Consejos
para escritores
Abelardo
Castillo
Abelardo Castillo -Ser Escritor-
1 -No intentes ser original ni llamar la atención. Para
conseguir eso no hace falta escribir cuentos o novelas, basta con salir desnudo
a la calle.
2-En general cuesta tanto trabajo escribir una gran novela
como una novela idiota. El esfuerzo, la pasión, el dolor, no garantizan nada.
Es desagradable pero es así. No abandones la cama sin meditar en esto.
3 -No cualquier cosa, por el mero hecho de haberte sucedido,
es interesante para otro. Esto vale tanto para escribir como para conversar.
4 -Los sueños ajenos son invariablemente aburridos. Nunca
olvides que tus propios sueños, para el otro, son ajenos.
5 -De tanto en tanto recordarás esta historia. Alguien le
llevó un manuscrito a Antón Chéjov y le preguntó:
-¿Que hago maestro? ¿Lo publico o lo tiro a la basura?
- Publíquelo - dijo Chéjov - de tirarlo a la basura ya se
encargaran los lectores.
PD: Después de habernos "aplastado" con el ingenio
de estas frases, Abelardo Castillo nos hace un guiño de burla y nos dice, ya en
tono más confidencial y un poco después de la última cerveza:
"No creas en las máximas de los escritores. Tampoco en
estas. Lo que cautiva de una máxima es su brevedad; es decir, lo único que no
tiene nada que ver con la verdad de una idea."
“Nadie escribió nunca un libro. Sólo se escriben borradores.
Un gran escrito es el que escribe el borrador más hermoso”.
EL OFICIO DE ESCRIBIR
La literatura, por lo poco que sé de ella, nace quizá de una
fuerte tendencia a la incomunicación, o a la mala comunicación. Un escritor de
ficciones es alguien que en su vida cotidiana muy raramente puede comunicar lo
que siente (...) El único lugar donde el hombre que escribe se comunica es en
sus libros, y son sus personajes quienes hablan por él.
LAS BAMBALINAS DEL ESCRITOR
No hay escritor que en los días inmodestos de sus primeros
versos no imagine la edición de sus obras completas, vasta colección en papel
biblia que lo salvará de la muerte y el olvido. También suele preveer su
biografía (....) Uno tiene veinte años y no lo desanima el hecho de que, para
que sucedan estas cosas, deba todavía vivir, escribir y sobre todo morirse.
GENEROS
No creo en los géneros literarios (...) pero al menos tengo
una convicción: un buen cuento es una historia contada de la única manera
posible.
MORALIDADES DE ENTRECASA
Un gran talento es, en el fondo, una numerosa inutilidad
para casi todo lo demás.
LIBROS Y BIBLIOTECA
Un escritor es alguien que toma muy en serio la literatura
pero no se toma en serio a sí mismo.
NIETZSCHE Y YO
“No confío en esos autores a los que se les nota que se han
propuesto escribir un libro”, decía Nietzsche. Yo tampoco. “Desde hoy-decía-
solo leeré a aquellos cuyas ideas se han convertido, inopinadamente, en un
libro”. Creo que yo también.
COMO ESCRIBIR UNA NOVELA
Para saber cómo se escribe una novela habría que saber,
antes, qué es la novela, y ese estupendo arquetipo nunca existió. (...) La
novela es una forma literaria que se funda a sí misma cada vez que aparece un
gran novelista (...) El protagonista de una novela puede ser una cucaracha
(Kafka), una pura conciencia sin cuerpo (Stapledon) o una parva de muertos
(Rulfo).
ESCRITORES EN PERSONA
El primer escritor que conocí en mi vida fue Nicolás
Guillén. Yo tenía 22 años (...) Íbamos a pedirle una conferencia para San
Pedro, con la condición de que la diera gratis, y Guillén nos dijo que no,
debía cobrarnos aunque fuera simbólicamente. Él nos explicó por qué. Primero,
porque estaba exiliado y vivía de sus conferencias (....) Segundo, porque,
aunque el pago fuera emblemático, alguien debía probar que la poesía era un
trabajo tan digno como cualquier otro.
POE Y EL REALISMO
Oscar Wilde acaso redimió su vida con sólo La casa de las
granadas, y dijo lo único que se puede decir sobre literatura: los libros no
son buenos o malos, en el sentido moral. Están bien o mal escritos.
