Páginas

Páginas

miércoles, 2 de diciembre de 2020

LO QUE APRENDÍ DE KAFKA CARLOS AGUDELO MONTOYA

 

LO QUE APRENDÍ DE KAFKA

CARLOS AGUDELO MONTOYA 

Magíster en Literatura Universidad de Antioquia,

revista UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 341 PUBLICADO: 2020-12-01

 

 

LO QUE APRENDÍ DE KAFKA

CARLOS AGUDELO MONTOYA Magíster en Literatura Universidad de Antioquia,

revista UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 341 PUBLICADO: 2020-12-01

 

 

Hay una mutación que los lectores enfrentan cuando deciden escribir: dejar de leer solo por gusto, de manera desprevenida, para hacerlo como escritor. Quien escribe constantemente, lee no solo para el goce o en momentos de ocio; se inmiscuye en la vida del otro para conocer todo lo que le sea posible, desde sus pensamientos más íntimos hasta la forma en la que lleva la vida literaria. Entre los diferentes autores que he leído, como escritor, está Kafka que, si bien es uno de los autores de los que más se habla, no debemos dejar de hacerlo, aunque en ocasiones caigamos en el cliché.

 

Lo primero que aprendí de Kafka: la escritura es una vocación. Por circunstancias de su vida no era posible dedicarle todo el tiempo a la literatura.  Después  de  doctorarse  en  leyes,  laboró  entre  1908  y  1922  en el Instituto de Seguros para Accidentes de Trabajo, y solo dejó de hacerlo cuando la enfermedad se lo impidió. A pesar de cumplir una responsabilidad que le consumía la vida diurna y en ocasiones lo obligaba a viajar, logró construir una rutina de escritura. Aquellos que hayan trabajado viajando, saben que con el tiempo el cuerpo comienza a mostrar cansancio, se pierden la concentración y las energías para hacer algo diferente a la vida laboral. Kafka logró sobreponerse a esto y cada noche se sentaba frente al papel. Así nos cuenta en su diario: “Las diez, 15 de noviembre de 1910. No dejaré que me asalte el cansancio. Penetraré de un salto en mi narración, aunque me llene la cara de cortes”.

 

Esa  disciplina  tan  difícil  de  sostener,  más  aún  si  recordamos  sus  quebrantos de salud, es un buen ejemplo a seguir. Yo no soy tan disciplinado, pero para terminar mi primera novela me propuse redactar una página diaria. Como no siempre logro hacerlo, llevo un registro en el que apunto las páginas pendientes debido a mis compromisos o al cansancio, de modo que cuando puedo sentarme frente al computador procuro pagar las deudas. Aprendí del autor checo que escribir es una decisión  y  es  fundamental  respetarla,  asumirla  igual  a  un  trabajo,  un  compromiso que se debe cumplir a diario.

 

Lo segundo que aprendí es que no solo se debe trabajar en una novela, un cuento o un ensayo. Se debe hacer siempre y sobre diferentes temas y de variadas formas. Kafka llevó un diario durante casi toda su vida adulta. Hasta el momento nos ha llegado parte de lo que anotó desde  mediados  de  1910  hasta  mediados  de  1923.  En  sus  diarios  se  encuentran  comentarios  a  hechos  sin  importancia,  reflexiones  sobre  situaciones que lo rodearon, variados ejercicios de estilo para encontrar la mejor forma de narrar un hecho, etc. Incluso llevó un diario de viaje.

 

Para Kafka la vida se responde a través de la creación literaria. Escribir fue parte de su alimento cotidiano. Además, no lo hizo para otros, escribía porque sentía el deseo de hacerlo, halló en la creación una forma de vida. En alguna de sus cartas confesó que la escritura era lo más importante para él, que todo lo demás (la familia, el trabajo, la pareja, los  amigos,  etc.)  eran  distracciones  frente  a  su  intención  creativa.  Al  imposibilitársele dejar el trabajo y abandonar a su familia, decidió no formar una propia. A pesar de intentarlo varias veces, siempre terminó por renunciar a dichos propósitos, aunque a partir de sus diarios y epístolas se podría definir como un enamoradizo compulsivo. Construyó, entonces, una definición de pareja de las que tomó las enormes contribuciones que le hacían a la literatura gracias a las terribles tensiones que generaban en el mundo de las ideas y de los sentimientos. 

 

También hizo de sí un escritor nocturno, cuando en su casa dejaban de existir los ruidos familiares:

Por  la  noche,  a  las  once  y  media.  Tengo  claro  por  encima  de  todo  que  estoy sencillamente perdido mientras no me libere de la oficina; se trata únicamente, mientras sea posible, de mantener la cabeza lo bastante alta para no ahogarme. La dificultad de eso, las fuerzas que me ha de exigir, se muestran en el simple hecho de que hoy no he observado mi nuevo horario de sentarme al escritorio de ocho a once de la noche, de que incluso en este momento no me parece eso una desdicha tan grande, de que he escrito apresuradamente estas pocas líneas solo para poder irme a la cama.

 

Tras leer la cita me parecen ridículas las múltiples excusas que me he  inventado  para  justificar  el  no  sentarme  frente  a  la  pantalla  a  escribir. Que el trabajo, que la vida social, que los compromisos, que el cansancio, etc., pierden valor cuando veo, gracias a Kafka, que todo lo demás no importa, que lo fundamental es escribir cada día, con tanto empeño que sean necesarias algunas líneas antes de ir a la cama.

 

En algún momento de mi vida tuve que preguntarme si mi propósito de escribir era más grande que el resto de mis convicciones; con el correr de los años la respuesta positiva se afirma con mayor decisión, entonces  he  asumido  mi  vida  laboral  como  el  precio  que  debo  pagar  para tener un techo donde vivir con mi hijo y mi pareja, y así crear con tranquilidad; la familia, por su parte, también ha padecido mi ausencia, por ello no me he escapado de alguno que otro reproche de mis padres y mi hermana.

