José Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo Azorín (Monóvar, 8 de junio de 1873-Madrid, 2 de marzo de 1967), fue un escritor español perteneciente a la generación del 98, que cultivó diversos géneros literarios: la novela, el ensayo, la crónica periodística y la crítica literaria y, en menor medida, el teatro. Hoy en día es un escritor muy olvidado, aunque conserva su prestigio como clásico de la literatura. Recopilamos algunos de ellos
LOS CONSEJOS DE AZORÍN
POR ERNESTO OCHOA | PUBLICADO EL 03 DE OCTUBRE DE 2014 El
Colombiano en: https://www.elcolombiano.com/historico/los_consejos_de_azorin-LFEC_313888
Aquí tengo los consejos de Azorín para aprender a escribir.
Son siete normas que trae el escritor español en un artículo de 1945, titulado
"Estilística", que leí en el libro "El artista y el
estilo", de la colección Crisol, de Aguilar, que todavía guardo en la
nostalgia, como un pájaro dormido.
-1) "Poner una casa después de otra y no mirar a los
lados. Escolio: hay que escribir directamente; es superfluo todo lo que
dificulte la marcha del pensamiento escrito… No mirar a los lados es evitar
cuestiones secundarias y marginales".
-Que, en concreto, sería …
-Muy simple: evitar incisos, frases intercaladas que
entorpezcan la idea que se quiere decir. Para Azorín la perfección está en la
sencillez, en la claridad, no en la abundancia. Siempre te he dicho, que la
perfección es desnudez.
-2) "No entretenerse. Escolio: no amplificar; es propio
de oradores el desenvolver con prolijidad un tema. Lo que en oratoria es
preciso, huelga en la escritura".
-Con razón, decía
Unamuno, su otro amor de la Generación del 98, que en España no había
escritores sino oradores por escrito. Un vicio que hemos heredado los
colombianos.
-3) "Si un sustantivo necesita un adjetivo, no lo
carguemos con dos. Escolio: el emparejamiento de adjetivos indica esterilidad
de pensamiento. Y más la acumulación inmoderada".
-Juan Ramón Jiménez, otro de los escritores, dijo que quien
inventó el adjetivo no era digno de su nombre.
-4) "El mayor enemigo del estilo es la lentitud.
Escolio: no hay estilo lento que pueda perdurar…".
-5) "Nuestra mayor amiga es la elipsis. Escolio: No
tengamos miedo a la elipsis, es decir a la abreviación violenta".
-Yo estoy convencido, de que los lectores son más
inteligentes de lo que el escritor supone. No hay que darles todo molido. La
emoción intelectual y estética de la lectura es el descubrimiento.
-6) "Dos cualidades tienen los vocablos: una de ellas
es el color. Escolio: el color de los vocablos hace referencia a su novedad o
su ranciedad; pueden ser también los términos populares o cultos; del mismo
modo serán propios o impropios, puros o impuros, castizos o extranjerizantes.
El color de los vocablos no forma el estilo…".
-Aunque suene a perogrullada, hay que aceptar que uno
escribe con palabras. Son la materia prima. Hay que conocerlas, saborearlas,
recrearlas. Se debe escribir siempre en compañía de diccionarios.
-7) "La otra cualidad de los vocablos es el movimiento.
Escolio: entramos con esto en el núcleo de lo que es el estilo. El estilo es el
movimiento. Y el movimiento lo da la colocación de los vocablos, la
construcción, la sintaxis. El movimiento es la vida. No hay vida sin
movimiento".
Un segundo artículo:
Consejos para escribir
POR ERNESTO OCHOA, PUBLICADO EL 30 DE ENERO DE 2021 en El
Colombiano:
https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/consejos-para-escribir-FF14551567
“¿Sabe alguien cómo se escribe? No lo sabe nadie. Y si no lo
sabe nadie, es como un deporte lo que se diga en lo tocante al arte de
escribir. La estilística es contingente y aleatoria. Cada autor tiene su
norma”. Eso decía el gran escritor español José Martínez Ruiz (Azorín)
(1873-1967) en un artículo de 1945, titulado “Estilística” y que hace parte de
su libro “El artista y el estilo” (Aguilar 1969), en el que da unas normas para
quien escribe. Las resumo para los lectores, con un breve escolio (E) del
maestro y un corolario (C), de mi cosecha.
1.- “Poner una cosa después de otra y no mirar a los lados.
E: Hay que escribir directamente; es superfluo todo lo que dificulte las marcha
del pensamiento escrito. No mirar a los lados es evitar cuestiones secundarias
y marginales...” C: Evitar incisos, frases intercaladas que entorpezcan la idea
que se quiere decir. La perfección está en la sencillez, en la claridad, no en
la abundancia.
