de una red bien conformada, que está animada
por la amistad y un sentido comunitario, se pueda facilitar el eliminar los
miedos, cuando se haga parte de una comunidad de elementos unidos, en actitud
de brazos extendidos, sintiendo como en un saludo constante la esencia del otro,
experimentando lo que dicen los demás como oportunidades que trascienden la
mera crítica.
Aunque
escribir es en buena parte una tarea individual, vale la pena experimentar
conexiones y saberse parte de una red
Pueden aparecer en el
escritor los cansancios, los dolores y los sufrimientos, llegando al punto del
desgaste creativo, atrapando la atención, cesando la escritura y la producción
de textos ¿Podría la unión suministrar alivios para los miembros cansados y contribuir
al renacer de la energía y de las intenciones creativas? ¿Puede siquiera imaginarse
que los escritores pueden formar una red, en un ambiente que puede ser mucha
crítica, inclusive de competencia egoísta? Pienso que sí y que cada escritor ha
sentido la influencia benéfica de algún mentor, de alguna escuela, de algún
grupo. Yo encuentro esto en la red que he creado con tantos escritores que
están vivos en mis lecturas, derramando influencias, ejemplo, ánimos y
esperanzas. No se trata de continuar con esto en una repetición quizás inútil
del pasado. En realidad, estando en red fluyen información y conocimiento, y se
estimula el pensamiento creativo, en la medida en que tal red sea inteligente,
aportando la sensación de que son múltiples los caminos y múltiples las lecciones
que se van aprendiendo. Una red de conexiones entre elementos permite
interpolar, extrapolar, proyectar, concluir y construir un mundo nuevo. Cuando
las conexiones funcionan a modo de red imaginativa, se sienten cercanías que estimulan
imágenes y nuevos significados. Cuando la red es creativa, se experimentan
atrevimientos, nuevas visiones valiosas y nuevas realidades. Se facilitan los
proyectos y las ideas. Una red de este tipo aporta capacidades de observación y
de aprecio.
Todo esto es el sentido
de una red idealizada ¿Valen la pena las redes sociales, como redes de los
amigos que pueden buscar objetivos comunes y valiosos? Pienso que sí y que nuestro
nivel de conciencia colectiva se puede despertar todavía más en esta forma,
aprovechando los recursos existentes, para lograr un mundo mejor y más pleno de
amistad, de belleza, de palabras y de textos de calidad, de literatura que se
comparte y que vale la pena leer.
5. Experimentar
pausas creativas, como una invitación a la expansión
Experimentar estados
especiales del ser personal, en los cuales la mente se quede quieta, en actitud
de observación tranquila, en conciencia despierta que se acerca al potencial y a
la auto-referencia; salir con frecuencia regular de las agitaciones de la
actividad, permite experimentar sentimientos internos de creatividad y de
expansión. Pienso que gozar de estas experiencias constituye un bálsamo
energético y creativo para el escritor. La práctica frecuente de la meditación,
el hacer paseos y caminatas por jardines y por senderos, el escuchar música de
calidad con los ojos cerrados, el pasar algunos momentos con niños y con
ancianos, el visitar un museo y deleitarse, el acostarse a observar las
estrellas o las nubes en el cielo, son algunas de las variadas formas en que
las personas pueden entrar en contacto con su potencial interior, fuente última
de toda palabra que se escribe.
Se da lugar así a la contemplación,
a mayor consciencia de la zona en que vivimos del espacio que ocupamos, de las
cosas en que pensamos, de lo que decimos, de la gente, de los personajes, de
las circunstancias. Es decir, de la
materia prima de la escritura. En tales quietudes, aparece el ser íntimo,
poniendo la mano en nuestros hombros y susurrando: Contempla todo lo que
existe.
En tales estados
podemos levantar la mirada, abrí los oídos, extender las manos, mover las alas
y emprender el vuelo hacia zonas inventadas. Sembrando las semillas de textos
poderosos, que incipientes, aparecen como manifestaciones de la nada, que,
repitiéndose, van creciendo y adquiriendo vida.
Tales estados son
pausas. El escritor, cargado de energía, luego de haber estado expandido y de
gozar de fugaces instantes de quietud, vuelve hacia el agitado movimiento de sus
horas normales y regresa a su escritura. Repitiéndose con frecuencia entre la
pausa y la actividad, experimenta las variadas tonalidades de su yo, el que se
aquieta y el que se mueve. El que escribe y el que crea.
Dichas todas estas
cosas, quiero proponer otras cinco ideas simples y sencillas de experimentar,
que pueden contribuir a experimentar las alegrías de escribir, en busca de la
escritura creativa.
6. Poner
atención en las intenciones, sintiendo que son reales las fortalezas personales
y acercarse a las debilidades, haciendo de ellas pequeñas obras de teatro.
7. Escribir
frecuentemente y compartir lo que se escribe.
8. Ir
a cine, disfrutar de cada película y escribir cortos ensayos literarios,
totalmente personales, sobre alguna película, al menos una vez a la semana.
9.
Leer
grandes obras, apreciar sus honduras, aprender de ellas y reflexionar.
10. Desarrollar proyectos de escritura
creativa y convertirlos en libros que se publican y que se comparten.
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