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domingo, 21 de febrero de 2016

UMBERTO ECO: UNA RECOPILACIÓN DE SUS MEJORES FRASES

UMBERTO ECO: UNA RECOPILACIÓN DE SUS MEJORES FRASES

A lo largo de su vida, Eco se caracterizó, además de por su éxito profesional, por dictar sentencia sobre muy diversos temas.
Escritor, semiólogo y filósofo italiano Umberto Eco, fallecido a los 84 años de edad, fue -además de uno de los 17 intelectuales del Foro de Sabios de la UNESCO y Premio Príncipe de Asturias de Comunicación en 2000-, un autor de éxitos literarios como El nombre de la rosa.

Como dijo Diego Aristizabal en El Colombiano del 25/02/16: "Eco hizo bien las dos cosas: fue un gran profesor y un gran novelista, publicó 43 libros, el último “Número cero”, su séptima novela, y siempre, como escribió Juan Cruz, fue “un sabio que sabía todas las cosas simulando que las ignoraba para seguir estudiando”.

A lo largo de su vida, Eco se caracterizó, además de por su éxito profesional, por dictar sentencia sobre muy diversos temas. Estas son algunas de sus frases más célebres:

Los libros
"El mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee".

La filosofía"
¿Qué es la filosofía? Lo siento por mi conservadurismo trivial, pero no puedo encontrar una mejor respuesta que la definición que da Aristóteles de la Metafísica: una respuesta a un acto de asombro".

La sabiduría
"Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca".

La relación con el lector
"El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?"

El periodismo
"No estoy seguro de que internet haya mejorado el periodismo, porque es más fácil encontrar mentiras en internet que en una agencia como Reuters".

Las redes sociales"
Las redes sociales han generado una invasión de imbéciles que le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios"

La creatividad
"Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración".

La televisión
"Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia."

La honestidad
"El verdadero héroe es héroe por error. Sueña con ser un cobarde honesto como todo el mundo".

La religión
"Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no quiere decir que creen en nada: creen en todo".

Otras frases:
“Los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz”.

“Hacer una tesis significa divertirse y la tesis es como el cerdo, en ella todo tiene provecho”.

“Los objetos están semánticamente desgastados antes que su materialidad”.

“Hay libros que son para el público, y libros que hacen su propio público”.


“Adoro a los gatos. Son de las pocas criaturas que no se dejan explotar por sus dueños”.

“Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera”.

“Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los lectores le sugieren”.

“Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración”.

“El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?”.

UMBERTO ECO, EL HOMBRE QUE SABÍA TODO. UNA LISTA.

A Umberto Eco le encantaban las listas. Es más, les dedicó un libro: El vértigo de las listas.  Este post tiene forma de lista, un inventario muy personal que rinde homenaje a uno de los intelectuales que más me marcó en los últimos treinta años.

La idea de totalidad (“l’uomo che sapeva tutto” de La Repubblica,  el “humanista total” de El País, el hombre “que parecía saberlo todo” en Página 12) atraviesa la obra de Umberto Eco de punta a punta. Quizá ese espíritu transversal le haya llegado vía la semiología francesa de los años sesenta, ese momento de explosión del estructuralismo cuando todo, absolutamente todo -desde la publicidad de pasta Panzani hasta el Pato Donald, el  mito del cerebro de Albert Einstein o las estructuras narrativas de E.A. Poe– fue analizado bajo el potente microscopio Made in Paris. Eco parecía uno de esos filósofos previos a la explosión de conocimientos de la modernidad, cuando ya se volvió imposible para un único individuo dominar todo el saber humano. O sea, Eco era un filósofo pre-Newtoniano.

“La maquinaria que permite producir un texto infinito con un número finito de elementos existe desde hace milenios: es el alfabeto.”

“La objeción más común dirigida al semiólogo ‘imperialista’ es: ‘si para ti hasta una manzana es un signo, no hay duda de que lasemiótica se ocupa también de la compota… pero en ese caso el juego deja de ser válido’. Lo que este libro desearía demostrar es que desde el punto de vista semiótico no hay diferencia alguna entre una manzana y una compota de manzana, por un lado, y las expresiones lingüísticas /manzana/ y /compota de manzana/, por otro. La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda considerarse como signo. Signo es cualquier cosa que puede considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier otra cosa no debe necesariamente existir ni debe sustituir de hecho en el momento en que el signo la represente. En ese sentido, la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir. Si una cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en realidad, no puede usarse para decir nada. La definición de ‘teoría de la mentira’ podría representar un programa satisfactorio para una semiótica general” (Umberto Eco, Trattato di Semiotica Generale, 1975).