CRITICA DE LA RAZÓN PURA
La pasión pura no sirve para el arte. Con el puro
temperamento no se escriben novelas ni se pintan cuadros (...) Lo que nos
conmueve sencillamente nos conmueve. Pongamos un ejemplo extremo: a alguien se
le muere un hijo, esa persona no se va a poner a escribir inmediatamente un
soneto o una novela sobre el tema. Llora a gritos y se terminó.
ARTE POÉTICA
Uno teoriza como quiere, pero escribe como puede.
CUANDO EL MUNDO ERA JOVEN
Lo que hoy han descubierto los adolescentes que se sienten
posmodernos –la teoría del carpe diem ya enunciada en un verso de Horacio hace
dos milenios, dicho sea al pasar- nosotros también creímos haberlo inventado en
esos años. La vida es siempre ahora. (...) En suma ya lo dije muchas veces,
también con palabra ajena: Creíamos que el mundo era joven porque nosotros
éramos jóvenes en el mundo.”
MINIMAS -
Podrás beber, fumar o drogarte. Podrás ser loco, homosexual,
manco o epiléptico. Lo único que se precisa para escribir buenos libros es ser
un buen escritor. Eso sí, te aconsejo no escribir drogado ni borracho ni
haciendo el amor ni con la mano que te falta ni en mitad de un ataque
epiléptico o de locura.
-Un albañil puede habitar la casa que construye, decía más o
menos Sartre, un sastre usar el traje que ha hecho; un escritor no puede ser
lector de su propio libro. Un libro es lo que los lectores ponen en él. Ningún
escritor puede agregar un sentido nuevo a sus propias palabras. Si puede
hacerlo, debería escribir el libro otra vez.
-Los novelistas y los editores creen que una novela es más
importante que un cuento. No les creas. Sólo es más larga.
-Los cuentistas afirman que el cuento es el género más
difícil. Tampoco les creas. Solo es más corto. El cuento es difícil únicamente
para aquellos que nunca deberían intentarlo. Para Poe era facilísimo, para
Cortázar, Chéjov o Hemingway también.
• El decálogo de Horacio Quiroga está muy bien, siempre y
cuando seas cuentista. Pero, por favor, no tomes en serio eso de querer a tu
arte como a tu novia. Quiroga lo escribió para enamorar a una alumna suya del
secundario.
• Lo que dice Borges sobre los sinónimos es verdad: no
existen. Can no es lo mismo que perro ni la palabra ramera tiene la dignidad de
la palabra puta. Pero yo te recomiendo un buen diccionario de sinónimos. Uno
quiere escribir: “habló en voz baja”. Como eso no le gusta lo reemplaza por
“voz queda”, que es espantoso. Hojea el diccionario de sinónimos al azar y en
cualquier parte encuentra la palabra pálida. Entonces escribe: “habló con voz
pálida”, lo que está muy bien.
• Nunca adjetives en orden decreciente, nunca digas: “Era
una montaña titánica, enorme, alta”. Si no te das cuenta por qué, nadie puede
ayudarte. Si adjetivaste en la dirección correcta tampoco te creas un gran
estilista. Tal vez buscabas el último adjetivo y te olvidaste de borrar los
otros dos.
• Podrás corregir tus textos o no corregirlos. Tolstoi
escribió siete veces Guerra y paz; Stendhal terminó La Cartuja de Parma en
cincuenta y dos días. El único problema es cómo se las arregla uno para ser
Tolstoi o Stendhal.
• No te preocupes demasiado por las erratas. En el Ulises de
Joyce hay cerca de trescientas y los profesores les siguen encontrando sentido.
• Nunca escribas que alguien tomó algo con ambas manos.
Basta con escribir las manos y a veces es suficiente una sola. La gente en
general tiene cara, no rostro. No asciende las escaleras, sube por ellas. No
penetra a las recámaras, entra en los dormitorios. Evitarás los ventanales y
sobre todo los grandes ventanales. Dicho sea de paso, las ventanas no son de
cristal, son de vidrio. Lo mismo los vasos. No digas que alguien empezó a
cantar o a vestirse si no estás dispuesto a que termine de hacerlo. En los
libros la gente empieza a reírse o a llorar en la página 3 y da la impresión de
seguir así hasta que se muere. Sé ahorrativo: si lo que viene al galope es un
jinete, no hace falta el caballo. La inversa no se cumple. La palabra caballo
viene misteriosamente sin jinete.
• No te dejes impresionar porque hayan existido Dante,
Cervantes o Shakespeare. Todo ocurre siempre por primera vez: también tu libro.
