Páginas

Páginas

domingo, 6 de enero de 2019

10 pasos para escribir un cuento- Tomás Downey







10 pasos para escribir un cuento

El argentino , uno de los cinco finalistas del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez
 que se entrega este miércoles 2 de noviembre, preparó para ‘Arcadia’ este decálogo en el que detalla su
proceso a la hora de escribir.
2016/10/31

1. La inspiración y el talento comparten una característica: son imposibles de
 evocar por medio de la voluntad. El bloqueo de escritor es permanente, 
los momentos en que la escritura fluye sin trabas son tan pocos que no
 entran en la estadística. Conviene quitar esas variables de la ecuación y
 quedarme solo con el esfuerzo; sentarme a escribir todos los días, 
dedicar la cantidad de horas que sean posibles a alternar la mirada 
entre la pantalla de la computadora y la ventana. Y leer siempre, todo
 lo que se pueda. 

2. Escribo sobre lo que no entiendo, no sobre lo que ya sé ni con alguna
 idea ingeniosa que creo poder manejar. El misterio que encierra un 
cuento, que es su núcleo, se devela a medida que lo voy escribiendo.
 Parto de una imagen que me inquieta, del rasgo de algún personaje,
 y busco qué hay ahí, qué pasa luego, hacia dónde va la historia. En
 algún momento, el misterio se percibe con cierta claridad, se lee 
sin estar enunciado. Recién entonces entiendo de qué trata el cuento; 
y cuando llego al final vuelvo al principio, empiezo a corregir para que 
todo apunte en la misma dirección. Como lector, lo más placentero 
son esos momentos epifánicos en los que comprendo algo sin que me
 lo digan.

3. A veces imagino la historia completa, con principio, desarrollo y final.
 En otras ocasiones es apenas una imagen, algo bastante vago que no
 toma forma hasta que empiezo a escribir. Lo que sucede siempre, en
cualquiera de los casos, es que antes de bajarlo al papel ese cuento
en potencia tenía una gracia que se pierde. Al rodear eso que vimos
 en determinada situación de coordenadas y descripciones, necesarias
para que otro comprenda, se vuelve pesado y torpe. Es inevitable,
lo importante es aprovechar el envión y seguir adelante, no detenerme
 en cuestiones de estilo, mucho menos preguntarme de qué trata
el cuento hasta haberlo entendido sin necesidad de explicármelo.

4. Después viene el trabajo real, corregir. Una vez que tengo la primera
versión, puedo hacerle al texto todas las preguntas incómodas que
quiera, eliminar lo que sobre, tensar lo que está flojo y reordenar para
acercarme lo más posible a aquel estado previo, de pureza y fluidez.
 Eso requiere tiempo y paciencia, dejar pasar uno o dos meses, releer
con una mirada más fresca, corregir de nuevo. Y, por último, asumir
la frustración de que nada de lo que escriba va a estar a la altura de
mis expectativas.

5. Si algo no funciona, no funciona. Hay que ser honesto y despiadado.
A veces cuesta tanto escribir una página, que luego parece un despropósito
desecharla. Pero todo sirve, quizás como germen de otra historia, o
al menos para saber que ese camino en particular no conduce a ningún lado.

6. Las opiniones de colegas y amigos son más que útiles, son necesarias. 
Aportan la distancia y objetividad que yo no tengo. Y no tiene sentido 
defender mis interpretaciones frente a las de los demás, mucho menos
 ofenderme ante las críticas. Lo mejor es saber escuchar y aprovechar 
la oportunidad, única, de saber qué ve un lector en eso que escribí. Eso 
no significa que tenga que escribir para alguien en particular, no 
se escribe para complacer. Tengo que escribir pensando que a nadie 
le interesa lo que estoy haciendo, que nadie me lo pidió y que, quizás, 
nadie lo vaya a leer. Pero tengo que escribir de todas formas.

7. No importa qué estoy contando, lo importante es cómo. Tengo
 que avanzar con seguridad y sin ningún tipo de prejuicios, olvidar que
 estoy inventando a un narrador, a personajes que atraviesan 
situaciones que estoy imaginando. Hay que habitar ese mundo, 
observarlo como si fuese real y hubiese estado siempre ahí; e hilar
 una lógica interna que no se explique sino que se desprenda de
 las acciones de los personajes, de la causalidad del relato. La verosimilitud
 se construye en los detalles y las particularidades. Si uno escribe 
un cuento desde el punto de vista de un monstruo, ¿qué es la
 monstruosidad?

8. La novela suele apoyarse en sus personajes –con tiempo
y espacio para desarrollarlos en profundidad– y en la empatía que generan,
 el arco que recorren. Un buen cuento, en cambio, se sostiene en
la tensión de determinadas situaciones; en lo no dicho y la inminencia
 que genera. Tiene que haber algo contenido, que en general no termina
de estallar y que se lee entre líneas e impide cerrar el libro.

9. El autor de un cuento tiene que ser invisible. No tengo que
 intentar lucirme con palabras rebuscadas o juegos de ingenio, mucho
 menos hablar de mí mismo. Tengo que crear un narrador que cuente
 lo mejor posible una buena historia, nada más. El cuento es un
 objeto estético autónomo, no se completa buscando en él pistas de la 
personalidad del autor, sus gustos o secretos.

10. Sentarse a escribir es un acto de fe. Por eso necesito recordarme estas 
cosas todos los días. Algunas de ellas, probablemente, sean mentiras, 
quizás solo suenen bien. Porque en literatura no existen las certezas, lo que 
me permite cambiar de opinión, adquirir mi propia experiencia, buscar
 respuestas nuevas para las mismas preguntas.
*Tomás Downey es uno de los cinco finalistas del Premio Hispanoamericano
de Cuento Gabriel García Márquez 2016. Llegó a esa instancia con el libro
Acá el tiempo es otra cosa, un total de "dieciocho cuentos extraños que 
oscilan entre el género fantástico, el terror y cierto naturalismo enrarecido",
 según reza la contraportada.