2.- “No entretenerse. E: No amplificar; es propio de
oradores el desenvolver con prolijidad un tema. Lo que en la oratoria es preciso,
huelga en la escritura...” C: Unamuno decía que en España no había escritores
sino oradores por escrito. Y en Colombia heredamos con el idioma este vicio.
3.- “Si un substantivo necesita de un adjetivo, no lo
carguemos con dos. E: El emparejamiento de adjetivos indica esterilidad de
pensamiento. Y mucho más la acumulación exagerada”. C: El poeta Juan Ramón
Jiménez decía que quien inventó el adjetivo no era digno de su nombre.
4.- “El mayor enemigo del estilo es la lentitud. E: No hay
estilo lento que pueda perdurar”. C: Epitafio para un escritor lento: esto no
lo lee nadie.
5.- “Nuestra mayor amiga es la elipsis. E: No tengamos miedo
a la elipsis, es decir, a la abreviación violenta”. C: A los lectores no hay
que darles todo molido. La emoción de la lectura es el descubrimiento.
6.- Dos cualidades tienen los vocablos: uno de ellos es el
color. E: El color de los vocablos hace referencia a su novedad o a su
ranciedad; pueden ser también los términos populares o cultos; del mismo modo
serán propios o impropios, puros o impuros, castizos o extranjerizantes...”. C:
Las palabras son la materia prima de un escrito. Hay que conocerlas,
estudiarlas, recrearlas, gozarlas cada vez que se usen.
7.- “La otra cualidad de los vocablos es el movimiento.
E: Entramos con esto en el núcleo de lo que es el estilo. El
estilo es el movimiento. Y el movimiento lo da la colocación de los vocablos,
la construcción, la sintaxis. No hay vida sin movimiento”. C: Hay escritos que
nacen muertos, sobre todo en los periódicos
Más de Azorín:
Azorín y su estilo de escribir y sus consejos, tomados de: http://blogderamonfernandez.blogspot.com/2017/12/azorin-y-su-estilo-de-escribir-y-sus.html
Textos azorinianos
“La palabra y la vida” (pg. 125) de su libro “Clásicos y
modernos” Losada, 1939
Nos aconseja el maestro de Monóvar lo siguiente:
“…En términos latos (extenso), lo que debemos desear al
escribir en ser claros, precisos y concretos. No olvide lector estas tres
condiciones [debió decir el escritor o periodista]. A esas tres condiciones
debemos sacrificarlo todo, absolutamente todo. Esas tres condiciones son la
vida [se refiere a la vida del texto escrito], y ante la vida no hay nada que
pueda oponerse: no consideraciones gramaticales, ni purismos, ni cánones
estéticos. Cada cosa en el lenguaje escrito debe ser nombrada con un nombre propio;
los rodeos, las perífrasis, los circunloquios embarazarán y recargarán y
ofuscarán el estilo. Pero para poder
nombrar cada cosa son su nombre… debemos saber los nombres de las cosas”.
[Evidentemente hemos ponernos a estudiar el diccionario].
Más adelante dice Azorín nos aconseja: “La única regla que
en esta materia se puede seguir es la siguiente: lea el prosista o el poeta
repetidamente a los clásicos; vaya anotando, si gusta, los vocablos que le
parezcan bellos, plásticos; aunque ligeramente, no lo olvide de cuando en
cuando esta práctica. Y cuando se ponga ante las cuartillas, hágalo sin
preocupación ninguna (preocupación que traería aparejada una inhibición de
ideas o un lamentable torcimiento); olvide cuanto ha leído; ni se proponga
hacer estilo, y deje que el tesoro de lo subconsciente se vaya manifestando,
exteriorizando como a bien tenga.”
Efectivamente el maestro Azorín se había dado cuenta del
misterio de lo subconsciente. Pues es evidente que cuando escribimos evocamos
recuerdos, se nos viene a la cabeza o la memoria palabras que habíamos leído o
estudiado con anterioridad o encontradas en algunos texto. Pero no sabemos cómo
nuestras neuronas se ponen a trabajar, por esa maravilla que es la memoria y el
trabajo de práctica de la escritura, puesto que ninguna teoría de estilo se
hace patente si no se practica escribiendo cada día.
En el mismo texto nos conseja sobre el uso de arcaimos, y
podria ocurrrir que ese arcaismo tuviera una nueva accepción.Por ejemplo, un
arnés cabezal de un caballo se llamaba antes jáquima, que ya no se usa.
“¿Qué sería un escritor sin esa traba que le obliga a
sutiles vueltas y revueltas para decir lo que no se puede decir? La técnica
literaria sale ganando.”