“Los libros se respetan usándolos, no dejándolos en paz.”
Cuando estudiaba Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario a mediados de los años ochenta Umberto Eco era “el” intelectual de referencia. Después de haber estado censurado durante la dictadura –¿qué podían pensar los neandermilithares argentinos de un intelectual barbudo que proponía la “guerrilla semiótica”?– Eco era “uno de los prohibidos” que se podía volver a leer. Por entonces se pusieron de moda los graffitis en Rosario. Uno de los grupos más activos durante la visita del Papa a la ciudad en 1987 era Los Ecos de Umberto. Recuerdo una de las consignas más difundidas (“Viene el Papa. Viene Cristo”) y la intervención de Los Ecos de Umberto: “Viene el Papa ¿Viene Cristo?”. Y a los pocos metros: “Cristo no viene. Es otro de los desaparecidos”. Puro juego semiótico.

 “En la segunda mitad de la década de 1960, Eco estuvo de visita en Buenos Aires para dictar unos cursos en el Centro de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, que dirigía en esos años Alberto Ginastera. El tema era la obra abierta, pero Eco, que decía tocar la flauta traversa, no se conformó con su papel profesoral: muy en línea con las formas abiertas de las que tanto escribió, quiso participar también en los grupos de improvisación musical del centro de vanguardia. Según le gustaba recordar al compositor Gerardo Gandini, que coordinaba esos grupos, Eco se esforzaba, pero la verdad era que no tenía ningún dominio de su instrumento. Con todo, la anécdota tiene algo bastante serio: el filósofo y semiólogo no tenía miedo de implicarse resueltamente en aquello sobre lo que hacía teoría” (Pablo Gianera en La Nación).

“De cualquier cosa que se estén ocupando hoy los medios masivos, la universidad ya se ocupó hace veinte años. Y aquello de lo que hoy se ocupa la universidad, será tratado por los medios masivos dentro de veinte años. Cursar bien la universidad quiere decir llevar veinte años de ventaja.”

En octubre de 1990 me fui vivir a Italia y lo primero que hice fue recorrer el país con un pasaje abierto de tren. Torino. Milano. Venezia. Bologna. Bajé del tren un viernes por la tarde. Me puse a caminar por los pórticos -Bologna tiene más de cuarenta kilómetros de veredas cubiertas- hasta llegar a las dos torres. Doblé a la izquierda sin saber dónde me metía (faltaban 15 años para el lanzamiento de Google Maps). Me detuve frente a uno de los edificios de la Università degli Studi di Bologna. Entré. Vi un cartel con los horarios de clases. Ese viernes era la clase de Umberto Eco. Me metí en aula.

“Siempre he sostenido que el proyecto Erasmus tiene valor no sólo intelectual, sino también sexual, o si prefieren genético. Conocí muchos alumnos y alumnas que, después de una estancia en el extranjero, se casaron con una alumna o alumno local. Si se intensifica esta tendencia van a nacer niños bilingües y, en treinta años, podríamos tener una clase dirigente europea al menos bilingüe. Y no sería poca cosa.”

“Existe una teoría singular de los orígenes del lenguaje en la obra de un pensador árabe del siglo Xl, lbn Hazm. Los lenguas no pueden haber nacido por convención, porque para establecer las reglas los seres humanos habrían tenido necesidad de una lengua precedente. Existió por lo tonta al principio una lengua dada por Dios, y tan rica de nombres y de sinónimos que a través de ella Adán ha podido nombrar sin ambigüedad todas las cosas del universo. Pero entonces esa lengua debe comprender todos las lenguas. Lo confusión que habría seguida no debería entonces responder a la invención de nuevas lenguas, sino a la fragmentación de aquella lengua única que existía ab initio, y en la que estaban contenidas todas las lenguas por venir. El don recibido por Adán era el multilingüismo. Precisamente por esto todos los seres humanos son capaces de comprender la revelación, en cualquiera que sea la lengua en la que se expresen. En tal caso, y una vez más, Babel no representaría la herida de la que se debe sanar, sino el don primordial que debemos reconquistar” (Umberto Eco, La búsqueda de la lengua perfecta, Lección inaugural en el Collége de France, 2 de octubre de 1992).
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En esa época -finales de 1990- Eco venía de publicar El Péndulo de Foucault y seguramente estaba trabajando en su próximo libro, La búsqueda de la lengua perfecta. Su clase en Bologna fue un maravilloso viaje por los orígenes de esa utopía europea. Al final lo saludé y me volví a la estación de trenes -la mítica estación de trenes de Bologna, donde se había producido uno de los atentados más infames de la historia reciente italiana- para seguir viaje a Firenze-Roma-Napoli con la sensación de que el viaje ya estaba amortizado.

