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jueves, 23 de octubre de 2014

Manual de eufemismos elegantes - Lizzy Cantú

Manual de eufemismos elegantes
[o de cómo opinar cuando prefiere no hacerlo]
Lizzy Cantú

Uno. Elogie el atrevimiento de perseverar en el mal gusto. “Me parece una propuesta muy valiente/joven/honesta”. Los libros de historia están llenos de audaces. Los cementerios también.
Dos. Sea un pacifista. “¿Por qué pelear por esto si podemos pelear por otras cosas?”.
Tres. La sinceridad absoluta funciona solo en términos muy generales. “Lo que más me gustó es que me hizo pensar mucho”. Después excúsese y vaya a pensar mucho en otras cosas.
Cuatro. Emplee el método de la papa caliente. “Sé de alguien a quien va a encantarle”. Después derívelo con la competencia. Funciona igual si le han mostrado un avance de un documental o lo nombraron jurado del postre que hizo su sobrina adolescente.
Cinco. Contribuya al progreso del otro. “¿Y has pensado qué vas a hacer después de ‘esto’?”. Olvídese de aclarar que esto se refiere a la vergüenza, la infamia o la impotencia.
Seis. Si es necesario, recurra al autodesprecio y excúsese en la propia ignorancia o ineptitud. “Francamente no siento que yo sea la persona adecuada para juzgarlo”. Para mayor credibilidad, evite el cliché “Creo que soy yo”. Pero establezca distancia. “Yo nunca podría hacer algo así”.
Siete. Evite dejar constancia de su juicio. “¿Te parece mejor si te llamo?”. No aplica si le piden un prólogo, una contratapa o que sea en algún festival muy concurrido. Para esos casos, recurra a alguno de los otros mandamientos.
Ocho. Muestre siempre genuino interés. “¿Cuánto te tardaste en terminarlo? Me interesa mucho saber cómo lo hiciste”. En algunas ocasiones puede usarse la variante psicoanalítica. “¿Por qué decidiste hacer algo así?”. Aprenda de los errores ajenos.
Nueve. Apele al mal gusto del público para justificar una mala obra. “Creo que es para un cierto público muy selecto”. Después contextualice. “Esto en [inserte aquí una época o lugar lejano] sería perfecto”. Algunos optimistas con visión de largo plazo aprecian la incomprensión que algunas veces precede a la genialidad.

Diez. Rehúse dar una opinión anteponiendo un valor supremo. “¿Para qué arriesgar nuestra amistad?”. Funciona con encuentros amorosos fallidos y manuscritos de muy malas novelas. En el peor de los casos, el sujeto en cuestión preferirá conservar su amistad.

Aparte tomado de:


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