• Deberías pensar por lo menos una vez por día en esta frase
de Nietzsche: “Un escritor deberá ser considerado como un criminal que, sólo en
casos rarísimos, merece el perdón o la gracia: esto sería un remedio contra la
invasión de los libros”.
• Si la palabra mercado te hace pensar “persa”, quizá no
seas muy original pero todavía estás a tiempo. Si la palabra mercado te hace
pensar en la venta de tu libro, no insistas con la literatura.
• Cuidado con las computadoras. Todo se ve tan prolijo que
parece bien escrito.
• Nunca tengas los libros que has escrito en tu biblioteca.
El lugar de tu libro es la biblioteca de otro.
• Vas a morirte, nuestro planeta gira agónicamente alrededor
de una estrella que ya cumplió la mitad de su vida, el universo entero está condenado
a desaparecer. Si eso no te quita las ganas de ser escritor, ¡cuál es el
problema!
• Podrás escribir: “Volvió a verla tres días más tarde”,
pero sólo a condición de saber perfectamente (aunque no lo digas) qué le pasó a
tu personaje en esos tres días, y por qué fueron tres días y no una semana o un
año.
• No es lo mismo ambigüedad que confusión. Una historia debe
tener siempre un único final. Si quisiste sugerir dos o más desenlaces, esos
desenlaces son un único final: se llama ambigüedad. Si nadie te entiende ni
medio se llama confusión.
• No describas sino lo esencial. La posición de un pie, en
casi todos los casos, es más importante que el color de los zapatos.
• No confundas imaginar con combinar. La imaginación es una
locura lúcida. La combinatoria sirve para elegir corbatas.
• Gide decía que con buenas intenciones se escriben malos
libros. La verdad completa es que con malas intenciones también se escriben malos
libros. Lo que nadie sabe es cómo se escriben los buenos.
• No defiendas tu libro argumentando que los críticos son
escritores frustrados. Lo verdaderamente peligroso de un crítico es que sea un
crítico frustrado.
• Leer una gran novela o un gran cuento es tan hermoso como
haberlos escrito. Si nunca lo sentiste, no escribas ficciones ni, por el amor
de Dios, te dediques a la crítica literaria.
• Isadora Duncan dijo: “Quiero bailar ese sillón”. Tal vez
ella pudiera. Pero un novelista, un cuentista, un dramaturgo, no quieren ni
bailar ni pintar ni hacer música con sus palabras. Quieren contar una historia.
• Montaigne decía que él empezaba a pensar cuando se sentaba
a escribir; Edgar Poe, que más vale no sentarse a escribir sin haber terminado
de pensar. En el fondo es igual. Se puede pensar con la cabeza o sobre un
papel. Pero a pensar sobre el papel no lo llames escribir. Se llama primer
borrador.
• No publiques todas las estupideces que escribas. Tu viuda
se encargará de eso.
• Dijo Poe: “No es lo mismo la oscuridad de expresión que la
expresión de la oscuridad”. Un escritor contemporáneo, tal vez distraído, dijo
lo mismo con las mismas palabras. No importa. Lo que debe importarte es que es
verdad.
• Lo que llamamos estilo sucede más allá de la gramática.
“No es lo mismo decir: ahí está la ventana” que “la ventana está ahí”. En un
caso se privilegia el espacio; en el otro, el objeto. Toda la sintaxis es una
concepción del mundo.
• En el origen del conocimiento y de la literatura está el
acto de contar. La crítica de la razón pura nos cuenta lo que Kant pensaba de
los límites de la razón; los versos de La Eneida, la epopeya de Lacio; el
teorema de Pitágoras, el cuadrado de la hipotenusa. El hombre es el único
animal que cuenta.
• Escribir como se quiere es destreza. Escribir lo que se
debe, probidad. El más grande y el peor de los escritores se parecen en una
sola cosa: únicamente escriben como y lo que pueden.
• Nunca pidas que te presten un libro. Los buenos libros se
compran o se roban.
• Si un libro te gustó mucho podrás regalarlo. Pero nunca lo
prestes: vas a necesitar desesperadamente releerlo esa misma noche.
• Un hombre que dedique toda su vida a casi cualquier cosa
puede llegar a ser una eminencia de algún tipo. Dedicarse toda la vida a
escribir novelas sólo garantiza dolor de espaldas.
• Hay cierta clase de grandes escritores a los que uno,
después de leerlos, quisiera llamar por teléfono. Esto lo decía Salinger, y
Salinger, justamente, es uno de esos escritores.