 

Hasta aquí he hablado de las influencias externas a la creación literaria, aunque sus mayores enseñanzas son las que aplico para escribir narrativa. Lo primero, son sus narradores. Kafka creó varios de los mejores  narradores  en  tercera  persona  de  la  historia  de  la  literatura.  La gran mayoría de sus obras están narradas desde una voz externa al personaje,  pero  con  tanto  conocimiento  de  los  sucesos  a  los  que  este  se enfrenta que el lector siente sus pensamientos. No los lee, los siente. Recordemos  que  el  narrador  en  tercera  persona  con  un  conocimiento omnisciente era el predilecto de los autores hasta casi la mitad del siglo xx. No es Kafka su inventor, pero sí uno de los que mejor supo revista aprovechar las ventajas de esta forma de narrar. El narrador en tercera persona permite un dominio de los hechos tan profundo que es tal vez el personaje, sin serlo, más importante de la obra. Si este narrador falla, el lector se pierde. Muy diferente al narrador en primera persona que permite dar rienda libre a la subjetividad del ser humano. El narrador en  tercera  persona  es  un  total  dominador,  y  en  el  caso  de  Kafka  fue  su mayor aliado al momento de crear. Por ello, cuando decido que un cuento o el inicio de una novela sean en tercera persona, recurro a la relectura de El proceso o El desaparecido. Sé que allí encontraré un claro ejemplo de cómo hacerlo mejor de lo que haría sin esa lectura.

 

De esta manera he llegado al mayor aporte del autor checo: la narración puede dedicarse a todo tipo de hechos, incluso a aquellos que serían juzgados por fantásticos, y que Kafka hace parecer como la situación más cotidiana de la vida. Es decir, Kafka hace de lo extraordinario algo natural, sin artificios, y te mete en la situación del personaje sin  que  el  lector  se  pregunte  si  lo  que  está  leyendo  podría  ocurrir  de  verdad, porque es tan apabullante la narración que sería tonto hacerse esa pregunta. Durante la lectura de La metamorfosis —La transformación, título  que  algunos  proponen  hoy  en  día—  jamás  me  detuve  a  cuestionar si sería posible que una mañana me despertara convertido en insecto. La forma de presentar la situación que vive Gregor Samsa es igual de verosímil que una fila en un banco o una cena familiar. A cualquiera podría pasarle. Ahí está, a mi modo de ver, uno de los aprendizajes más grandes que puede tener un escritor.

 

Kafka nos recuerda que la escritura es cuestión de atrapar al lector, porque quien lee espera que la narración lo controle y lo saque de su cotidianidad por los minutos que está inmerso en la lectura. Si Kafka hubiera dado charlas sobre creación literaria, si en su vida hubiera alcanzado la fama que obtuvo después de la Segunda Guerra Mundial, uno de sus consejos sería: “Cualquier situación que seas capaz de imaginar puede ser narrada, muy bien narrada, siempre y cuando respetes al lector y la hagas verosímil; no debes darle la oportunidad al lector de preguntarse si está frente a un acontecimiento que pudiera pasarle a él, domínalo a través de una narración clara, sin adornos excesivos, porque lo fundamental es que el narrador transmita la angustia del personaje, no que diga que está angustiado”. O al menos es lo que imagino que dice cuando lo leo.

 

El  lector  atento  sufre  la  angustia  de  Gregor  Samsa,  la  de  Karl  Rossmann, la de K., la de Joseph K. y la de tantos personajes que Kafka sabe colocar en situaciones en las que, en lugar de decir, muestra. Esa enseñanza del narrador checo, al ser la esencial, la que ayuda de verdad a  escribir  mejor,  la  convierte  en  la  más  difícil  de  aprender.  Porque  no  es  siguiendo  una  fórmula  ni  imitando  a  Kafka  que  se  aprende,  es  escribiendo  hasta  hallar  la  voz  propia,  la  poética  personal,  que  se  encuentra  solo  gracias  al  ejercicio  constante  de  narrar.  Escribir  sin  la  esperanza  de  publicar,  sin  el  deseo  de  que  otros  te  lean,  concentrado  solo en la narración, en crear un mundo literario propio.

 

Con  esto  llego  al  último  aprendizaje.  Aclaro  que  los  enumerados  hasta aquí no son los únicos. Otros con interés en aprender de él, seguro  encontrarán  muchos  más.  Para  mí,  hasta  este  momento  de  mis  lecturas, estos son las principales. Dejé para el final uno que es tanto o  más  difícil  que  el  anterior.  Este  hombre  escribió  lo  suficiente  para  generar un cambio en la literatura universal, pero en vida publicó poco. En vida no agotó los 250 ejemplares de La metamorfosis, y su propuesta estética  no  despertó  gran  interés  en  los  editores.  No  obstante,  Kafka  continuó creando. Como fuera que haya ocurrido, es de conocimiento general que al final de su vida solicitó que sus textos fueran quemados, como el lector que fue, seguro había formado un criterio sólido sobre lo que es la buena literatura, y dudo mucho que no lograra ver en su obra la calidad con que había sido creada. Aún así siempre fue el mayor crítico de sus textos, pero muchos autores también lo son y aún así saben que la mejor forma de dejar un texto atrás es publicarlo. ¿Por qué continuar trabajando si sus textos no recibían la aceptación que desea entre editores, críticos y escritores? Y si estaba tan interesado en que su obra fuera quemada, ¿por qué no lo hizo él mismo?