“La más grande revolución política realizada en Italia en el último siglo, la Marcha a Roma, la hizo el capo con su organización en la cucheta de un tren.”

En 1979 Eco publicó la que considero su mejor obra teórica, la más disruptiva (me refiero a Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo, un texto donde termina de dar forma a su teoría interpretativa), el mismo año en que Italo Calvino saca de la imprenta Si una noche de invierno un viajero. Ambos libros hablan de lo mismo: de la complejidad del trabajo interpretativo y del texto como espacio donde se enfrentan dos estrategias: la del lector y la del autor. Cuenta la leyenda que Calvino le envió un ejemplar a Eco dedicado con la siguiente frase: “A Umberto, superior stabat lector, longeque inferior Italo Calvino”. Dejemos que el mismo Eco nos explique su significado: “La cita proviene obviamente de la fábula de Fedro, el lobo y el cordero (‘Superior stabat lupus, longeque inferior agnus’, el lobo aguas arriba del arroyo y el cordero aguas abajo), y Calvino se refería a mi libro Lector in Fabula. ‘Longeque inferior’ significa ‘más abajo’, ‘hacia el valle’, pero también ‘estado de inferioridad’, ‘menos importante’, una ambigüidad referencial. Si la palabra ‘lector’ indica mi libro, Calvino elegía un rol irónicamente humilde o, al contrario, se asignaba orgullosamente el rol positivo del cordero, dejándome, en tanto teórico, el disfraz del Lobo Malo. Si, por el contrario, la palabra ‘lector’ indica al Lector, entonces Calvino estaba realizando una afirmación decisiva, rindiendo homenaje al rol del lector…”. Literatura y semiótica. Filosofía del lenguaje y medievalismo. James Bond y James Joyce. Santo Tomás de Aquino y el hipertexto. Todos los caminos conducen a Eco.

“Leer alarga la vida. Quien no lee solo tiene una vida y, se  los aseguro, es poquísimo. En cambio nosotros, cuando moriremos, nos recordaremos de haber atravesado el Rubicón con César, combatido en Waterloo con Napoleón, viajado con Gulliver y encontrado a enanos y gigantes. Una pequeña compensación por la falta de inmortalidad.”

“Recuerdo que tenía 22 o 23 años cuando se publicó por primera vez Ficciones. Se habían hecho una 500 copias, prácticamente nadie se había dado cuenta. Entonces vino un poeta italiano (¿Sergio Sogni?), que me dijo: ‘Lea este libro. Es de un argentino que nadie conoce aquí’. Me enloqueció. Me pasaba noche y noches leyéndoselo a mis amigos. Me reconocí de inmediato en Borges. Fue un amor a primera vista.” (Entrevista con Jorge Halperín).

A mediados de los noventa decidí hacer el doctorado. Me acerqué a los semióticos italianos que trabajaban en Torino –Guido Ferraro, Paolo Bertetti– y publicaban la revista Lexia. Durante el 25° Congreso de la Associazione Italiana di Studi Semiotici (AISS, Torino, octubre de 1996) Gianpaolo Caprettini coordinó una mítica mesa redonda titulada “Dalla Retrospettiva alle Prospettive Verso il Futuro” donde participaron Umberto Eco, Gianfranco Bettetini (futuro director de mi tesis doctoral), Cesare Segre, Maria Corti y Antonio Buttitta, los fundadores de la semiótica italiana. En esa ocasión Eco definió a la semiótica como “una capacidad de atención hacia un objeto que llamaremos semiosis, y que no es sólo un signo sino aquello que está antes y después… La semiótica es como la medicina. La medicina tiene ciertamente un objeto, el cuerpo humano y el problema de hacerlo estar en buena forma. Después está la dietética, la cirugía, la acupuntura, etc. Cada médico, si no estamos de frente a un Mad Doctor, tiene la intención de hacer estar bien un cuerpo humano y de retardar al máximo posible la muerte, pero los métodos, los enfoques y las ideas son infinitos. En el fondo el objeto o la finalidad de la semiótica es tener en buen ejercicio a la semiosis y ‘hacerla estar bien’… Alguien podría decir: ¡Para eso bastan los poetas! Pero, para mí, no bastan.” A Eco no le bastaba ser semiótico. Fue filósofo del lenguaje, novelista, periodista, guionista y no me extrañaría que algún día salgan de sus archivos sus poemas. De frente a la hiperespecialización que propone el academicismo avanzado, Eco prefería replegarse al enciclopedismo medieval.

“Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los lectores le sugieren.”

Entre los días 6-8 de octubre de 2000 se realizó el 28º congreso de la AISS en Castiglioncello. Decidí enviar un paper titulado “Por un puñado de hiperlibros: interactive fiction, narrativa y retórica hipertextual“, posteriormente incluido en el libro Forme della testualità: teoria, modelli, storia e prospettive (Bertetti y Manetti, 2001). El paper fue aceptado para una mesa redonda sobre el hipertexto. Unos días antes del congreso Bertetti me avisó: “Viene Eco. Quiere hablar sobre el hipertexto así que se sumará a la mesa redonda”. Nueve años después de ese encuentro en la mesa redonda sobre el hipertexto -donde Eco hasta hizo un chiste con mi nombre (“Scolari, otro italiano con apellido argentino!”)- publiqué un artículo precisamente sobre las contribuciones de Eco a la teoría del hipertexto y las nuevas formas de comunicación digital interactiva: “Digital Eco_logy. Umberto Eco and a semiotic approach to digital communication “

“El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, si no, ¿para qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar interpretaciones?”

En las Apostillas a El Nombre de la Rosa Eco explica por qué el bibliotecario ciego se llama Jorge de Burgos (cito a memoria): “Porque la suma de biblioteca, ciego y laberinto no puede dar otra cosa que Borges. Y porque las deudas se pagan”. De la misma manera, la suma de hipertextualidad, enciclopedia, laberinto e interpretación solo puede dar un único resultado: Umberto Eco. Digital Eco_logies.

“La lectura de los periódicos, como decía Hegel, es la oración de la mañana del hombre moderno. Y yo no consigo tomarme mi café de la mañana si no hojeo el diario; pero es un ritual casi afectivo y religioso, porque lo hojeo mirando los titulares, y por ellos me doy cuenta de que casi todo lo había sabido la noche anterior. Como mucho, me leo un editorial o un artículo de opinión. Esta es la crisis del periodismo contemporáneo. ¡Y de aquí no se sale!” (declaraciones de Umberto Eco en 2015 con motivo de la publicación de su novela Número Cero).

“Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera.”

En los últimos Eco se atrincheró en la defensa del libro impreso -ver mi texto “Mientras miro las nuevas hojas. Una lectura semiótica sobre la muerte del libro” incluido en El Fin de los Medios Masivos (Carlón y Scolari, 2009/14)- y arremetió contra algunas cosas que pasaban en la red. La última polémica alrededor de Eco se generó por sus declaraciones sobre los “imbéciles” que frecuentan las redes sociales. Obviamente a los periodistas sólo les quedó la parte final de su intervención -donde arremetía contra las  “legiones de imbéciles” que se expresan en las redes- y se olvidaron de las premisas iniciales: “el fenómeno de las redes sociales también es positivo, no solo porque permite a las personas estar en contacto entre ellas. Pensemos a lo sucedido en China o Turquía, donde el gran movimiento contra Erdogan nació gracias a las redes, gracias al tam-tam. Alguno ha dicho que, si hubiera existido Internet en los tiempos de Hitler, los campos de exterminio no hubieran sido posible porque la información se hubiera difundido viralmente…”.

“La computadora no es una máquina inteligente que ayuda a las personas estúpidas, sino una máquina estúpida que sólo funciona en manos de personas inteligentes”.

“Los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando leemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir.” (Guglielmo de Baskerville)

“El autor debería morirse después de haber escrito su obra. Para allanarle el camino al texto.” (Umberto Eco)

“Hace frío en el scriptorium, me duele el pulgar. Dejo este texto, no sé para quién, este texto, que ya no sé de qué habla: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.” (Adso de Melk)

ÑAPA:
1. Sobre los libros
"Los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa". El nombre de la rosa.
2. Sobre los padres
"Creo que aquello en lo que nos convertimos depende de lo que nuestros padres nos enseñan en pequeños momentos, cuando no están intentando enseñarnos. Estamos hechos de pequeños fragmentos de sabiduría". El péndulo de Foucault.
3. Sobre Dios
"Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no quiere decir que creen en nada: creen en todo".
4. Sobre el amor
"El amor es más sabio que la sabiduría". El nombre de la rosa.
5. Sobre los héroes
"El verdadero héroe es héroe por error. Sueña con ser un cobarde honesto como todo el mundo".
6. Sobre los villanos
"Los monstruos existen porque son parte de un plan divino y en las horribles características de esos mismos monstruos se revela el poder del creador". El nombre de la rosa.
7. Sobre la poesía
"Todos los poetas escriben mala poesía. Los malos poetas la publican, los buenos poetas la queman".
8. Sobre el periodismo
"No son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia". Número cero.
9. Sobre internet
"Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles". Eco al diario La Stampa.
10. Sobre la corrupción

"Hoy, cuando afloran los nombres de corruptos o defraudadores y se sabe más, a la gente no le importa nada y solo van a la cárcel los ladrones de pollos albaneses". Eco a la Agencia Efe.