• Hay otra clase de grandes escritores a los que mejor no
conocer: son la mayoría.
• Cortázar solía decir que empezaba sus cuentos sin saber a
dónde iba. No le creas. En sus mejores cuentos lo sabía perfectamente, aunque
no supiera que lo sabía.
• Los grandes novelistas aconsejan ignorar el final de la
historia, no tener nada claro qué hará el personaje en el próximo capítulo, no
atarse a un plan previo. A ellos sí podrás creerles, pero con moderación.
Digamos, hasta llegar a la página 150. Más allá de eso, saber tan poco de tu
propio libro ya es mera imbecilidad.
• No creas en las máximas de los escritores. Tampoco en
éstas. Lo que cautiva de una máxima es su brevedad; es decir, lo único que no
tiene nada que ver con la verdad de una idea.
Entrevista:
¿Por qué siente que
no tiene tantas certezas respecto de la literatura como cuando era adolescente?
A medida que un escritor crece comprende no sólo la
verdadera complejidad de su oficio sino sus propios límites. Entonces ciertas
ideas candorosas que se tenían en la adolescencia y en la primera juventud,
entre ellas la de la inmortalidad, pasan a segundo plano y te das cuenta de que
escribir es inventar la literatura cada vez que te sentás a escribir. La
literatura no es ni una profesión ni un oficio, es un destino, pero es un
destino elegido que hay que enriquecer todos los días, lo que puede ser muy
angustioso. Me he pasado la vida corrigiendo cuentos en los talleres, dando
cursos o charlas sobre los géneros literarios, pero cada vez que escribo un
cuento siento la misma incerteza no acerca de la forma, que se aprende a
manejar con el tiempo y viene con la propia anécdota que te es revelada de
algún modo, sino de su valor. Si a mí se me ocurre una trama, sé si va a ser
una obra de teatro, un cuento, una novela. Ya no dudo más, sólo al principio
uno tiene ese tipo de dudas. Pero la incertidumbre, las inseguridades son respecto
del valor y del sentido que puede tener lo que se está escribiendo. Cuando uno
es joven escribe casi cualquier cosa. Muchas veces he pensado que si una
historia como El otro Judas se me ocurriera hoy, tal vez no la escribiría o
tendería a escribirla de otro modo porque había que ser muy arrogante e
irresponsable para escribir acerca de la traición de Judas a Jesús, y proponer
que eso no fue nunca una traición sino un pacto para promover una rebelión de
los judíos contra el Imperio Romano. Era la primera vez que escribía teatro en
mi vida.
¿Es necesaria esa
irresponsabilidad para empezar a escribir?
Es absolutamente necesaria y tiendo a promoverla. Lo que les
recomiendo a los escritores muy jóvenes es que escriban, no importa si ya
escribió Shakespeare, porque si no no te sentás a escribir una obra de teatro
en tu vida. No importa que ya escribieron Cervantes, Tolstoi o Dante. Cada
libro que estás escribiendo es la primera vez que sucede en el mundo. Esto,
cuando sos muy joven, lo podés sentir con naturalidad, pero cuando sos mayor,
probablemente aparezca el peso de la literatura.
Usted dice que
desconfía de los escritores que no empezaron haciendo versos, que la poesía es
un modo de vivir, de percibir el mundo. ¿Le hubiera gustado ser poeta?
Secretamente escribo versos, tengo un libro de poemas que
alguna vez se publicará, La fiesta secreta, que justamente se llama así porque
para mí escribir poemas es una fiesta personal. No asumo la poesía del mismo
modo que la prosa, no es tanto una tarea de comunicación, como cuando escribo
un cuento, un drama o una novela, sino que es la pura expresión, es el acto
personal y egoísta de escribir. Sin duda, debe haber algún poema que se
comunique con los demás, pero no es mi intención. Escribí muchísimos poemas en
la adolescencia, un día los quemé todos, dejé tres o cuatro y cada tanto voy
agregando nuevos. Siempre me propongo escribir poemas, pero tiendo a
eliminarlos y dejar sólo aquellos que siento que me representan. Por supuesto
que no me siento poeta en el sentido tradicional o eminente de la palabra, pero
para mí la poesía no es una forma de escribir sino un modo de ver la realidad,
un modo de estar en el mundo. Y en ese sentido creo que un prosista
necesariamente tiene que contener a un poeta. Es lo que decía por otra parte
Aristóteles, citado frecuentemente por Marechal, que todos los géneros son
géneros de la poesía, y como también digo en Ser escritor, Ray Bradbury les
aconseja a los prosistas leer un poema antes de sentarse a escribir un cuento o
una novela.