 

Estas cuestiones no tienen respuesta, cualquiera que diga ahora será un supuesto sin fundamento. Solo él, solo Kafka mismo sabría las respuestas. No obstante, de esa anécdota he decidido aprender algo más: el  ego  del  escritor  no  importa,  lo  importante  es  su  obra.  Y  esta  obra  puede  ser  mejorada,  se  puede  seguir  creando  así  no  se  publique.  Así  las  editoriales  rechacen  lo  que  les  envías,  no  ganes  concursos  ni  seas  reconocido por tu trabajo. El escritor verdadero escribe porque necesita hacerlo para vivir, no para cobrar dinero ni obtener reconocimiento, lo hace para darle sentido a su existencia. Dejando  el  ego  a  un  lado,  tal  como  lo  hizo  Kafka,  será  posible  concentrarse  más  en  el  trabajo  diario  sin  ser  afectado  por  el  mundo  de  afuera,  el  que  no  pertenece  a  la  literatura.  La  humildad  frente  a  lo  creado.  Pero  no  humildad  sumisa,  sino  crítica.  No  todo  lo  que  se  escribe debe publicarse. Por eso al hablar de Max Brod siento siempre sentimientos encontrados. Como mejor amigo de Kafka debió respetar su  deseo  y  quemar  sus  obras,  pero  si  lo  hubiera  hecho  no  habríamos  conocido esta obra trascendental y yo no hubiera aprendido lo que hoy les he contado. Así que tampoco habría escrito esto, ni ustedes estarían leyéndolo.  De  alguna  manera,  ese  deseo  no  cumplido,  ese  irrespeto  del  amigo,  es  un  ejemplo  más  de  lo  que  hemos  aprendido  a  llamar  kafkiano.

REF: revista UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 341 PUBLICADO: 2020-12-01

https://revistas.udea.edu.co/index.php/revistaudea/article/view/344640/20804225?fbclid=IwAR2XX9k5JC7jpPWGwPAaP3bOZtEHLw7Ip6KxylHjDoPBIdBihjqleZBUX6c


miércoles, 28 de octubre de 2020

JAVIER DARIO RESTREPO, CATEDRA DE PERIODISMO -Tips Y Consejos De Un Maestro-

 





6 lecciones sobre periodismo del maestro Javier Darío Restrepo

Por Milagros Olivera Noriega

Publicado el 30 de octubre del 2014


Tomado de: https://www.clasesdeperiodismo.com/2014/10/30/6-lecciones-sobre-periodismo-del-maestro-javier-dario-restrepo/

Su nombre es sinónimo de experiencia, ética y calidad periodística. Javier Darío Restrepo ejerce el periodismo desde hace más de 50 años. Desde mediados de los años 90 es maestro de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano. Además, es autor de 22 libros.

El diario venezolano Correo del Caroní ha entrevistado a esta eminencia del periodismo, que este año recibió  el Premio Gabriel García Márquez a la excelencia periodística.

Veamos algunas de sus lecciones.

  1. A nadie se le da la libertad de modo gratuito, siempre hay que pagar un precio. Además, la libertad nunca está hecha, es un hacerse.

  2. Los intereses políticos y la avidez de dinero se complementan para envilecer el periodismo y para silenciarlo. Las escenas en que el personal del noticiero se enfrenta bajo la presión de dos lógicas en pugna: la del empresario y la del periodista, de alguna manera reflejan la situación del periodismo en Colombia; es la que sienten los jóvenes periodistas que llegan por primera vez a una sala de redacción y la que padecen los periodistas durante su trabajo profesional. Viven una tensión entre sus ideales y las imposiciones de negociantes y políticos que se quieren valer de los medios para sus intereses en perjuicio de los derechos de los naturales dueños de los medios que son los ciudadanos.

  3. La tecnología digital ha creado la plataforma propicia para otro reto: el de la defensa de la identidad profesional del periodista. La aparición del periodista ciudadano ha creado un difícil dilema: o competir con ese periodista improvisado que se vale de las armas que proporciona la tecnología, y reducir la profesión a un aprovechamiento tecnológico; o afinar el trabajo profesional hasta hacerlo irreemplazable, aún por la más sofisticada de las tecnologías. Que esto es lo que significa hacer un periodismo inteligente y con la capacidad de cambiar algo todos los días. Si el periodista profesional se limita a hacer lo que un periodista ciudadano, está falseando y recortando los alcances de su profesión. El reto es, pues, mantener los más altos índices de calidad de su profesión.

  4. En los conflictos, la mayor necesidad y, por tanto el mejor aporte, es el de quien recupera la verdad para una sociedad confusa y desconfiada. Estas dos características son propias de las sociedades en conflicto y vuelven indispensable el aporte del periodista. Todos mienten: gobernantes y guerrilleros; mientras la sociedad no sabe a quién creerle ni en quién confiar, mientras crecen sus incertidumbres y sus miedos. Inspirar la confianza suficiente para hacer partícipes de la verdad periodística a los ciudadanos es el objetivo a que debe aspirar un periodista. Pero ese papel solo se puede cumplir si el periodista es todo lo independiente que se necesita para que los receptores de su información sientan que no cede ni a las amenazas ni a los ofrecimientos

  5. La prioridad máxima de quien informa es su lector, por sobre cualquiera otra instancia: director, medio, anunciante, gobernantes, intereses propios.

  6. Sólo puedo decir que hay una clase de periodismo del que uno se puede sentir orgulloso: independiente, profundo, servidor del bien común, bien escrito y apasionado por la verdad: es el que no dejó en silencio el proceso 8.000, el que ha destapado la podredumbre de los corruptos, el que puso ante la luz pública la narcopolítica y la parapolítica. Ese es el periodismo que uno debe aplaudir porque mantiene despierta la opinión del país.





10 CUALIDADES DE UN BUEN PERIODISTA, SEGÚN JAVIER DARÍO RESTREPO

Octubre 8, 2019

Tomado de: https://premioggm.org/noticias/2019/10/10-cualidades-de-un-buen-periodista-segun-javier-dario-restrepo/


Hasta el último de sus días, Javier Darío Restrepo (1932 – 2019) dio lecciones de periodismo. Sus enseñanzas no eran las de un catedrático encumbrado que teorizaba sobre el oficio, sino las de un maestro experimentado que se forjó como periodista haciendo reportería en el terreno, hablando con las personas, contrastando fuentes y acumulando vivencias que se encargó de compartir sin reserva alguna a tantísimas generaciones de periodistas en Iberoamérica. Estos coinciden en distinguirlo como un faro de la ética periodística, cuya luz seguirá encendida para que, cada que un colega lo necesite, pueda mirarla, encontrar dirección y navegar en las siempre agitadas aguas del periodismo.

