Apuntes para una teoría del cuento
Julio César Londoño
Imagen tomada del Twitter del autor
https://twitter.com/julioclondono
El cuento admite varias definiciones. La definición
camorrera sostiene que un cuento es una novela libre de ripios. Con argentino
aplomo, Cortázar dijo que el cuento era una narración de 20 páginas máximo. Poe
lo practicó como una máquina de horrores cuyo eje es la tensión. Si sumamos
estas definiciones concluimos que el cuento es un relato breve cuyo
protagonista es el argumento y su alma es la tensión.
Nota. No existe el género relato. Relato significa relación
de sucesos. Es una etiqueta que abarca la novela, el cuento, el drama, la
cuentería, la anécdota y el chisme.
Los maestros advierten que el cuento puede partir de una
anécdota pero tiene la obligación de editarla, complicarla y llevarla a las
alturas del arte y la ficción.
Ejemplo de anécdota: un padre abofetea a su hijo de siete
años delante de sus amigos. El niño llora y piensa: voy a matar a este viejo
marica. Luego el padre se arrepiente, lo abraza, le pide perdón, el niño sonríe
y lo perdona. Fin de la anécdota.
Ejemplo de cuento. Un padre le pega a su hijo. El hijo llora
y se promete: lo mataré. Pero luego se reconcilian. Se abrazan. El hijo sonríe
amorosamente y piensa: voy a matar a este viejo marica. Lo envenenaré. En este
momento el relato trasciende la anécdota y alcanza las alturas del cuento.
Es difícil distinguir un cuento realista de una crónica
porque solo los diferencia el hecho de que “la crónica es un cuento que es
verdad” (GGM). Pero los buenos lectores intuyen la diferencia. La huelen en la
sonrisa de ese niño súbitamente asesino, o en un guiño intertextual, o en el
filo de la prosa, o en la aparición de un narrador omnisciente, ese superojo
que es patrimonio exclusivo de la ficción.
El deber de la crónica es la verdad. Al cuento solo le
pedimos verosimilitud. Para gozar y sufrir las mentiras de la ficción, exigimos
que sean creíbles, verosímiles. Para lograrlo, el cuentista echa mano de un
testigo serio: un escéptico, un gato, un espejo. Supongamos que el autor quiere
convencernos de que hay un fantasma en la alcoba del protagonista. Entonces
recurre a la declaración de un testigo escéptico, uno que no cree en fantasmas,
como en Otra vuelta de tuerca de Henry James. O nos muestra un gato erizado,
prueba patente de que en la habitación hay una potencia sobrenatural, una
entidad que solo el gato puede sentir. O recurre a la prueba del espejo: todos
vemos al conde Drácula pero los espejos no lo reflejan, y esto es suficiente
para crisparnos el alma. Esa no-imagen es más terrible que sus colmillos, su
lujuria y su sed roja.
Los enemigos del cuento son la cantaleta moral, la
corrección política, los excesos líricos y la erudición. También es grave
subestimar la inteligencia y la credulidad del lector.
P. S. Desde el último sábado de enero estudiaremos el cuento y otros géneros (la crónica, la crítica literaria, el ensayo de divulgación científica y la poesía) en mi taller virtual de escritura, un foro que inventé para descubrir con los alumnos las posibilidades de ese viejo y querido instrumento, la lengua española.
Mas articulos del autor J.C.Londoño:
https://decalogosliterarios.blogspot.com/search/label/Julio%20C%C3%A9sar%20Londo%C3%B1o
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