Amarás
a Dios sobre todas las cosas
El Dios que a nosotros nos sacó de
la casa de esclavos tiene dos nombres: Libertad y Verdad. Y a ese
Dios, Libertad y Verdad, tenemos que someternos incondicionalmente.
Es un Dios celoso que exige una lealtad absoluta. Si nos inclinamos
ante otro Dios (el Estado, el pueblo, la familia, la seguridad
pública), a costa de la libertad y de la verdad, seremos
castigados.
No
tomarás en falso el nombre de Dios.
Libertad y Verdad son dos
palabras de gran valor y contenido sagrado y no pueden ser usadas
sin prudencia y sensatez. Cuando se abusa de las palabras sagradas
pierden su valor y se convierten en términos vacíos y triviales.
Santifica
el sábado.
Tu trabajo es una constante carrera contra el reloj
acompañada por el alboroto. Sabes que el diario tiene que estar a
primera hora de la mañana en los kioskos y que antes tienes que
elaborar tu artículo, información o comentario o preparar la
fotografía. Todo lo haces con la falta de tiempo pisándote los
talones, en medio de una gran tensión y, por consiguiente, muchas
veces lo haces de manera rutinaria y mecánica. Ocurre que en más
de una ocasión ese ritmo te hace preguntarte a ti mismo por el
sentido de tu trabajo. Más de una vez no sabrías responder a la
pregunta de por qué haces todas esas cosas. ¿Están acaso al
servicio de alguna causa? ¿Forman parte de alguna concepción más
amplia? ¿Realmente describes el mundo de manera honesta y, cuando
opinas, eres justo? Tienes que acordarte del sábado. Es el día
apropiado para la reflexión. Aprovéchalo para alargar la distancia
que te separa de ti mismo y del mundo.
Honrarás
a tu padre y a tu madre.
Hay que respetar la herencia recibida.
No trabajas en una tierra virgen ni en una tierra estéril. Antes
que tú trabajaron otros y tú eres su descendiente, heredero,
discípulo, continuador y también contestatario.Hay que ser
crítico, pero siempre con respeto y conocimiento de las cosas. Ésa
es una condición indispensable a cumplir para poder dar una reseña
honesta de la historia de una nación, de una ciudad, de un círculo
de personas o de una familia.
Ama
al prójimo como a ti mismo.
Tienes que respetar tu propia
dignidad y cultivarla. ¿Qué significa cultivar la dignidad? Pienso
que significa cultivar la conciencia, plantearse uno mismo preguntas
difíciles y responderlas con honestidad. Significa también ver en
uno mismo a un sujeto y no un objeto; o sea, sentir responsabilidad
también por el prójimo. Ese prójimo puede ser un extraño, puede
pertenecer a otro clan o a otra nación, pero hay que tratarlo como
a uno mismo. Todo lo dicho significa que tienes que
rechazar el nacionalismo
No
matarás.
Con la palabra se puede matar. La palabra puede ser
letal. La lengua es algo más que la sangre, decía Víctor
Klemperer. En eso precisamente consiste el envenenado hechizo que
tiene la profesión periodística. Pero también con la palabra se
puede hacer el bien. Con ella se puede combatir el hechizo ejercido
por el totalitarismo; se puede enseñar la tolerancia; se puede dar
testimonio de la verdad y ejercer la libertad.
No
cometerás adulterio.
Debes ser fiel al menos a los principios
que tú mismo consideras valiosos y a la persona que consideras que
tienes obligación de serlo. No prostituyas tu profesión para
conseguir poder, dinero o tranquilidad. Debes ser fiel, porque esa
es una condición indispensable para que puedas ser libre. Sólo la
libertad te permite ser fiel.
No
robarás.
Ése es un mandamiento válido para la ética de todas
las profesiones. Por eso, para el periodista nada puede ser tan
vergonzoso como el plagio, que no es otra cosa que el robo de algo
ajeno. El plagio no es sólo un golpe asestado a otra persona. El
plagio es un atentado contra el sentimiento general de justicia. El
plagio equivale a la aceptación de la corrupción en la vida
pública y de la deshonestidad como método. El plagio equivale a la
destrucción de la ética del periodismo, porque significa que quien
lo comete está dispuesto a permitir cualquier deshonestidad.Y la
difamación, ¿no significa acaso el robo del buen nombre del
difamado? Y la mentira, ¿no nos roba acaso la seguridad de que
podemos vivir con la verdad?
No
darás testimonio falso contra tu prójimo.
El testimonio falso
tiene su lógica letal: arrastra el debate democrático hacia una
guerra fría civil; transforma al interlocutor en adversario y a
éste en un enemigo mortal. La lengua del testimonio falso trata de
deshumanizar al adversario. Si eres contrario a que el aborto sea
castigado por el Código Penal, te comparan con los genocidas de
Auschwitz y del Gulag; si eres partidario de la separación de la
Iglesia del Estado, te proclaman enemigo de Dios, del bien y de las
verdades del Evangelio; si te niegas a discriminar a las personas
que tienen otras biografías, dicen que traicionas al pueblo y eres
un cómplice de los crímenes del totalitarismo.
No
codiciarás la casa de tu prójimo.
No debes desear nada que sea
de otro; tampoco el respeto que le tienen, la popularidad de que
goza o la simpatía que se ha ganado. Si te gustaría tener lo que
él tiene, trata de conseguirlo con tu trabajo, con tu talento, con
tu valentía, pero nunca tratando de destruir al semejante. Ser
ambicioso es muy positivo, porque enriquece a la persona; pero ser
envidioso o codiciar los logros de otros es autodestructivo, porque
genera frustraciones, conduce a las bajezas y produce mucha hiel. La
envidia atonta y encanalla, destruye los sentimientos nobles, la
sensibilidad.
y
No
hagas mezclas.
El periodismo no es política ni tampoco actividad
pastoral. No es una tienda de flores y tampoco una conferencia
universitaria. No es la elaboración de una guía telefónica ni
tampoco un partido de fútbol. Pero ocurre que, en cierto grado, el
periodismo es a la vez todas esas cosas. Cada esfera de la vida
tiene sus peculiaridades, sus propias reglas de juego y sus propias
normas éticas. El político no debe presentarse como si fuese un
sacerdote, ni el periodista como si fuese un político.
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