Javier Darío Restrepo (DEP) dejó un legado memorable y digno de repasar una y otra vez, pero es indispensable que los periodistas, sea en tiempos de calma o de crisis, puedan hacer un pare, contar hasta diez y que por cada número que enuncien, listen las lecciones que este maestro del periodismo ofreció mediante el ‘Decálogo del buen periodista’, una reflexión concisa pero profunda sobre el oficio, que fue incluida en el libro ‘Deontología periodística. Un camino urgente a seguir’ (2015), coordinado por José Luis Jáquez Balderrama.

Aquí, las diez cualidades que Javier Darío Restrepo enumeró en dicho libro como indispensables para el ejercicio de un buen periodismo:

1. El buen periodista ha de ser, ante todo, una buena persona

José Martí lo dijo con una metáfora: detrás de un buen periódico hay “una mano enguantada que lo escribe y unos labios sin mancha que lo dictan”. Como obra del espíritu que es, el buen periódico solo puede ser producido por buenas personas, que son el punto de partida para llegar a ser buenos periodistas.

2. El buen periodista ha de estar orgulloso de su profesión

Sonó como una novedad cuando Kapuscinski lo dijo en un taller en México y lo repitió en Buenos Aires: “Hay que sentir orgullo y respeto por lo que uno hace”.

3. El buen periodista tiene un sentido de misión en su ejercicio profesional

Kapuscinski testimoniaba: “A veces me he sentido como un misionero cuyos actos están dictados por la pasión y el sacrificio”. Nostálgico, Ryszard recordaba esa característica de los buenos periodistas de antes, como si se tratara de un esplendor apagado: “Antes”, escribía, “se vivía del periodismo como una noble vocación a la que los periodistas se entregaban plenamente y para toda una vida”.

4. El buen periodista es un apasionado por la verdad

Esto se lee en una placa de bronce que decora el vestíbulo de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Missouri. Con más de un siglo y medio de antigüedad, este texto reza: “El periodista cree que cuanto escribe es solamente lo que siente en su conciencia como verdadero”. Es la misma convicción que hoy proclaman los periodistas con un punto de vista, para quienes es claro que solo deben escribir y publicar lo que ellos ven como cierto.

5. El buen periodista es autocrítico

El periodismo se aprende y perfecciona más en los errores que en los aciertos. Un error señala las debilidades, estimula las correcciones y logra que hoy se hagan las cosas mejor que ayer y que mañana sean de mayor calidad que las de hoy.

6. El buen periodista elabora conocimiento y lo comparte

Jack Fuller, al describir la clase de periodistas que necesitan los periódicos, fija la atención en los obsesivos y descontentos para quienes ser reporteros es mucho más que dar noticias, que era el criterio de Pulitzer, por tanto “habría que pensar sobre temas clave, discusiones que relacionen los problemas del periodismo con los principales caracteres del pensamiento moral”, “pensar las noticias hasta llegar al abordaje correcto de la historia”, “familiarizarse hasta sentirse cómodos con la tecnología”, “educación rigurosa en una disciplina especializada”, “leer textos originales sobre filosofía, ciencias, leyes y otras disciplinas”. Necesitamos periodistas, concluye Fuller, “que puedan contar una historia de manera que persuada a los científicos y al público por igual”. “Es lo que se llama escribir bien: con gracia, sorpresa y suspenso”, explica Robert Lambeth, y apela a la metáfora: “lenguaje que simplifique lo complejo y convierta lo difícil en moneda que todos puedan utilizar”. Eso lo hace un buen periodista.

7. El buen periodista hace periodismo con un objetivo

Esto consiste, según Gabriel García Márquez, en “cambiar algo todos los días”, y según Kapuscinski “el verdadero periodismo es intencional, es decir, se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Si leéis los escritos de los mejores, comprobaréis que se trata siempre de un periodismo intencional. Están luchando por algo”.

8. El buen periodista tiene el sentido del otro

La experiencia larga y brillante de Kapuscinski le indicó que “los buenos periodistas son personas respetuosas con el otro, capaces de mostrar esa actitud en todo momento. Ser reportero significa, antes que nada, respetar a todo ser humano en su propia privacidad, personalidad y escala de valores”. En otra ocasión, en un taller con periodistas, fue explícito: “Sin los otros no podemos hacer nada. La cuestión fundamental de este oficio es el entendimiento con el otro. Una condición fundamental para hacer periodismo consiste en ser capaz de funcionar en conjunto con los otros”.

9. El buen periodista es independiente

En nuestros días el testimonio de Kapuscinski es concluyente: “Lo ideal es ser lo más independiente posible, pero la vida está lejos de ser ideal. El periodista se ve sometido a muchas y distintas presiones. En general, la conquista de cada pedacito de nuestra independencia se gana día a día y de que, a pesar de todo, es una condición necesaria e irremplazable para quien quiera ser un buen periodista.

10. El buen periodista mantiene intacta su capacidad de asombro

Esa capacidad de asombro va estrechamente ligada a la capacidad de hacerse preguntas, que distingue al buen reportero y que es a la vez el resultado de un fino sentido para descubrir lo nuevo y de una sabia y humilde disposición para estar aprendiendo a todas horas, de toda persona y en todas las circunstancias. Las mejores investigaciones, los trabajos periodísticos de mayor calidad, son el resultado de preguntas que mantuvieron activo a un periodista que finalmente obtuvo una respuesta. Cuando no hay preguntas ni asombro aparece la rutina profesional. Uno de los grandes peligros de esta profesión es la rutina, decía Kapuscinski, quien agregaba: “uno corre el riesgo de estancarse, de quedarse satisfecho… el periodismo es un acto de creación”. Para no estancarse, para sacudir la rutina, para seguirle la pista a la realidad que que todos los días se reinventa, el buen periodista mantiene su capacidad de asombro tan intacta como sus sueños.

* El ‘Decálogo del buen periodista’ fue publicado originalmente en el libro ‘Deontología periodística. Un camino urgente a seguir’ (2015), cuya coordinación general estuvo a cargo de José Luis Jáquez Balderrama y hace parte de la Colección de Textos Universitarios de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México).

**************************************************************************

FRASES DEL MAESTRO:

Tomadas de: https://puntoseguido.upc.edu.pe/javier-dario-restrepo-cinco-apuntes-sobre-el-buen-periodismo/

¿Crisis del periodismo o de los periodistas?