Tomado de:
http://hipermediaciones.com/2016/02/20/umberto-eco-el-hombre-que-sabia-todo-una-lista/
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/02/160219_cultura_umberto_eco_frases_ap


Cómo escribir bien
Para rematar, alguien se tomó el trabajo de recopilar los consejos de ECO para escribir bien. A pesar de ser un tanto genéricos y que no falta quien dude de su originalidad, de todas maneras los incluimos. -

Por Umberto Eco

1.- Evita las aliteraciones; solo gustan a los “estúpidos”.
2.- No abuses del subjuntivo: utilízalo solo cuando sea necesario.
3.- Evita las frases hechas: son como la “sopa recalentada”.
4.- Escribe tal y como te expresas.
5.- No uses siglas comerciales ni abreviaciones.
6.- Acuérdate (siempre) de que el paréntesis (aun cuando parece indispensable) interrumpe el hilo del discurso.
7.- No te propases con los puntos suspensivos.
8.- Limita el uso de las comillas. Las citas no son “elegantes”.
9.- No generalices.
10.- Los barbarismos no son de buen gusto.
11.- Restringe las citas. Emerson dijo con razón “Odio las citas. Cuéntame solo lo que sabes”.
12.- Las comparaciones son equivalentes a las frases hechas.
13.- No seas redundante y no repitas dos veces la misma cosa. Redundancia es explicar algo que el lector ya ha entendido.
14.- Solo los necios emplean palabrotas.
15.- Intenta siempre concretar.
16.- La hipérbole es una excelente técnica expresiva.
17.- No construyas frases de una sola palabra.
18.- Cuidado con las metáforas demasiado atrevidas: son “plumas sobre las escamas de una serpiente”.
19.- Pon las comas en el lugar adecuado.
20.- Aprende a distinguir entre la función del “punto y coma” y la de los “dos puntos”: no es tarea fácil.
21.- Si no encuentras el vocablo idóneo, no recurras a la expresión coloquial: “el parche es peor que el agujero”.
22.- No uses metáforas incoherentes, aunque suenen bien.  Son “como cisnes degollados”.
23.- ¿Son de verdad necesarias las preguntas retóricas?
24.- Sé conciso y trata de condensar tus pensamientos empleando el mínimo número de palabras y evitando las frases largas; así evitaras que tu discurso esté contaminado (una de las tragedias de nuestro tiempo dominado por el poder de los medios de comunicación).
25.- Los acentos no son ni incorrectos ni inútiles, quien los omite se equivoca.
26.- No se apostrofa un artículo indeterminado antes de un sustantivo masculino (el apóstrofo [‘] es una coma que se coloca en la parte superior derecha de una palabra. En castellano apenas se utiliza, solo por influencia del inglés con el genitivo sajón).
27.- ¡No enfatices demasiado! ¡Mide los signos de admiración!
28.- Ni siquiera los amantes de los barbarismos pluralizan las palabras extranjeras.
29.- Escribe correctamente los nombres extranjeros como Baudelaire, Roosevelt, Nietzsche y parecidos.
30.- Cita sin perífrasis los autores y los personajes a los que te refieres, tal y como lo hizo el más grande escritor lombardo del siglo XIX, el autor de El 5 de mayo.
31.- Al principio del discurso utiliza la “captatio benevolentiae”, para congraciarte con el lector (pero a lo mejor ustedes son tan estúpidos que no entienden lo que estoy diciendo).
32.- Cuida con detalle la ortografía.
33.- No hace falta decir que las pretericiones (decir lo que no vas a contar) son desesperantes.
34.- No pongas punto y aparte muy a menudo; solo cuando sean necesarias.
35.- No uses el plural “majestatis”. Causa una impresión pésima.
36.- No confundas causa con efecto: podrías equivocarte y cometer un error.
37.- No construyas frases en las cuales la conclusión precede a las premisas: si lo haces, las premisas se podrían deducir de las conclusiones.
38.- No utilices arcaísmos como “hápax legomena” u otros lexemas inusuales, así como estructuras profundas de rizomas, que superen las habilidades cognitivas del destinatario.
39.- No seas prolijo, pero tampoco te quedes corto.
40.- Cada frase ha de tener un significado, con independencia del contexto.


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