“Escribe prosa el literato, prosa correcta, prosa castiza, y
no vale nada esa prosa sin las alcamonías de la gracia, la intención feliz, la
ironía, el desdén o el sarcasmo”.
“Sin los escritores, aun los actos más laudables son de un
día.”
“Las lecturas que se hacen para saber no son, en realidad,
lecturas. Las buenas, las fecundas, las placenteras son las que se hacen sin
pensar que vamos a instruirnos.”
“Lo contrario de la hipérbole es el trabajo: exactitud,
reflexión, precisión. Es difícil hacer del idioma un instrumento exacto y
dúctil; y es fácil salir del paso con un superlativo que no dice nada.”
“La elegancia es fuerza contenida.”
“En Arte, sólo lo diferente subsiste.”
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Más sobre el maestro:Lecciones de Azorín
En el 50 aniversario de la muerte de José Martínez Ruiz, Azorín (Monóvar, Alicante, 1873-Madrid, 1967), recordamos al escritor del lenguaje preciso, de los paisajes del alma, de la pasión por España
Actualmente, creo, muy pocos leen a Azorín . No es un caso aislado: casi nadie, en España, lee a los clásicos , si no es por estricta obligación pedagógica. La etiqueta de academicismo es un manto demasiado pesado para que los nuevos lectores los prefieran a la última fruslería. Por eso, en muy pocas librerías españolas sigue habiendo un fondo apreciable de autores clásicos. Así nos va...
De poco sirvió la llamada de atención de Mario Vargas Llosa al elegir como tema de su discurso de ingreso en la Real Academia Española, el 15 de enero de 1996, «Las discretas ficciones de Azorín» : «Uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra preciosa, una obra de consumada orfebrería artística».
Además del disfrute por la belleza literaria, ¿qué puede aportar Azorín a un lector actual? Por lo menos, cinco cosas.
1. EL ESTILO
Para un lector actual, Azorín es, ante todo, un maestro de estilo (así lo definía José María Martínez Cachero). Se trata de una de las aportaciones indiscutibles de los escritores del Noventayocho: la superación de la retórica (Castelar, como referencia) que amenazaba a los prosistas decimonónicos. A partir de Azorín (la precisión) y Valle-Inclán (la musicalidad), la prosa española cambia de signo. ( Ortega vendrá luego a corroborarlo, con su seductora brillantez).
¿Qué cualidades posee el estilo de Azorín? Ante todo, la claridad, el orden: frases cortas, separadas por puntos. Dentro de cada frase, la secuencia lógica: sujeto, verbo, predicado. Es decir, algo que parece sencillo pero que no lo es. Ahora mismo, cuando leo artículos (¡hasta en ABC!) con párrafos inacabables, de muchas líneas, que nos hacen perder el resuello y la ilación de las ideas, me acuerdo de Azorín.
Este estilo azoriniano tiene un valor pedagógico clarísimo . Un genio literario (Cervantes, Quevedo, García Márquez) puede escribir párrafos tan largos como desee. El común de los mortales (los «media cuchara», decía, con gracia, Fernán Caballero ) debemos pensar en los lectores, respetando el orden y la lógica. Es una lección que vale para todo el que tenga que redactar un texto: estudiantes, abogados, empresarios, periodistas…
Azorín: «Hay en todo momento una palabra, la palabra precisa, ésa y no otra»
Dice
Se cuida mucho Azorín de elegir las palabras adecuadas . No es un afán de purismo o de epatar al personal (la prosa sonajero, que dice Juan Marsé, que nos embeleca: algo tan hispánico) sino de buscar la exactitud. Coincide con escritores tan grandes como Stendhal o Maupassant, con su ideal de «le mot juste». Lo define Azorín, en «El escritor». «Hay en todo momento -cuando estamos frente a las cuartillas- una palabra, la palabra precisa, ésa y no otra». Y lo compara bellamente con un pescador, que lanza al mar su caña pero sólo busca, en cada momento, un único pez…
2. EL PAISAJE
A Azorín también se debe otra de las aportaciones fundamentales del Noventayocho: el redescubrimiento del paisaje español. (Véanse, por ejemplo, sus libros «Castilla» y «El paisaje de España visto por los españoles»). Antes de este grupo de escritores, se solía cantar, en nuestra literatura, los paisajes más pintorescos: las montañas de Cantabria, los verdes prados de Asturias… Azorín nos enseña a valorar bellezas menos llamativas: ante todo, la sobriedad del paisaje castellano. Sus líneas rectas («¡en Castilla no hay curvas!», clamará luego Ortega) conducen nuestra mirada hacia el cielo; la llanura manchega nos lleva a revivir «El Quijote» ; la sobriedad de Ávila, al anhelo místico de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Porque el paisaje de Azorín no es una postal pintoresca o una fotografía de calendario sino algo interior, un estado de ánimo: «paisajes del alma», como define Unamuno. Algo que viene de Petrarca («solo e pensoso i più deserti campi…») y que llega hasta el impresionismo y Virginia Woolf.