Para Restrepo, existe una crisis del periodista,que puede llegar a convertirse “en un modo de ver las cosas o de hacerlas”, que conlleva entonces a una crisis del periodismo.

Ética periodística y redes sociales

Los debates en redes sociales pueden alcanzar encendidos adjetivos y calificaciones infundadas. Además, sirven de difusoras de contenidos, pero ¿difunden información certera?

Las redes sociales son desconfiables en el sentido que la información que por aquí se divulgue no tiene muy claras las fuentes”, afirma el maestro.

Él considera que “la red en sí misma como entidad es la que viene a hacer la función de fuente. La gente cree porque se imagina que detrás hay alguien que lo está controlando”.

Contenidos “a la carta”

Nosotros [los periodistas] estamos para brindar el acceso a la realidad y la realidad no se deja gobernar por una carta”, asegura el maestro Restrepo. El escritor considera que la posverdad tienen un elemento endeble y equívoco, que es dejar los hechos de lado y manifestarse a través de una subjetividad pura

Crisis financiera de los medios

Sobre el financiamiento de medios, Javier Darío Restrepo dice que el periodista debe mantenerse al margen de los resultados gerenciales, como las ventas, porque sino pierde el sentido de la profesión misma.

Periodismo clásico y nuevo periodismo

Yo antes no disponía de los medios que dispone hoy un periodista cualquiera. Cuando yo asumía una investigación yo no podía acudir a Mr. Google para que me resolviera preguntas”, nos dice con ironía Restrepo.

3 lecciones de Javier Darío Restrepo

Autor: Fernando Ramírez. Fuente: https://www.lapatria.com/opinion/blogs/periodismos/3-lecciones-de-javier-dario-restrepo

Los que me conocen saben de mi afecto por Javier Darío Restrepo, el maestro de la ética que falleció en Bogotá. Dos días antes habló con jóvenes periodistas en el VII Festival Gabo en Medellín, en conversación con Hernán Restrepo. Lo vi en la distancia y no quise molestarlo. Partió con su andar cansino, apoyado en su bastón, con su boina característica de los últimos años.

Tuve la fortuna de ir a una decena de talleres suyos, de compartir con él en el Consejo Directivo de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) en dos momentos, de ser premiado alguna vez por un jurado del que él formó parte y, como si fuera poco, el año pasado figuré como editor de un capítulo que escribió para el libro Pistas para narrar emergencias - periodistas que informan en zonas de desastres, de Consejo de Redacción. Y digo que figuré, porque como se lo confesé luego, no iba a ser yo tan atrevido de sugerirle nada, más allá de corregir un error de teclado aquí o de una coma atravesada allá.

Con las lecciones que me legó podría escribir un libro, y tal vez algún día lo haga. Mientras tanto, escogí tres enseñanzas que me parecen principales en la manera de entender la ética en el periodismo como un asunto que nos conduzca a la excelencia. Por argumentos como estos es que Javier Darío es un tratadista que citan en el mundo entero.

1. Periodismo que se adelanta al futuro

Este fue un dato clave en mi proceso de ser periodista de periódico, hoy de multimedia. Porque esto tenía que ver con cómo en lugar de contar lo que sucedió ayer, no nos empeñamos en decir para qué o cómo afectará ese hecho lo que sigue. Tiene todo que ver con explicar, con aportar ideas para que no se repita algo negativo, con generar discusiones que ayuden a mejorar algo que parece definitivamente malo. Al final se trata de un periodismo útil -de soluciones también le dicen ahora-, una intención por ir más allá del mero registro y entregarle a la audiencia más elementos para la discusión. Él habla de una propuesta de lo posible, de la esperanza, una preocupación que siempre enarboló. Y qué bien que el periodismo se permita pensar ese futuro mejor, porque sembrar esperanza sí que es necesario en estos tiempos de tanto profeta del desastre. Esto, por supuesto, está atado a la siguiente lección.


2. No sembrar la sensación de hecatombe

Este es un importante legado como ya escribí en otro texto en el que hice referencia a El zumbido y el moscardón. Los periodistas tendemos a ver el sucio en el mantel blanco, y esta es una característica importante para no dejarnos de la ola de positivismo que abunda desde el mercadeo o el corporativismo. Igual, debemos reconocer, esta características nos conduce a veces a mostrar como gravísimas situaciones que pueden apenas ser una anécdota, cuando las contextualizamos.

Claro que hay corruptos y por montones, por supuesto que estamos llenos de líderes que piensan solo en su lucro personal, es evidente que sigue habiendo cantidad de problemas en nuestro país que muchos gobernantes prefieren ocultar, pero Colombia es también una fábrica permanente de talentosos seres humanos que se la juegan por un país mejor.

Colombianos que con creatividad, esfuerzo y poder de adaptación son muestra de tenacidad, de los valores positivos que se esperan de una comunidad. Hoy en las redes sociales esa sensación de hecatombe tiende a mostrarse más gravosa, y por este motivo toca estar alerta para siempre poner las cosas en sus justas dimensiones, y al lado de las cosas negativas valorar también las positivas. Por fortuna, estas sobran, lo que nos falta es a nosotros darles la misma importancia y Javier Darío nos insistía en hacerlo.


3. Una ética más allá de los códigos

Esta idea sobre la que trabajó buena parte de su vida, la consolidó en La constelación ética, el libro que presentó el año pasado y en el cual advierte que si bien los marcos regulatorios ayudan, la verdad es que la ética debe aplicarse en cada momento. De esa idea suya, he ido construyendo una propuesta sobre la necesidad de hablar de una ética viva, que se defienda en los consejos de Redacción, que permee a todos los integrantes de un medio, para que siempre haya quién la defienda, que esté en el ADN de esa estructura mediática, que no es cosa distinta que la sumatoria de sus integrantes.

Sí, los códigos servirán para estipular unos principios generales, pero aterrizarlo en el día a día es lo que nos permite entender que no se trata de sacar el manual como camisa de fuerza, sino que realmente se defienden ciertas formas de hacer periodismo, con rectitud, con ética, para simplemente informar mejor, con una búsqueda de la excelencia, como la utopía, ese camino que Javier Darío nos invita a caminar en pos del ser ético.