¿Este consejo estará
relacionado con el nivel de condensación que tiene la poesía?
No sé por qué, pero creo que la poesía te instala en una
zona de la palabra que no es meramente la indicativa sino en una zona un poco
más mágica, que se advierte mucho en los propios cuentos de Bradbury, cuando la
palabra no es sólo aquello que significa sino aquello que significa más aquello
que sonoramente te mueve por alguna razón. Hay palabras que tienen color,
forma, peso; leyendo un poema te instalás tal vez en esa zona de la literatura
que pertenece también a la prosa de ficción.
A propósito del título
del libro, ¿qué significaba ser escritor en los sesenta y qué significa ahora?
El significado sigue siendo exactamente el mismo. Un
escritor es un hombre que da su testimonio personal, y lo sepa o no siempre
está de algún modo hablando críticamente de la realidad, en 1960 o en 2007.
Pero la idea que en general tenían los escritores de la literatura en los años
’60 se ha modificado. Nosotros creíamos –aunque yo todavía tiendo a creerlo–
que la literatura servía realmente para algo, que podía cambiar la realidad y
que era una especie de instrumento de transformación o de arma de combate. Por
supuesto que era una idea pueril, pero de todas maneras permitía escribir y te
permitía sentir que lo que estabas haciendo era realmente lo que debías hacer.
Hoy no sé si los jóvenes escritores asumen la literatura de ese modo. Entre los
’80 y los ’90, se instaló en el mundo entero un modo de asumir la literatura
que hizo que desapareciera el concepto de intelectual. Es como si los jóvenes
escritores sintieran –no todos, naturalmente– que un escritor sólo tiene que
escribir ficciones y no debe meterse en determinados terrenos como el de la
política. Y creo que básicamente están equivocados, porque ponerse por encima
de las contradicciones sociales es meramente una expresión de deseos.
“ser escritor no es
publicar, no es tener éxito ni ninguna de esas cosas. Kafka no se sentía
escritor, Virgilio quería quemar La Eneida y la poeta Emily Dickinson no
publicó nunca (su obra es póstuma). Los lectores y, sobre todo, el tiempo son
los que deciden; pero a veces hay una convicción profunda de algunas personas
que les hacen decir soy un escritor. Entonces, es también una decisión
personal, sólo que esa decisión personal no siempre basta”.
"Miren que los talleres no sirven para nada", así
recibe desde entonces a los que quieren estudiar con él. De los talleres de
Castillo han surgido autores cuyas obras desmienten la advertencia del maestro:
Juan Forn, Inés Fernández Moreno, Paola Kaufmann, Susana Silvestre, y siguen
las firmas. "Yo no formé a toda esa gente; ellos ya eran escritores retruca Castillo. En la
selección entre los aspirantes, sólo me quedo con
los que siento que potencialmente son escritores. Y los trato como pares, tanto
que suelo someter mis propios textos a la discusión del taller".
"Tal vez seas envidioso, rencoroso, un poco estúpido, avaro,
mal amigo. No te preocupes. Un buen libro siempre es mejor que la persona que
lo escribe."
"Lo mejor que se ha escrito sobre el cuento es lo que Edgar
A. Poe escribió en su ensayo sobre Nathaniel Hawthorne. No pienso facilitarte
las cosas reproduciéndolo. Tendrás que encontrarlo sólo. Un escritor es un
buscador de tesoros. Los descubre o no. Esa es la única diferencia entre la
biblioteca de un escritor y el mueble del mismo nombre, de las personas
llamadas cultas."
"Cuidado con Borges, Kafka, Proust, Joyce, Arlt y Bernhard.
Cuidado con esas prosas deslumbrantes, o esos universos demasiado intensos. Se
pegan a tus palabras como lapas. Esa gente no escribía así: era así."
“el primer libro de Borges lo pagó Borges, los primeros libros de Bioy Casares los pagó su padre. A Sabato, en Sur, no le quisieron publicar El Túnel y se lo pagó un amigo. Y muchos poetas, acá y el mundo entero, han pagado sus propias ediciones. Por si esto no bastara, Nietzsche solía costear sus propias ediciones, y distribuyó unos quince ejemplares de Así habló Zarathustra. Eso de decir que el libro pagado es necesariamente menor, es una estupidez, es fomentar o anhelar su fracaso”.
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