3. ESPAÑA
Como todo gran escritor, Azorín no sólo describe: abre nuestros ojos, nos enseña a mirar. Igual que los grandes pintores (la catedral de Rouen de Monet, el Támesis de Turner) y los grandes cineastas (la Inglaterra shakespiriana de Orson Welles, el Manhattan de Woody Allen).
A comienzos del siglo XX, los poetas modernistas buscan los adornos exóticos: cisnes, pavos reales, «chinoiseries», jardines renacentistas, jóvenes de larga cabellera rubia… Una síntesis de elementos, que añaden refinamiento a las «fiestas galantes». Azorín, en cambio, se concentra en España y analiza minuciosamente todas las realidades nacionales . Nos enseña a mirar con amor a España (algo, por desgracia, tan contrario a la moda actual): pueblos y ciudades, rutas, ventas, casas modestas, aperos de labranza, cacharros de cocina… Toda una cultura tradicional que la televisión, la llamada globalización y el papanatismo ignorante han sepultado en el olvido. También por eso conviene volver a leer a Azorín.
4. PRIMORES DE LO VULGAR.
Acertó Ortega al definir a los jóvenes del Noventayocho: «Si una ametralladora escribiera, tuviera una opinión, se parecería mucho a la de los personajes de Baroja; Azorín, en cambio nos deleita con «primores de lo vulgar». Para lograr una literatura valiosa, no hace falta elevarse a los «grandes temas» o utilizar un estilo pomposo, retórico. Cualquier elemento de la realidad cotidiana puede dar lugar a una obra de arte. (La poesía contemporánea continuará por ese camino: Salinas cantará a las «Underwood girls», las teclas de la máquina de escribir; Dámaso Alonso, a «los mosquitos, los puñeteros mosquitos»; Rafael Morales, al cubo de la basura…). Para el escritor, la realidad -decía Virginia Woolf- es sólo un trampolín para saltar más lejos.
No solo describe, abre nuestros ojos, nos enseña a mirar. como los grandes pintores
Cuando el joven Maupassant pidió consejo a Flaubert, éste se limitó a señalarle un armario lleno de cachivaches y pedirle que lo describiera. En la misma línea, Azorín, de chico, tomaba un cuaderno, se sentaba sobre una piedra, en medio del campo, e intentaba describir lo que veía .
Para que esta manera de escribir no conduzca a un realismo superficial y aburrido, hacen falta dos cosas: aguda sensibilidad y dominio del lenguaje. En las dos es maestro Azorín: al reflejar lo que ve, sus pinceladas impresionistas alcanzan -dice Federico Jiménez Losantos- el temblor lírico de un haiku.
5. «VIVIR ES VER VOLVER»
El tiempo es central en Azorín , como en la gran literatura contemporánea. («Ser y tiempo», tituló Heidegger su obra). Con una importante peculiaridad: todo cambia y todo se repite. La contradicción es sólo aparente: pasan las modas, los trajes, las costumbres; permanece lo que es propio del ser humano , en todas las épocas: el dolor, la necesidad de consuelo.
Así lo proclama Azorín, en el prólogo de «La Voluntad»: «La multitud acongojada, eternamente ansiosa, acudía (…) a implorar consuelo y piedad, como hoy…».
Lo mismo dice en el capítulo «Una ciudad y un balcón», de «Castilla»: «¡Eternidad, insondable eternidad del dolor! Progresará maravillosamente la especie humana (…) siempre habrá un hombre con la cabeza, meditadora y triste, reclinada en la mano. No le podrán quitar el dolorido sentir… ».
Este aparente relato ha culminado en una cita de Garcilaso. Así es la crítica literaria de Azorín : sin erudición, con enorme sensibilidad, siente (y nos hace sentir) a los clásicos como seres vivos, que prolongan hasta nosotros su biografía. «Calixto y Melibea se casaron» -dice- pero su hija, Melisa, ve venir un halcón y a un joven, que le dice palabras de amor. En el «Quijote», el admirable Caballero del Verde Gabán tiene un hijo que se aburre, en casa, y ha de salir a correr su propia aventura...
«Vivir -nos dice Azorín- es ver volver». Como las nubes: siempre iguales, siempre distintas.
Lenguaje preciso, paisajes del alma, pasión por España, sensibilidad para lo aparentemente pequeño, conciencia de la temporalidad… Son algunas de las muchas lecciones que nos sigue ofreciendo el maestro Azorín a los cincuenta años de su muerte.
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