Epílogo. Mi mayor homenaje a Javier Darío Restrepo será hacer que sus lecciones sean asimiladas por nuevas generaciones, como mis alumnos de la cátedra de ética en la Escuela de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Manizales, una divertida clase en la que nos reímos a mares tratando de ponernos serios con los dilemas que ofrece este oficio cada día. Algo así como aprender riendo.

Desde que se instaló como Defensor del Lector de El Tiempo, Javier Darío demostró que su sapiencia estaba por encima de la media. Era un hombre de unas características que lo hicieron único, un idealista que nos supo convencer a muchos, que intentaremos seguir con su legado, mantener la utopía, que él alcanzó: practicar el periodismo como deber ser, rumbo a la excelencia.

***************************************************************************

Más reflexiones:

El legado ético de Javier Darío Restrepo

7 octubre, 2019 Tomado de: https://piedepagina.mx/el-legado-etico-de-javier-dario-restrepo/


Ante la violencia

La guerra contra el narco de Felipe Calderón había sumido al país en una ola de violencia, ante la que los periodistas no estuvimos preparados ni profesional, ni ética ni anímicamente. La charla de Javier Darío abonaba con perlas de sabiduría a ese momento con palabras que aún hoy no han perdido constancia.

En situaciones de conflicto, en que uno tiende a legitimar muchas cosas porque estoy en peligro, es cuando más necesario se hace un periodismo de excelencia. Parece una exigencia por sobre toda consideración, y sin embargo, así es el periodismo”, dijo el editor ante los periodistas y reporteros que en ese momento eran asolados por la violencia. 


Del lado de las víctimas

Otra de sus lecciones fue que cuando el protagonismo de una nota se tambaleaba entre la víctima o el victimario, lo correcto siempre será estar de lado de las víctimas, en un ejercicio de entendimiento y escucha para el resto de la sociedad.

Esta afirmación hace fruncir el seño de todos los cultores de la objetividad. No se trata de una noticia como cualquier otra, sino de una información de consecuencias, en que las actitudes, los errores, o una percepción equivocada, pueden tener consecuencias dañinas para las personas. Esto, desde luego contraría las rutinas de editores empeñados en montar sus noticieros con un máximo de noticias en el menor tiempo posible”.


Los conflictos

El periodismo de calidad, no se da en condiciones fáciles, y sin conflictos, Cuando hay conflictos, el periodista tiene que echar mano de todos los instrumentos y los valores que hacen el oficio. Cuando se supera el miedo, entonces se confirman aquellos puntos sobre los que uno se apoyaba y se confirma ese objetivo al que uno le ha puesto a la vida, y vale la pena. Y cuando uno responde que vale la pena, ahí comienza a ser un buen periodismo”.

En sus dos volúmenes de El Zumbido y el moscardón, Restrepo compiló 250 respuestas a consultas sobre ética periodística. Aquí, algunas de sus enseñanzas.


La verdad

Para los periodistas la palabra verdad significa fidelidad a los hechos sobre los que se informa. Las del periodista son las verdades humildes de los hechos de cada día. Por eso sus verdades son provisionales, esto es, penúltimas palabras porque los hechos evolucionan y sobre ellos siempre habrá algo que agregar. El periodista, en consecuencia, es alguien que siempre está en disposición de corregir, agregar o aclarar sus informaciones sobre los hechos. Heráclito proporciona la imagen más oportuna al respecto. La historia de cada día es como un río que fluye de modo que el agua que ves desde el puente pronto es reemplazada por otra.


La humildad

Quieren ser excelentes todos los que se han condenado a la insatisfacción con lo que son y a la pasión por lo que deben llegar a ser. Esa insatisfacción solo la conoce el humilde; es un saber fuera del alcance del resignado a la mediocridad de sus logros. El buen periodista está movido por esa insatisfacción con lo que hace, porque siempre está convencido de que aún puede hacerlo mejor. Es el buen consejo que la humildad, a todas horas, le da su conciencia profesional.


***************************************************************************



PROFUNDIZANDO EN CADA ASPECTO, A PARTIR DE SUS FRASES

Tomado de: https://fundaciongabo.org/es/etica-periodistica/recursos/las-100-mejores-frases-de-javier-dario-restrepo-sobre-etica-periodistica

Las frases están categorizadas en 10 grupos, de acuerdo a los temas formulados por Javier Darío en su ya célebre decálogo de ética periodística


1. El buen periodista es, ante todo, buena persona

Los buenos editores comparten sus experiencias, afirman conocimientos y crean un ambiente propicio para el ejercicio del mejor periodismo, que es el que se alimenta de entusiasmos, ideas y trabajo en común.

En cuanto el periodismo se ejerce como un poder, pierde su esencia y se convierte en otro más de los poderes que se disputan el control de la sociedad mediante el uso de la fuerza, del dinero o de las argucias de los políticos.

La redacción en que cada uno trabaja aislado de los demás, en que cada uno defiende su territorio, nunca podrá hacer periodismo de calidad. Una redacción así está condenada a la mediocridad.

En principio, todo tema es bueno para un buen periodista si su enfoque y tratamiento no implica la violación de los derechos de las personas. 

El mejor periodismo es el que se hace en equipo, con espíritu abierto y sin las restricciones que crea el espíritu de competencia y de rivalidad, propio de la empresa comercial.

El periodismo que dignifica la profesión es aquel que sirve a la parte más noble del ser humano y aporta a la vida de la sociedad, que impulsa cambios y hace mejores a las personas.   

El periodista no puede considerarse autorizado por razón alguna para atentar contra el derecho que toda persona tiene (incluidos funcionarios) al buen nombre y a la fama.

En uso de su libertad, ni un ciudadano cualquiera ni un periodista pueden utilizar los medios de comunicación para agraviar ni para calumniar.

Más que regulación, un código ético traza el perfil ideal del periodista, o sea, el máximo en excelencia personal y profesional que se puede llegar a ser.

El buen periodismo se distingue por su respeto a las personas, a toda persona

2. Siente orgullo por su profesión 

El buen periodismo, lo sabemos, no lo hacen ni los pasivos ni los resignados. 

La práctica de las relaciones públicas, tal como se da en nuestros países, resulta incompatible con el ejercicio del periodismo.  

Es un periodismo dañino y de baja calidad el que se hace desde las trincheras de algún partido o candidato, sin conciencia profesional.

Un periodista, en efecto, no es un publicista ni un relacionista público. Es desaconsejable, por tanto, combinar estas actividades.

Informar con honestidad, dando la lucha diaria por la independencia, es la práctica que distingue a los mejores periodistas,que son los más dignos y los más honestos.

El periodista no busca el poder sino el servicio, y es así como descubre su vocación: por el entusiasmo y pasión con que se sirve al público con información de calidad. 

Es una ilusión esperar que el periodismo pueda convertirse en una burbuja protectora para el periodista, desde donde se pueda contemplar el espectáculo de la historia diaria como desde un palco de primera fila. 

Quien aspire a ser periodista, lo mismo que quien aspira a ser soldado o bombero, debe saber que el riesgo es un factor que estará presente en su ejercicio profesional.

No se es periodista para correr riesgos, porque la temeridad no es una virtud profesional.

•  La amenaza pone a prueba la consistencia profesional del periodista y su nivel ético

3. Entiende el sentido de misión del periodismo

La naturaleza de la ética periodística está centrada en los valores del compromiso con la verdad, la independencia y de la responsabilidad social, que son los altos niveles del mejor periodismo.

El periodismo sirve informando. La información es la expresión específica del servicio que presta el periodismo.

Es deber del periodista proteger a sus lectores o receptores del engaño del poder.

El periodismo indispensable es aquel que abre los ojos y mantiene el interés sobre el bien común de todos.

El periodismo es, por su naturaleza, universal y abierto a toda la sociedad. Está hecho para proporcionar a todos una información útil y creíble.

La convicción de que se comunica para acercar y acercarse, es la visión y la misión ética del periodismo.  

El periodista informa para todos, porque su tema es lo público y su actitud es la defensa y el fortalecimiento de lo público.

El periodista busca influir en el alma de la sociedad mediante el uso de la información y de la palabra, que son sus instrumentos.

Toda información demanda del periodista el ejercicio de su compromiso con la verdad, de su independencia y de su responsabilidad con la sociedad.

Quien deposita su confianza en el periodista que le informa a diario, no admite ninguna clase de doble juego. 

4. Es apasionado por la verdad

Para el médico lo primero será el valor de la vida, para el abogado el máximo de los valores es la justicia y para el periodista es su compromiso con la verdad. 

Para los periodistas, la palabra verdad significa fidelidad a los hechos sobre los que se informa. Las del periodista son las verdades humildes de los hechos de cada día. 

La verdad del periodista debe ser completa. No responde solamente a lo que sucede.También debe explorar el porqué, el para qué, el dónde, el quién, el cómo de los hechos. 

Es obligación del periodista hacer cuanto esté a su alcance para obtener una visión exacta de los hechos. En esto consiste su compromiso con la verdad.

El periodista entiende que cada ser humano, cada organización humana, dispone de fragmentos de verdad que deben completarse con las partículas que otros poseen. 

Cuando un periodista, por una mentira o error publicados, ve disminuida su credibilidad, se le impone la ardua tarea de reconstruirla a partir de cero.  

Como el reportero, el columnista de opinión tiene el deber de buscar y respetar la verdad de los hechos.

Los lectores saben que el compromiso del periodista es con la verdad y que contraría su misión con la sociedad si la altera e impide el acceso a la realidad de los hechos.

Las fotografías no siempre dicen la verdad. A veces dicen verdades a medias que el periodista debe completar con el pie de foto o enel texto informativo.

La exactitud en su versión del hecho diario es la definición de verdad en los códigos de ética periodística.

5. Es autocrítico

Cuando a un periodista se le acaban las preguntas, ha entrado en estado de decadencia profesional.

El periodismo comienza a deteriorarse cuando se aparta de las categorías del servicio, de lo público y de las tareas de información libre. 

Hay un periodismo prescindible, por el que no vale la pena sacrificar un árbol, y hay otro periodismo de tal valor y tan imprescindible que por él vale la pena sacrificar un bosque.

Los periodistas tienen el deber de mantener un nivel ético superior al del promedio de la sociedad, porque son a la vez líderes y educadores de los ciudadanos. 

El periodista, en consecuencia, es alguien que siempre está en disposición de corregir, agregar o aclarar sus informaciones sobre los hechos.

Entre el periodismo insípido de los que no se comprometen con nada y el periodismo fogoso que se vuelve propaganda, hay un camino medio: el del periodista que muestra hechos y los hace entender.  

La rectificación es un deber del medio periodístico y un derecho de quien recibe información cuando está comprobado el error del periodista.

El periodista obediente y sumiso quedará condenado a convivir con su mentira y su indignidad.

Un periodismo hecho para entretener, despoja a la profesión de

su dignidad y a la sociedad del derecho a conocer.

Cuando el periodista digital impone la lentitud necesaria para la reflexión sobre los hechos, se le agrega calidad a la información digital.  

6. Elabora y comparte conocimiento 

El periodista siempre está respondiendo; por eso, a mejores respuestas, mayor calidad del periodismo que se hace. 

La ética periodística impone el deber de buscar la excelencia. Mal puede hablarse de excelencia en trabajos sin ortografía o con una sintaxis defectuosa. 

Así como un deber ser del abogado es su conocimiento de los códigos, y el del médico el diestro manejo de su instrumental, es obligación elemental del periodista manejar su instrumento de trabajo, que es la palabra.

Un periodismo que se limita a reproducir boletines es mediocre, no le ofrece garantía alguna al lector y que lo deja indefenso en manos de las oficinas de prensa, en las que suele hacerse propaganda, pero no información.

Un periodista que cuenta hechos y los documenta puede llegar a tener más fuerza que editorialistas y columnistas.

El periodismo es, ante todo, una actividad de la inteligencia: se trata de obtener información, de procesarla para convertirla en conocimiento y de difundirla de modo eficaz.  

Es cierto que para los periodistas, lo mismo que para cualquier ser humano, la verdad total es inalcanzable, pero esto no exonera al periodista de su deber de buscar verdad posible de los hechos.  

El buen periodismo ha de ser aquel que dignifique al lector; esto es, que sirva y estimule su inteligencia y no su curiosidad o su morbo.

Es una equivocación frecuente la de los editores que seleccionan su material informativo con el solo criterio de dar gusto a los lectores.

El periodismo que busca solamente gustar y entretener, empequeñece la profesión, y la vuelve insignificante y prescindible.

7. Hace un periodismo con objetivo

El servicio convierte al periodismo en respuesta a la parte más noble de los humanos, que es su inteligencia.

El papel del periodista al ofrecer información es proteger al receptor de su mensaje contra los intentos propagandísticos o de alteración de la información. 

Una característica del periodismo es su universalidad, es decir, su permanente disposición de informar para todos, y su renuencia radical a ser identificado con partidos.

El periodismo cumple su función cuando sirve a la sociedad, no cuando se sirve de ella.

Si el terrorista se ha propuesto difundir el miedo, lo del periodista es crear un ambiente de serenidad.

Ni los tuiteros ni los grafiteros ni los blogueros pueden llamarse periodistas por razón simplemente de esas actividades comunicativas.  

Es periodista quien se dedica al procesamiento diario de las informaciones para servir al lector con los antecedentes, contextos y proyecciones de los hechos.

El buen periodismo es comprometido y comprometedor, digno y dignificador, no se limita a ser un espectador distante de la historia de cada día.

Ningún avance tecnológico podrá reemplazar al periodista que hace entender la información, la contextualiza y la convierte en un estímulo para la participación.

El periodista informa para cambiar algo todos los días y para convertir a sus receptores en conciencia de la historia diaria.

8. Tiene sentido del Otro

El periodista es, ante todo, un servidor público; esa condición es la que le da dignidad y peso moral a su trabajo, y la que hace del medio de comunicación una empresa diferente.

El periodismo no pretende la vocería oficial de nada ni de nadie, pero interpreta el interés público, lo defiende, lo promueve y llega a ser, de hecho y no por ley alguna, la voz de la sociedad. 

El periodismo tiene la elevada dignidad de su libertad y de no reconocer otro amo que su lector y, através de él, a la sociedad.

La libertad no le extiende al periodista una carta blanca para escribir o informar lo que quiera, sino lo que debe.

La información del periodista es para el receptor; por tanto, tiene en cuenta las necesidades de este y, desde luego, sus derechos.

La conciencia ética comienza a aparecer cuando en nuestra vida aparece el otro.

La verdad periodística no debe hacer daño, por tanto, evita cualquier ofensa o maltrato.

Deja de ser ético todo lo que viola los derechos de las personas. Es ético, en cambio, lo que preserva esos derechos de los abusos de quienes ejercen el poder.

No importa la distancia, la nacionalidad, la cultura o el régimen político, cualquier humano puede ser fuente o tema para el periodista.

Cuando el periodista se ubica en el lugar del otro para asumir sus circunstancias, pone a prueba la consistencia de sus principios éticos

 9. Es independiente

El omnipresente compromiso del periodista con la verdad no se sostiene si no está apoyado por la independencia, ni tiene razón de existir si no es una respuesta a la sociedad.

La máxima lealtad del periodista se debe al ciudadano. Cuando el gobierno, la empresa periodística o los anunciantes pretenden el primer lugar, usurpan un puesto que no es el suyo. 

La principal legitimidad de los periodistas en el mundo, su principal capital, sigue siendo la confianza del público.

El único amo que respeta el periodista es el receptor de su información; y el objetivo esencial de su actividad profesional es ofrecerle la información con la mejor calidad posible. 

Cuando el periodista se alindera o atrinchera, disminuyen su credibilidad y sus posibilidades de influencia.

El buen periodismo no admite el dinero ni como instrumento ni como presión. 

Para prestar un servicio informativo eficaz a los receptores, el periodista no debe ser ni aparecer como parte del conflicto; por tanto, debe mantener distancia.

Aceptar regalos, títulos honoríficos, favores, privilegios, pone en riesgo la independencia del periodista, que es una cualidad esencial para hacer un buen trabajo.

Nunca se debe olvidar que la relación periodista-fuente tiene una sola razón de ser: llegar a la verdad que se le debe al lector.

La confianza del público tiende a fortalecerse cuando el periodista actúa de modo claramente independiente respecto de las personas o instituciones que lo han contratado.

10. Mantiene intacta su capacidad de asombro 

El sensacionalismo llega hasta donde comienza el periodismo inteligente.Quiero decir que hay un periodismo de inferior calidad que se limita a dar respuesta a los sentidos de la vista y del oído.

Para ser periodista se necesitan una curiosidad inextinguible, una pasión viva para conocer la verdad,para hacer triunfar la justicia y para servir a la sociedad. 

Hoy el periodista no es solo los ojos y oídos de la sociedad. Es su entendimiento, pues estimula la inteligencia y la voluntad de los receptores.

El periodista que limita su tarea a la que cumple con su cámara digital un periodista ciudadano, no está prestando el servicio profesional que se espera.

Los trabajos periodísticos de mayor calidad son el resultado de preguntas que mantuvieron activo a un periodista que finalmente obtuvo una respuesta.

El buen periodismo interpreta, contextualiza, da antecedentes y dirige la mirada hacia las consecuencias de lo que está sucediendo.  

Cualquier tarea que puede ser hecha mecánicamente, con técnica de robot, no es de la esencia de la profesión periodística. 

El periodista acostumbrado a tareas mecánicas, está lejos de la esencia de su profesión.

El talante ético del periodista obedece a que no se apropia del trabajo ajeno ni crea la apariencia de haber llevado a cabo un trabajo que no ejecutó.

Necesitamos un periodismo que no se limite a mostrar o a hacer oír, sino que haga al lector entender y participar de los hechos.